Futuro de la extrema derecha: ¿Hundirse junto a Trump?

Juan Teixeira | Eulixe

Tras semanas de tenaz resistencia, el gobierno de Trump ha informado al equipo de Biden que comenzará el proceso de transición. Parece lógico pensar que la victoria de Joe Biden no vaya a cambiar demasiado las reglas del juego: Estados Unidos seguirá bombardeando a quien considere, seguirá apoyando golpes de Estado donde considere, seguirá presionando de todos los modos imaginables a quien considere para lograr sus objetivos.

Y, en general, seguirá haciendo todo lo que esté en su mano para continuar manteniendo a una pequeña oligarquía neoliberal dirigiendo el mundo. Pero hay algo que sí puede cambiar: puede que 2020, y más concretamente la derrota de Donald Trump, haya marcado el pico en la curva de la extrema derecha del siglo XXI.

2020 está siendo un año nefasto, de eso no creo que existan demasiadas dudas. Sin embargo, cabe la esperanza de que en un futuro no muy lejano echemos la vista atrás y nos quede un regustillo amable al recordarlo. Por soñar que no quede. Aunque no se trata solo de una ilusión personal, sino que existen hechos a los que aferrarse para proyectar este positivismo en medio de tanta calamidad.

Hace tan solo seis meses no nos permitíamos imaginarnos que uno de los principales partidos ultraderechistas de Europa pudiese ser ilegalizado y sus dirigentes acabaran con su odio en prisión. Y sin embargo sucedió hace tan solo un mes. El 7 de octubre se hacía pública la sentencia del juicio contra Amanecer Dorado, el partido neonazi griego que pasó a convertirse oficialmente en una organización criminal.

Así lo dictó el Tribunal de Apelaciones de Atenas, en una sentencia histórica que superó las expectativas de todos los partidos democráticos y de los propios griegos, que tuvieron que esperar cinco años y medio para conocer el veredicto.

Fue el juicio más grande contra una organización de extrema derecha desde Nuremberg, y terminó con Nikolaos Mijaloliakos y otros seis líderes del partido declarados culpables de dirección de banda criminal, y otras dieciocho personas fueron condenadas por pertenencia a la organización. Más de 20 mil personas celebraron la histórica sentencia en las calles de Atenas. No era para menos.

Un mes atrás tampoco nos podíamos imaginar que el golpe de Estado en Bolivia terminase de modo pacífico y con el gobierno legítimo recuperando el poder de forma incontestable y sin derramamiento de sangre. Eso sí todavía está por ver que el MAS se pueda mantener en el poder sin sobresaltos.

La semana pasada, el presidente electo Luis Arce sufrió un atentado con dinamita contra la casa de su partido tras una tensa jornada de bloqueos de carreteras y un paro convocado por organizaciones ultraderechistas que denuncian un supuesto fraude electoral. Quizás no hayas visto nada sobre esto en las televisiones y prensa estatal, pero es que estaban muy ocupados hablando de todos los casos de corrupción de la familia real.

Y hablando de desinformación profesional, otro de los campos donde podemos ver progresos positivos es en el de las fake news, aunque esto es una apreciación personal difícil de verificar con datos. La sensación es que el poder de los bulos ha llegado a su punto álgido y comienza a decrecer.

Cuando hace años algunas fábricas de desinformación al servicio de la oligarquía como OkDiario y similares salieron con su enorme financiación detrás a comerse el mundo informativo, muchos pensaron que se trataba de periodismo. Hoy en día creo (o quiero creer, no lo sé) que la mayoría de la población comienza a distinguir la desinformación del periodismo.

En el fondo somos como niños pequeños descubriendo un nuevo mundo. Tenemos ante nosotros un océano de posibilidades que nos ofrecen las nuevas tecnologías, pero todavía no sabemos utilizarlas correctamente ni exactamente para qué sirven. Aunque pueda parecer una eternidad, hace tan solo un parpadeo (en términos históricos) que hemos descubierto internet, y el nuevo mundo de posibilidades que nos ofrece.

Ahora bien, es como si a un gorila le das un mechero. Ese instrumento le permite domar el fuego, con todo lo que ello conlleva a nivel evolutivo. Pero lo más probable es que lo primero que haga con ese mechero sea quitarse un moco.

Nosotros estamos igual con internet y las nuevas tecnologías. Pero la ventaja es que los seres humanos aprendemos rápido, y por eso quiero creer que estamos comenzando a superar la fase del poder de las fake news y comenzamos a distinguir la información de la manipulación y el análisis del insulto.

Pero el más claro ejemplo de que estamos mejorando tras un traspiés idiotizador es la derrota de Donald Trump. En realidad, no es una derrota del todo, puesto que recibió todavía más votos que en las elecciones que lo llevaron a la Casa Blanca hace 4 años. Sea como sea, lo importante es que ya no está allí.

Obviamente Biden no va a cambiar nada. Estados Unidos continuará con las mismas políticas imperialistas neoliberales. Continuará apostando por la desigualdad y el control de una pequeña oligarquía con todas las herramientas de poder sobre la mayoría de la población. Pero hay un matiz importante: lo hará educadamente. Puede parecer que esto sea una nimiedad anecdótica. Yo creo que no lo es.

Trump representa la exaltación de la ignorancia, de la vulgaridad, del fanatismo, del oscurantismo, el engaño, la xenofobia y el odio. Y lo hace sin avergonzarse, con orgullo. Como diciendo: «Eh! soy un trozo de miasma poderosa, el mal ha triunfado conmigo, destruyamos juntos a quien ose ponerse en nuestro camino!».

Biden al menos se molesta en ponerse una careta y parecer buena persona. Y aunque pueda parecer poco, es más que nada. Una señal de que hay posibilidades de revertir nuestra idiotez y que vuelva el sentido común, la solidaridad y la empatía. La de Biden es una pequeña victoria, casi imperceptible. Pero es una victoria cultural, no política, y ahí radica su importancia.

Si bien la victoria de Biden no puede ser considerada como algo positivo para aquellos que creemos en una sociedad más justa e igualitaria, la derrota de Trump si lo es. Porque Trump es la personificación de la extrema derecha del siglo XXI, el faro que ilumina el camino hacia las sombras, y por lo tanto que no siga en la Casa Blanca sí puede ser observado como una victoria.

A través de su asesor Steve Bannon y diversas redes internacionales como Atlas Network, Trump ha intentado crear una especia de Internacional Facha, con bastante éxito en algunos países de Europa o Sudamérica. Ahí tenemos a Orban o a Bolsonaro, ultraderechistas cortados por un mismo patrón populista iliberal: xenófobos, homófobos, aporófobos, ultraconservadores y nacionalistas rancios.

Incluso en España tenemos nuestro propio Trump del Hacendado. Sin embargo, y hablando a nivel global, parece que este IV Reich no ha arrancado del todo, y la reciente derrota de Trump puede que signifique el primer paso de su desaparición.

Obviamente todas estas pequeñas victorias que he puesto de ejemplo pueden ser revertidas en poco tiempo. Puede que la segunda ola idiotizadora sea todavía más letal que la primera. Puede que estos fascistas del siglo XXI (o neonazis, o ultraderechistas, o escoria humana o como prefieras llamarlos) aprendan de estas lecciones y vuelvan más fuertes en poco tiempo.

Puede que esto de que la curva haya llegado al pico no sea más que una paja mental mía y continúe ascendiendo. Pueden suceder sin duda muchas cosas. Hoy en día hacer predicciones en el ámbito político/social es una tarea suicida. Pero sin embargo hoy me he levantado optimista y quiero confiar en que todavía hay futuro, para lo cual se vuelve totalmente imprescindible pararle los pies a la ultraderecha, y sin duda la derrota de Trump es un duro golpe.

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