Una sofocante presión e intranquilidad es el ambiente que se respira en las agencias de seguridad de EU, luego que medios de información y redes sociales revivieran el polémico caso del que fuera agente encubierto de la DEA, Enrique “Kiki” Camarena Salazar, quien fuera torturado y asesinado por la CIA tras descubrir que se usaba el dinero de las ganancias del narcotráfico para financiar a los contras durante la Revolución Sandinista.
Han pasado tres décadas y las muertes de Camarena y del piloto mexicano Alfredo Zavala Avelar se cuentan de nuevo. La causa del renovado interés es la exoneración del principal responsable del crimen, Rafael Caro Quintero, quien fue liberado hace poco por orden de un juez, lo que causó polémica en México y en EEUU, donde el Departamento de Justicia colocó a Caro en el número uno de su lista de fugitivos y pidió su captura y extradición.
Más allá del proceso judicial y diplomático, muchos se preguntan por qué este caso aún provoca controversia y, según especialistas, puede incluso aumentar las presiones de las autoridades de seguridad estadounidenses hacia el gobierno mexicano.
Enrique Camarena, nacido en México y naturalizado estadounidense, se unió al Cuerpo de Marines de los EEUU, donde trabajó durante dos años. Luego se unió a la DEA en Calexico, oficina de California. Gracias a su rasgo latino se infiltró en 1981 en el Cartel de Guadalajara. Su trabajo ayudó a romper varios grupos delictivos con éxito. Se las arregló para mantener su cara fuera de los periódicos y otros medios de comunicación.
En 1984, 450 soldados mexicanos, apoyados por helicópteros, destruyeron una plantación de marihuana de mil hectáreas conocida como Rancho Búfalo, propiedad de Rafael Caro Quintero, donde trabajaban más de tres mil personas en el cultivo; la producción anual se valoró en más de ocho millones de dólares, lo que fue la segunda operación antidrogas más grande hecha por la DEA.
La primera fue en ese mismo año y se desarrolló meses antes en las selvas de Colombia, la operación que terminó con la desmantelación del complejo de laboratorios Tranquilandia, en la que se incautaron 13,8 toneladas métricas de cocaína, cuyos propietarios, Gonzalo Rodríguez Gacha y Pablo Escobar Gaviria, eran socios internacionales del cartel mexicano.
La versión gringo-mexicana
Los capos se indignaron por el operativo en su contra y fue entonces cuando Miguel Ángel Félix Gallardo ordenó el secuestro de Enrique Camarena, el 7 de febrero de 1985, el cual fue realizado a plena luz del día por agentes de policía corruptos adscritos a la Dirección Federal de Seguridad pagados por el cártel. Camarena fue torturado y apaleado hasta la muerte.
El brutal ataque al ex agente de la DEA duró dos días, falleciendo el nueve de febrero, pero su cuerpo fue encontrado el cinco de marzo en una zona rural de La Angostura, un pueblecito en el Estado de Michoacán México.
La tortura y asesinato de Camarena provocó una rápida reacción de la DEA, que puso en marcha la ‘Operación Leyenda’, la mayor investigación de la DEA. Una unidad especial fue enviada para coordinar la investigación en México contra los funcionarios corruptos que estaban implicados.
Los investigadores pronto identificaron a Miguel Ángel Félix Gallardo y dos colaboradores más cercanos: Ernesto Fonseca Carrillo y Rafael Caro Quintero, principales sospechosos en el secuestro. Bajo una enorme presión de EEUU sobre el gobierno del entonces presidente de México, Miguel de la Madrid, Fonseca y Quintero fueron detenidos rápidamente.
En 1989, durante el primer año del gobierno del entonces presidente Carlos Salinas de Gortari, fueron detenidos Félix Gallardo, el cuñado del expresidente Luis Echeverría Álvarez y Rubén Zuno Arce, quien fue acusado de la muerte de Camarena al descubrirse que era socio financiero del Cartel de Guadalajara y, además, que la casa en la calle Lope De Vega en Guadalajara donde se torturó a Camarena había sido de su propiedad.
Luego también fue arrestado por cazarrecompensas pagados por la DEA e involucrado en este caso, el ginecólogo Humberto Álvarez Machain, quien fuera acusado en declaraciones de agentes de la Dirección Federal de Seguridad que participaron en el hecho, de haberles prolongado la vida a Camarena y a su piloto Alfredo Zavala Avelar por orden de Caro Quintero.
Exagentes acusan a la CIA del Crimen
En octubre de 2013, tres agentes federales estadounidenses revelaron que Camarena fue asesinado por el agente de la CIA, Félix Ismael “El Gato” Rodríguez, porque este había descubierto los vínculos que Washington tenía con Caro Quintero y que se usaba el dinero de las ganancias del narcotráfico para financiar a los Contras durante la Revolución Sandinista, en una versión latina del Irangate.
Y es que los tres exagentes Phil Jordan, exdirector del Centro de Inteligencia de El Paso y jefe de la DEA; Héctor Berrelles, exagente de la Administración Antidrogas de Estados Unidos (DEA); y Tosh Plumlee, expiloto de la CIA, revelaron a la cadena estadounidense FOX que tienen pruebas de que Enrique Camarena no habría sido asesinado por Rafael Caro Quintero, sino por un agente de la misma CIA, el cubano Félix Ismael Rodríguez.
“Fui yo quien dirigió la investigación de la muerte de Camarena”, dice Berrelles y agrega: “Durante esta investigación descubrimos que algunos efectivos de una agencia de inteligencia de Estados Unidos, infiltrados en la DFS (la mexicana Dirección Federal de Seguridad), participaron también en el secuestro de Camarena. Dos testigos identificaron a Félix Ismael Rodríguez. Ellos eran de la DFS y nos dijeron que incluso él (Rodríguez) se había identificado como inteligencia norteamericana. A Camarena lo ejecutó la CIA, no Caro Quintero”.
Esta información ya había sido suministrada años antes por el ex comandante de la policía mexicana, Guillermo González Calderoni, apodado el «Apóstol del Diablo» al declarar ante el FBI que colaboradores de la CIA habían coordinado el secuestro y tortura de Camarena e incluso la habían grabado, lo que según algunos le costó la vida en febrero de 2003 en la ciudad de McAllen, Texas.
En esa ciudad había residido desde hacía casi una década, tras haber revelado información sobre la participación de los hermanos Raúl y Carlos Salinas de Gortari en el narcotráfico y todas sus relaciones con el Cartel del Golfo y el Cartel de Tijuana, a los cuales el mismo Guillermo González Calderoni prestaba ayuda.