En la década de 1960, los servicios especiales estadounidenses y el Pentágono planeaban llevar a cabo ataques con armas químicas y bacteriológicas contra Cuba, según se revela en uno de los archivos desclasificados de la CIA y el FBI sobre el asesinato del presidente de EEUU, John F. Kennedy.
El documento, que data de 1975, detalla los planes que en 1962 realizaron los servicios de inteligencia norteamericanos en su intento por acabar con el gobierno de Fidel Castro. Para ello se pretendía socavar uno de los sectores clave de la economía cubana: la industria azucarera, mediante la «incapacitación de gran parte de los trabajadores azucareros con el uso encubierto de agentes de guerra biológica o sustancias tóxicas de uso militar». Sin embargo, los estudios «revelaron que la idea era inviable y fue cancelada».
Además, Washington pretendía poner en marcha dos grandes operaciones: Mangosta y Bounty. La primera tenía como fin prestar asistencia a «los cubanos en el derrocamiento del régimen comunista desde dentro» y provocar un levantamiento armado. Mientras que la segunda operación preveía la creación de un sistema de recompensa para pagar a los cubanos que mataran o entregaran vivos a los miembros del Partido Comunista, incluidos sus máximos líderes.
La recompensa oscilaba entre 2 centavos de dólar y un millón de dólares, dependiendo de la posición que la víctima ocupara en el Partido Comunista y el Gobierno de Cuba. No obstante, la suma de los 2 centavos se ofrecía como un gesto simbólico por la cabeza de Fidel Castro.
En la ‘lista de precios’ elaborada por los servicios de inteligencia estadounidenses, también se ofrece entre 47.000 y 97.000 dólares por cada comunista extranjero. EE.UU. pretendía notificar a la población cubana sobre sus campañas con panfletos con las respectivas instrucciones que iban a ser lanzadas desde aeronaves.
Ataques terroristas de bandera falsa
Además en un documento, denominado ‘Pretextos’, se enumeraban las posibles justificaciones en las que el Pentágono se basaría para realizar una intervención militar en Cuba. Entre otras cosas, se recomendaba al Gobierno estadounidense llevar a cabo una operación encubierta de bandera falsa, destinada a desatar una «campaña de terror en Miami y otras ciudades del estado de Florida, e incluso en Washington D.C.», que hiciera parecer que el responsable de esos actos de agresión era La Habana.
«La campaña de terror podría dirigirse contra los refugiados cubanos que buscan asilo en EE.UU. Nosotros podemos hundir embarcaciones con cubanos que se dirigen a Florida (en realidad o simplemente como un simulacro). Podemos fomentar atentados contra los refugiados cubanos en EE.UU., de tal forma que las secuelas de esos ataques sean ampliamente publicitadas». Además no descartaban detonar bombas con explosivos plásticos en lugares cuidadosamente seleccionados.