El Sumo Pontífice ha tratado de frenar el impacto de los escándalos sexuales con la intervención del l Sodalicio.
El papa Francisco ya terminó su etapa en Chile y llega a Perú, un país donde tanto el catolicismo como la Iglesia están mucho más fuertes que en el vecino austral, pero donde también hay graves escándalos de pederastia y un problema que no es responsabilidad del Papa: una política en llamas después del indulto a Alberto Fujimori pactado para salvar la presidencia de Pedro Pablo Kuczynski, que busca en la visita del Papa un momento de calma que pueda reforzar su maltrecho poder.
Si Chile es el país menos católico de América Latina, y el Papa ha tenido problemas importantes para llenar sus misas masivas, Perú está en la franja alta y se espera un ambiente mucho menos frío. La peruana es una sociedad menos secularizada que la chilena. Según el Latinobarómetro, en 2017 el 74% de los peruanos se declara católico, frente a un 45% de los chilenos. También hay una caída en los últimos años, como en todo el Continente, porque en 1995 era el 90%, pero es mucho menor que la chilena. “Solo dos de cada 10 chilenos esperaban al Papa con gusto, no es el caso de Perú, el pueblo peruano espera con deseo, cariño y expectativa lo que dirá aquí, su visita será más parecida a la de Colombia”, asegura el sacerdote jesuita Ernesto Cavassa, rector de la Universidad Ruiz de Montoya en Lima.
La llegada del Papa supondrá un respiro para la política peruana, que vive semanas de inquietud total. En diciembre, Kuczynski estuvo a punto de ser destituido por el Congreso, pero se libró en el último minuto por ocho votos gracias a un pacto con un grupo de 10 fujimoristas disidentes liderados por el hijo menor del autócrata, Kenji Fujimori, que salvó al presidente a cambio de que indultara a su padre, un pacto secreto que cumplió solo tres días después. La ola de indignación que este acuerdo generó ha desestabilizado a Kuczynski aún más de lo que estaba, con dimisiones de ministros y parlamentarios que le han dejado solo en manos de los fujimoristas. El presidente está lanzando mensajes estos días para que la visita del Papa sirva para cambiar el clima social en el país y confía en que le dará tiempo para recuperarse.
Tres ciudades en tres días
Francisco visitará tres ciudades peruanas entre el viernes y el domingo: Puerto Maldonado, en la selva sur, uno de los lugares con mayor biodiversidad del país y con una población indígena importante, con la que se reunirá y podrá hacer gala de su discurso ecologista, recogido en la encíclica Laudato Si. Esta zona está especialmente afectada por la deforestación y la trata. También irá a Trujillo, una ciudad costera del norte, con una gran cantidad de damnificados por lluvias extremas hace un año; y Lima, sede de cuatro devociones importantes. El Papa dijo en enero que Perú es “un país de santos”, y visitará las casas de dos de ellos.
Perú parece un viaje menos complejo que el chileno, pero la Iglesia de este país también tiene problemas por escándalos sexuales. El principal es el del Sodalicio, que el Papa ha tratado de contrarrestar con la intervención de la organización una semana antes de su llegada. Este movimiento religioso formado en 1971 por Luis Figari, reclutaba a adolescentes y jóvenes de clase alta –como hicieron Marcial Massiel en México y Fernando Karadima en Chile, protagonistas de sendos escándalos sexuales–. Decenas de adolescentes fueron objeto de abusos psicológicos, físicos, secuestro y hasta pederastia.
En diciembre, la Fiscalía de Perú pidió a un juzgado nueve meses de prisión preventiva para Figari por delitos de asociación ilícita para delinquir, secuestro agravado y lesiones físicas y psicológicas. El Papa ha admitido el problema al nombrar un interventor para investigar la organización, pero como es habitual una cosa son los gestos y otra las decisiones clave. Perseguido por la justicia peruana, Figari se cobijó en una casa del Sodalicio en Roma, y allí sigue prófugo amparado por la Iglesia. Las víctimas más conocidas reclaman su regreso y ver al Papa, pero como sucedió en Perú, es probable que no suceda.
Desde 2014, algunas víctimas presentaron sus testimonios al Tribunal Eclesiástico del Arzobispado de Lima, pero no fueron atendidas. El arzobispo de Lima, Juan Luis Cipriani, perteneciente al Opus Dei, fue denunciado ante el Ministerio Público por encubrimiento de dichos delitos. El miércoles, activistas e investigadores de cinco países recordaron a la iglesia su tarea pendiente de rendir cuentas sobre casos impunes de pederastia clerical. “Estamos aquí por la falta de medidas de la iglesia católica”, dijo Sara Oviedo, exvicepresidenta del Comité de Derechos del Niño de la ONU.
La Iglesia peruana tiene este problema grave pero también tiene fortalezas. Entre ellas destaca la Red Eclesial Panamazónica (REPAM), con una fuerte presencia que se verá reforzada con el viaje del Papa a la selva. “Un problema común es la amenaza a los territorios indígenas, megaproyectos de infraestructura o extractivos y el acaparamiento o la posesión de territorios en zona de comunidades o pueblos indígenas en general, y los vicariatos hacen frente a esas problemáticas. En REPAM compartimos esas experiencias para fortalecer la acción de la iglesia”, explicó a EL PAÍS el antropólogo Ismael Vega, sobre el núcleo más cercano a la población amazónica que visitará Francisco, en concordancia con el mensaje de la Encíclica Laudato Si.
Por otra parte, la mañana del jueves, la familia de la ciudadana española desaparecida en Cusco el 2 de enero, Nathaly Salazar, envió a EL PAÍS una carta dirigida al Papa, en la que comparte su desesperación por encontrarla, y le pide ayuda ya que las versiones de los dos detenidos “son contradictorias y los investigadores no descartan ninguna hipótesis”. “Le suplico que pida a la población peruana de Cuzco donde fue vista por última vez y a la familia de los presos responsables, que si tienen información de mi hermana se pongan en contacto con la policía peruana”, añade el documento.