Davos fue escenario del Foro Económico Mundial, una cita donde compartieron asientos y puntos de vista multimillonarios jefes de Estado, como Donald Trump, empresarios y banqueros, que para nada se interesan por la situación de la gran mayoría del planeta.
El pintoresco sitio con poco más de 11 000 habitantes, fue escenario de una cita donde compartieron asientos y puntos de vista multimillonarios jefes de Estado, como Donald Trump, empresarios y banqueros que no escatiman esfuerzos por hacerse de más dinero cada vez, y representantes de lo más recalcitrante del neoliberalismo, última opción para sostener un sistema capitalista enfermo y decadente.
También a Davos ha viajado alguno que otro jefe de Estado o funcionario con otra filosofía del desarrollo, que ponen énfasis en hacer un mundo menos desigual. Esta vez, la cita permitió al magnate presidente estadounidense recalcar su ya gastado eslogan de «Estados Unidos primero».
La incertidumbre que hubo, más las extremas medidas de seguridad, no tuvo ninguna posibilidad de ser satisfecha por cuanto Trump no aportó nada nuevo a su verborrea amenazante contra Irán y Corea, y su delirio de calificar lo «hecho por él» –en un año– como la salvación de la economía de su país y el mundo.
Quizá algunos allí presentes se sintieron desilusionados, pero es seguro de que la mayoría en esa especie de «danza de los millones» sabía muy bien del jolgorio en que participaba y del protagonista de la escena teatral que se exponía.
En ese sentido, los medios citan que la directora de la ONG Oxfam, la ugandesa Winnie Byanyima, agitó la bandera de «acabemos con la desigualdad extrema», y puso ejemplos como que «la crisis de desigualdad se está agravando», «el 82 por ciento de la riqueza mundial generada durante el año pasado fue a parar a menos del uno por ciento más rico de la población mundial, mientras el 50 por ciento más pobre –3 700 millones de personas– no se benefició lo más mínimo de dicho crecimiento».
Solo a modo de recordación es importante señalar que las inscripciones para participar en el Foro oscilan entre 60 mil y 500 mil dólares por delegación, de acuerdo con el número de personas, no más de cinco.
Fuera de aquella fría ciudad y del cónclave, la vida es otra –además de las protestas contra la presencia de Trump–, y para los millones de hambrientos, desnutridos o que viven en las más precarias situaciones, constituyen una burla más los voluminosos «aportes» de los que asisten a esa comedia mediática.
Los que allí están o representan a las 62 personas más ricas del mundo, son acreedores de una fortuna mayor que la que tiene la mitad más pobre de la población mundial. Una vez más, en la ciudad Suiza se ha puesto de manifiesto que el hecho de que en los debates se hable sobre desigualdad como un desafío mundial, los allí sentados no muestran interés alguno en que se ponga fin a la misma.
Para los analistas presentes en el Foro es muy lindo asistir a un evento lujoso y decir que todos los niños deben ir al colegio y que todas las madres merecen tener buena salud, mientras se toma champagne y se come caviar. Pero esa misma gente es la que hace lobby para que las grandes corporaciones tengan exenciones impositivas, a la vez que se llevan el dinero de países que lo necesitan para educación y salud, según Thomson Reuters Foundation.
Lo que no interesó en el convite de Davos ni apareció en una agenda encaminada a no disgustar a los más ricos de este mundo, fue la precaria situación de empleo en el planeta, que afecta a 201 millones de personas en edad laboral, 3.4 millones más que el pasado año. Tampoco apareció algún pronunciamiento para mitigar el hambre a 818 millones de personas que hoy la padecen, 38 millones más que en el año 2017.
En el caso de la región latinoamericana, representada por los mandatarios de Brasil, Argentina y Colombia, no se conoce de algún pronunciamiento que guarde relación con la situación de los 33 millones de habitantes rurales en América Latina que siguen viviendo en condiciones de indigencia y a quienes no les alcanza para comer, vestir o educarse. Los multimillonarios, en todo caso, no pasarían de mostrar algún gesto de «buenas personas», con algún aporte monetario sin que para nada afecte su bonanza.
El Foro Económico Mundial mostró a un Davos donde una vez más se puso en evidencia que dicha reunión no pasa de ser un show mediático, donde vivir del cuento es el único de sus aportes.