Cayó el principal consejero económico, Gary Cohn. Fue despedido con un tuit el secretario de Estado, Rex Tillerson, y ahora, el penúltimo moderado de la Casa Blanca, el consejero de Seguridad Nacional, Herbert Raymond McMaster, se balancea en la cuerda floja y hay quien, como The Washington Post, ya da por decidido su relevo.
A falta de algunos cambios en el segundo escalón gubernamental, la salida del teniente general McMaster de un puesto clave en la estrategia de seguridad estadounidense culminaría la crisis de Gobierno abierta por Donald Trump a principios de mes. Decidido a configurar un gabinete a su imagen y semejanza, el presidente de Estados Unidos ha emprendido una operación de limpieza en la que han sido liquidados los principales baluartes del diálogo y la moderación.
Cohn, el gran arquitecto de la reforma tributaria, tiró la toalla tras fracasar en su intento de evitar la guerra tarifaria. Tillerson fue destituido fulminantemente después de un largo historial de desencuentros, que incluyó desde la renuncia al Acuerdo de París contra el Cambio Climático, las relaciones con Moscú y el pacto nuclear con Irán. McMaster, que se alió con el secretario de Estado en todas estas cuestiones, ha quedado malherido y su baja se da por descontada a falta de que Trump le halle acomodo.
Incapaz de morderse la lengua y conocido por su capacidad argumentativa, este antiguo héroe de guerra chocó desde los inicios del mandato con Trump, quien le encontraba demasiado difuso y, sobre todo, alejado de sus enunciados más rupturistas. Solo la admiración que el presidente siente hacia los militares de alta gradación y experiencia en el campo de batalla ha frenado sus impulsos y ha hecho que le estén buscando una salida digna que evite cualquier apariencia de humillación. Este sería el motivo, según The Washington Post, por el que aún no se ha hecho público su relevo, aunque ya haya sido comunicado al jefe de gabinete, el teniente general John Kelly. La Casa Blanca, al cierre de esta edición, mantenía silencio.
Eliminados Cohn y Tillerson, y con McMaster en el filo de la navaja, el único superviviente del sector más ponderado sería el secretario de Defensa, el carismático teniente general Jim Mattis. Amparado por su enorme prestigio, Trump no habría osado moverle la silla. Pero habría quedado en minoría en un Ejecutivo devorado por los halcones que ahora lidera el director de la CIA y futuro secretario de Estado, Mike Pompeo, de quien se espera que su primer movimiento cuando asuma la cartera sea la ruptura del acuerdo nuclear con Irán. Otra de las consecuencias de esta sacudida es el fichaje del conservador y telegénico Larry Kudlow, en sustitución de Cohn, y la renovada la influencia del consejero comercial, Peter Navarro, el gran muñidor de la guerra tarifaria y paladín de la ruptura del Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN