En medio del ambiente enfebrecido que se vive en la Casa Blanca, los recientes nombramientos del presidente Trump en puestos claves de su administración reflejan claramente el acento belicista, de poder fuerte y chantaje imperial que le está imprimiendo a la política exterior estadounidense.
Junto a los cambios en el mando del Departamento de Estado y el Consejo de Seguridad Nacional, también el presupuesto que Trump acaba de firmar recientemente, para lo que queda de ejercicio fiscal 2018, exhibe la preeminencia de las políticas de fuerza por sobre la diplomacia, al más clásico estilo del llamado “hard power”.
Mientras las partidas del Departamento de Defensa crecen en más de 60 mil millones de dólares, el presupuesto de la cancillería estadounidense y sus órganos conexos para la diplomacia pública ha sido recortado en un 32%. Mientras el gasto total en defensa, incluida la renovación del arsenal nuclear, llega a los 700 mil millones de dólares, el resto de los gastos sumarán 591.000 millones. Estados Unidos eroga en defensa, más de lo que gastan juntos los siete países que le siguen.
En un remedo de los días más siniestros de la administración W. Bush, viejos y nuevos halcones asumen la conducción de la política exterior imperial. Donald Trump acaba de nombrar como su Consejero de Seguridad Nacional al siniestro John Bolton, uno de los principales promotores de la guerra de Irak.
En 2001, Bolton se convirtió en subsecretario de Estado para el control de armas, una posición que cobró peso en la antesala de la invasión de Irak porque la justificación de Bush para atacar se centró en la supuesta posesión de armas químicas y biológicas por parte de Sadam Husein, que luego no se encontraron. “Estamos seguros de que Sadam Husein ha escondido armas de destrucción masiva”, dijo Bolton en un discurso en 2002.
Es una figura tan polémica en Washington que en 2006 tuvo que abandonar su cargo de embajador estadounidense ante la ONU después de apenas 14 meses, debido a la negativa del Senado a confirmarle definitivamente para ocupar el puesto, al que Bush le nombró aprovechando un receso congresional.
Bolton, de 69 años, quien asumirá sus nuevas funciones el 9 de abril, fue una de las candidaturas barajadas por Trump al ganar las elecciones para estar al frente del Departamento de Estado. El hombre es un reacio defensor del unilateralismo hegemónico de Washington.
Entre sus frases célebres, se encuentra una que es auténtica muestra de su intolerancia: “Por mí, si la ONU pierde 10 pisos, no hay franca diferencia”, dijo en 1994 cuando Kofi Annan anunció su voluntad de limitar los conflictos armados para así instalar las fuerzas de paz de la ONU. En una conferencia de prensa dijo también que “las Naciones Unidas no existen como institución” y cuando le preguntaron de qué manera reformaría el Consejo de Seguridad fue absolutamente claro: “La reforma sería poner en el Consejo de Seguridad a un solo miembro permanente porque ese es el reflejo real de la distribución de poder en el mundo Ese miembro sería Estados Unidos”.
Bolton tendrá al parecer un buen aliado en la Secretaría de Estado. La salida de Rex Tillerson de ese puesto no sorprendió a nadie. El magnate petrolero no congeniaba con el magnate inmobiliario y de los realities shows televisivos que hoy manda en la casona presidencial de Washington; por más que a la larga compartían los propósitos estratégicos.
Todo lo contrario de lo que sucede con Mike Pompeo, el nuevo jefe de la diplomacia estadounidense, a quien se considera como el más leal a Trump de los miembros del gabinete. “Con Mike Pompeo, tenemos una forma de pensar muy similar”, dijo el presidente al anunciar su nuevo nombramiento.
El dúo Bolton-Pompeo será bien asistido en la proyección agresiva hacia el resto del mundo por la embajadora USA en la ONU Nikki Haley, una déspota con puesto diplomático. El pasado diciembre, Haley amenazó a los Estados miembros de la ONU con represalias si apoyaban una resolución que criticaba la decisión de Washington de reconocer a Jerusalén como capital de Israel, y dijo que el presidente Donald Trump tomaba la votación como “asunto personal” y Estados Unidos “anotará nombres”.
En carta que envió a los representantes de 180 países, Haley advirtió: “El presidente observará esta votación cuidadosamente y me ha pedido que informe sobre los países que votaron contra nosotros. Tomamos nota de cada voto sobre este asunto”.
A ello añadió un mensaje enérgico en su cuenta en la red social Twiter: “En la ONU siempre se nos pide que hagamos más y demos más. Por eso, cuando tomamos una decisión por voluntad del pueblo estadounidense sobre dónde situar NUESTRA embajada, no esperamos que aquellos a quienes ayudamos nos ataquen. El jueves se votará sobre una crítica a nuestra elección. EU anotará los nombres”.
Dos simples perlas del pensamiento y actuar de la dama del equipo de Trump para la política exterior.