Báez: ¿sacerdos bellator?

Muchos católicos –de la calle-, no entienden por qué el obispo auxiliar de Managua, Silvio Báez Ortega, obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Managua, insiste con tanta vehemencia en seguir adelante con el golpe de Estado que fracasó la semana pasada.

Contrario al cardenal Leopoldo Brenes, que ha mantenido una actitud mesurada ante los sucesos que provocaron la muerte de unas tres decenas de jóvenes, entre ellos dos policías, el obispo Báez parece líder de algún partido político hasta el momento desconocido.

Lloró ante cámaras de televisión por los jóvenes muertos, no obstante, nos confunde tanto sufrimiento. Lo lógico es que llame a detener la violencia a fin de que el país siga por el rumbo del desarrollo. Pero no, claramente atiza odios y –promovido por los medios de comunicación de la familia Chamorro-, cultiva tempestades.

Algunos antisandinistas ya lo ven incluso como el futuro presidente de Nicaragua. Eso nos da una pista de la orientación que este religioso ha dado a su campaña en contra del gobierno del presidente Daniel Ortega.

Los sacerdotes históricamente se han dividido en dos: aquéllos a quienes les gusta realizar su labor al lado de los pobres y los que prefieren rodearse de caballeros con saco y corbata y perfumadas señoronas.

No estamos en contra de ninguno. Aunque se diga que será más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja antes que un rico entre en el reino de los cielos, imaginamos que la gente encopetada también necesita del auxilio espiritual.

Por eso es que entendemos que alguien que opta por los millonarios, no aprecie el esfuerzo que realiza el actual gobierno de Nicaragua por los pobres. No importa que destruyan el esfuerzo por modernizar un país que hasta 2007 iba a la deriva entre erráticos mandatos neoliberales.

No importa que los niños con cáncer tengan todo el costoso tratamiento gratuito y que los asegurados y pensionados tengan acceso a intervenciones quirúrgicas y medicamentos que antes eran un sueño.

Las carreteras, los parques, los centros turísticos, la paz, la certeza de ser el país más seguro de Centroamérica… en fin, nada de eso parece importarle al obispo auxiliar Báez, en su obsesión por tumbar al gobierno. Ojalá que Dios lo ilumine.

 

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