Una muerte innecesaria. ¿Qué hacía un grupo de personas derribando árboles metálicos en las inmediaciones de Metrocentro? El diálogo está instalado, la policía en sus cuarteles, pero el afán golpista continúa libre en las calles. El guatemalteco Eduardo Spiegler, tendría que estar vivo y gozando de su juventud.
Otro que debería estar entre los suyos es Jocsan Abdel Gutiérrez Hock, de 26 años, quien el 13 de mayo chocó con su vehículo contra un árbol metálico derribado frente al Hotel Camino Real, con resultado fatal. Ahí resultó herido Wilber Rafael Padilla 29 años.
Los medios que apoyan a los golpistas del MRS no informaron de la muerte de Jocsan Abdel, mientras que en el caso del guatemalteco se apresuraron a señalar que fue un “accidente” y efectivamente eso fue, pero un accidente provocado por el odio demencial que mueve a muchos seguidores de los grupos del “golpe suave”, que cada vez es más cruento.
La Prensa encabeza su nota sobre el guatemalteco aplastado, indicando que los medios oficialistas tratan de usar la muerte del cineasta para “deslegitimar las protestas ciudadanas”. No nos detendremos a analizar el tema de que ya no son “protestas de estudiantes”, sino “ciudadanas”.
Pero sí llama la atención el trato que muchos seguidores del MRS le dieron en las redes sociales al joven muerto, minimizando la tragedia que acabó con su vida. Peligrosamente, continúa creciendo el desprecio por la vida.
¿Por qué no llaman la Iglesia Católica, el Cosep y demás actores del diálogo a terminar con la violencia en las calles a como pidió el acuartelamiento de la Policía? ¿Por qué no se convierte en punto esencial del diálogo el cese inmediato de la labor de los vándalos en todo el país?
La ciudadanía está cansada y los golpistas están decididos a incrementar la cantidad de muertos en Nicaragua, con la esperanza de que eso sea la causa de una intervención extranjera armada o que traiga sanciones contra nuestra nación.
La muerte de Jocsan Abdel y del cineasta guatemalteco, al igual que las de otros nicaragüenses, no les interesan, siguen siendo “daños colaterales”. Algunos cayeron por el siempre mortífero “fuego amigo” que se da en guerras convencionales, según la jerga militar gringa, pero sobre todo en ataques producidos por bandas sin control alguno.