Si los obispos de la Conferencia Episcopal, en cuyas filas habitan varios de los principales cabecillas del actual intento de golpe de Estado insisten en avalar las radicales pretensiones de sus protegidos de la oposición golpista, está claro que el encuentro de este viernes en el Seminario de Fátima volverá a convertirse en otra oportunidad pérdida para la paz en Nicaragua.
Los golpistas del MRS están claros a estas alturas de que su sangrienta aventura está empantanada y condenada al fracaso, pero difícilmente aceptarán que perdieron, sobre todo cuando habían convencido a sus seguidores de que la victoria sería rápida, y tan es así, que hasta se repartieron los cargos del “nuevo gobierno” con los oligarcas y empresarios que se les sumaron.
Una oportunidad como la actual no volverá a presentárseles, por eso es que rechazan el diálogo mientras sus ideólogos se movilizan buscando apoyo exterior para una intervención en nuestro país. La desesperación no les ha permitido sentarse a pensar que el pueblo sandinista ha esperado paciente y sufridamente a que se decidan por la paz, mientras sus hordas asesinan a jóvenes policías y a inocentes ciudadanos.
Hasta el momento los obispos Báez, Álvarez y Mata han hecho una labor que va más allá de la capellanía, ya que sus llamados a través de homilías y de las redes sociales están dirigidos a exacerbar los ánimos contra el gobierno sandinista, además del FSLN y su militancia.
Su labor durante los primeros encuentros en el Seminario de Fátima se ha limitado a intentar dar un golpe de Estado de escritorio, a fin de facilitar las cosas a los grupos armados que apoyan. ¿Qué es eso de exigir al presidente Daniel Ortega que les entregue el poder? ¿Es que esta gente ha ganado alguna guerra?
Si insisten en continuar aplaudiendo la destrucción de Nicaragua, al final la violencia puede alcanzar a sus propias iglesias, habida cuenta de la antipatía que han despertado en contra suya de parte de los católicos sandinistas, que saben son centenares de miles en el país.
Ojalá y se imponga la cordura. Aquí, aparte de los golpistas y sus padrinos de la más diversa laya, nadie desea que corra más sangre entre nicaragüenses, sobre todo porque los muertos y heridos de ambos bandos pertenecen a la clase social más humilde de nuestra Patria.
Basta ya de sicariato, de secuestros, torturas, humillaciones y destrucción de la infraestructura que tanto ha costado edificar. Que se desarrolle un diálogo en un plano de igualdad y con la certeza de que cualquier intento de imponer posiciones, solo traerá más luto a este pobre país que caminaba hace apenas dos meses por el sendero del desarrollo, la paz y la seguridad.