Democracia al “American Way” contra Nicaragua

Democracia se convierte en una palabra abstracta cuando en su nombre se justifican intentos intervencionistas motivados por el poder político. Para advertirlo solo habría que releer un guion prestablecido que se aplica a las naciones latinoamericanas cuando se salen del arco de sumisión a los intereses de un estado cercano y siempre a la espera de que «la fruta madura» caiga.

Ese estado nación se hizo llamar, desde 1776, Estados Unidos. Varios siglos después el escenario ha sido predecible y aquí estamos, con un senador republicano de nombre Marco Rubio –cuyo origen es latinoamericano y en más estrecho sentido «cubano»– descargando desde una pose al «american way» toda su ira contra la América al sur del Río Bravo.

AHORA ES NICARAGUA EL OBJETIVO DE SU DARDO

Esta semana no perdió tiempo el «Rubio» en arremeter contra Nicaragua, país que atraviesa una situación sociopolítica de desequilibrio en la que han perdido la vida no pocas personas y se han violentado por parte de grupos delictivos áreas públicas y establecimientos estatales.

Lo que hizo el senador estadounidense fue una promesa a la Coalición Universitaria de Nicaragua, organización que estuvo de visita en Washington, que ha proyectado citas con la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH) y con importantes figuras políticas, así como su presencia en las sesiones de la Organización de Estados Americanos (OEA).

Marco Rubio les prometió a los miembros de la Coalición que «Estados Unidos sancionará a los responsables de los asesinatos ocurridos durante las protestas en este país centroamericano». Lo hizo mientras sostenía una bandera de Nicaragua –en la que sería dudoso pensar que él cree– y afirmaba que espera «recibir los nombres de los abusadores».

DIÁLOGO NACIONAL

Mientras el diálogo nacional se restablece en la nación centroamericana, Rubio habla de «esperar a que lleguen en los próximos días los nombres de los abusadores que han cometido estos grandes delitos, que han asesinado… para sancionarlos a nivel personal».

¿Qué le ofrecerá a cambio a esta gente que usa de carnada? ¿Un país libre a semejanza de Estados Unidos? ¿Cuál es su concepto de libertad? Si a algo se acerca su concepto es a la presión, en tanto sostuvo que continuarán impulsando la Nica-Act, una ley que impide aprobar préstamos financieros internacionales al Estado de Nicaragua mientras no existan «condiciones de democracia».

No es la primera vez, ni por asomo, que Estados Unidos se pronuncia caóticamente sobre Nicaragua. El pasado año, la Cámara de Representantes de Estados Unidos arremetió contra el gobierno de Daniel Ortega con la aprobación unánime de la Nica-Act. Para ello no se eligió cualquier fecha, sino el crucial momento de las elecciones que terminaron con la ratificación de Ortega en la silla presidencial, pese a la vigilancia foránea políticamente alineada al mandatario Donald Trump.

Analistas coincidieron entonces en que la presencia de la OEA en los comicios no variaría el plan trazado por los congresistas que intentaban –y ahora lo repite Marco Rubio– desestabilizar al gobierno del presidente Ortega y eliminar del mapa otro sistema progresista en Latinoamérica.

LEY NICA-ACT

En la Cámara Alta el mencionado proyecto de Ley Nica-Act fue patrocinado por los senadores de derecha Ted Cruz y Marco Rubio. Al segundo y a la congresista Ileana Ros-Lehtinen, las autoridades nicaragüenses le impidieron el ingreso al país en diciembre del 2014, en reciprocidad a las restricciones migratorias que Washington impuso a varios funcionarios del gobierno de Venezuela.

En tanto, la plenaria del diálogo nacional en Nicaragua reanudó sus sesiones. El propósito continúa siendo discutir a partir del consenso la continuidad del proceso de reconciliación nacional, en un entorno de violencia promovida por sectores de la derecha.  

Se trata de un diálogo entre el gobierno y la Conferencia Episcopal, aun cuando esta ha recibido fuertes críticas por su manifiesto apoyo a la oposición. No obstante, el gobierno ha mantenido su disposición a encontrar, dentro del marco constitucional, una salida a la crisis sociopolítica que vive el país.

La actitud de los obispos que participan en las conversaciones como mediadores hace pensar en la intervención de una mano yanqui que aguarda abajo, desde la sombra, la caída de la fruta: estos obispos han exigido incluso a través de redes sociales la renuncia del presidente, así como han incitado a la desobediencia civil, además de apoyar un paro y bloqueos de vías.

Para muchos nicaragüenses que claman por el entendimiento y la paz, las actitudes descritas restan credibilidad al accionar de la Iglesia en las conversaciones, porque preponderan intereses foráneos y no el beneficio de las mayorías, y en particular el de las personas más vulnerables.

EL GOBIERNO MANTIENE SU PALABRA

La actitud que no varía, en este contrapunteo sórdido por un lado, es la del gabinete de Ortega. El mandatario nicaragüense aseguró que «desde el diálogo el Ejecutivo seguirá trabajando por la paz, la reconciliación y el futuro de Nicaragua».

Marco Rubio, entonces, necesitará más que un discursillo político manipulador para convocar a elecciones –anacrónicas e imprevistas– en Nicaragua y «cambiar la Constitución», con el pretexto de que «crear un nuevo gobierno sobre la base de la corrupción y dictadura, es más de lo mismo».

Habría que ver si en los 242 años que cumple Estados Unidos este 4 de julio reprograman y no le ofrecen a Latinoamérica «más de lo mismo»: intervencionismo, asfixia económica y esclavitud mental.

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