“Golpe suave” se les vuelve “duro trancazo”

Un “golpe suave” que se les ha convertido en “duro revés”, aunque se nieguen a aceptarlo. La pérdida de su principal fortaleza, los tranques y barricadas en diversos puntos del país que ellos consideraban inexpugnables, les ha botado la moral y ahora se aferran al apoyo de sus padrinos en el exterior para continuar con sus planes.

Por esos los vemos llorar a mares. Se les han ido sus amados tranques, mismos que usaban como chantaje durante el diálogo nacional. No hay lágrimas por ninguno de los muertos, a fin de cuentas les hacen falta para sumarlos a sus acusaciones ante la CIDH, la OEA y los gobiernos imperiales que los financian.

El costo de este “duro porrazo” ha sido contundente para los golpistas, sobre todo para la iglesia católica que desde hace varias semanas asumió el coliderazgo de las huestes violentas que tenían sitiado al menos un tercio del territorio.

Ahora vemos llorar a los generales de sotana y sus acólitos. No entienden qué falló ni hallan cómo explicarlo a sus seguidores. De poco sirvieron los tuits de Silvio Báez, las incendiarias “plegarias” de Rolando Álvarez ni las bravuconadas de Abelardo Mata.

La población exigía a gritos el fin de tranques y barricadas y así ocurrió cuando las autoridades policiales salieron a garantizar el orden público y la libre movilización. No salieron a defender los retenes las miles y miles de personas que el MRS y los obispos esperaban. Sí vimos al humilde pueblo trabajador integrarse junto a la Policía para restablecer los derechos ciudadanos.

No estaba en el manual de Gene Sharp el “caso Nicaragua”. Sin guía, los golpistas locales no saben qué es lo que sigue cuando el pueblo les da la espalda y se vuelca a favor del gobierno que venía desarrollando un magnífico desempeño, alabado por la comunidad internacional.

Las lágrimas que derraman los golpistas pueden interpretarse como de impotencia ante el fracaso. Creían que ya tenían la victoria en sus manos y de un día para otro se les desmoronó el castillo de naipes.

En el caso de los monseñores, habían asumido que su investidura religiosa era suficiente para que la población los apoyara en sus intentos por tumbar el gobierno del presidente Daniel Ortega. La paliza sufrida alcanza a casi todo el clero. Perdieron completamente el respeto de una gran parte del pueblo cristiano. El “golpe suave” también se trocó en “dura tunda” para el obispado.

Es de esperar que el fracaso sufrido los haga reflexionar, aunque sabemos que es difícil. El ego y el odio de estos señores van más allá de la humildad que pregonan en sus homilías. La respuesta del pueblo debe ser la misma que lo lleva rumbo hacia la victoria: la unidad en torno a su gobierno y autoridades.

Unidos, no habrá fallo adverso de la CIDH ni amenazas que nos intimiden. Los nicaragüenses somos expertos en sobrevivir. Nuestra capacidad de resiliencia ha sido puesta a prueba durante guerras, terremotos, maremotos, huracanes y otras calamidades. En todas hemos salido avante.

 

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