No se sabe si Mark Zuckerberg estaba pensando en la magnitud que tendría la creación de Facebook cuando fue lanzado desde su dormitorio de la Universidad de Harvard el 4 de febrero de 2004, pero lo cierto es que, lo que comenzó siendo una propuesta dentro de un campus para conocerse en línea y ganar popularidad, se ha expandido a tal magnitud que en la actualidad es un poder capaz de movilizar a toda una población en torno a una matriz de opinión, que en la mayoría de los casos no está ni comprobada, ni justificada, pero maneja de manera excelente elementos claves de la psicología nacional de un pueblo y por tanto se convierte en una poderosa arma para alcanzar la hegemonía de la que tanto nos alertaba hace muchos años Antonio Gramsci.
Hace muchos años las redes sociales dejaron de ser simples espacios para conectarse con un amigo, un familiar, o un colega, y en su lugar convertirse en plataformas electorales, canales para manipular a votantes, incidir en tus gustos y compras, deseos y sentimientos, generar tus peores amenazas como el bullying adolescente con resultados catastróficos. Constituyen vías que emplean los asesinos en serie, el crimen organizado, los carteles de la droga para manejar sus negocios sucios. Pero sobre todo, las redes sociales son hoy el canal preferido de la derecha para montar toda una campaña mediática amparada en la “legitimidad” y “veracidad” que tiene cualquier video o foto subida a la red por un sujeto. Frente a esta aparente libertad de expresión maximizada, donde el simple poblador con un teléfono se siente “dueño de la realidad que lo circunda” ni los medios de comunicación tradicionales pueden competir.
En la actualidad las redes sociales y dentro de estas, Facebook, son plataformas organizadas y manejadas por grupos reducidos de personas capaces de hacer despertar a toda una población, sobre todo cuando se controlan, o se tiene acceso, a las empresas de telecomunicaciones que manejan la tecnología celular en un país y por tanto, tienen al alcance de un clic la oportunidad de inundar en pocos segundos, a toda una base de datos telefónica con mensajes, videos, fotos, infografías y cuantas variantes sean posibles para manipular o inducir un sentimiento popular con el calificativo de “genuino”, “espontáneo” y “auto convocado”.
Si todo esto se empleara para erradicar el hambre, la pobreza, o para promover una redistribución igualitaria y equitativa de las riquezas, todo habría sido una maravilla del intelecto humano. Pero en la práctica las redes sociales son una herramienta del poderío nacional para desestabilizar ahí donde el gobierno no es compatible con la “democracia representativa”, o los “intereses del imperio”.
Nicaragua hace casi 2 meses es un escenario donde todo este mecanismo diabólico se ha extendido con un saldo en víctimas doloroso y con una violencia particular que parece importada porque no caracteriza a la nobleza de este pueblo.
La intensa crisis política que atraviesa el país tiene un primer y gran calificativo que es la guerra psicológica montada y manipulada desde las redes sociales como si fuera un terremoto de magnitud 9.8 en la escala de Richter que arrasa con todo a su paso. Esta manipulación llega acompañada de una ola de violencia promovida por jóvenes que siempre aparecen encapuchados y enmascarados, vestidos de negro y fuertemente armados. Las imágenes se han convertido en una especie de ciclo que arrastra, sin lógica de ningún tipo, a la noble población nicaragüense que no puede evitar conmoverse una y otra vez ante los hechos vandálicos que la derecha ejecuta y luego aparece culpando al gobierno a través de las redes sociales.
En Nicaragua el 73.4 por ciento de la población maneja internet desde la telefonía móvil, de estos, casi el 90 por ciento de los usuarios se conecta para acceder a las redes, en particular a Facebook y whatssapp. Siguiendo estas estadísticas se comprende que no es casual que, al calor de casi dos meses, los perfiles que han liderado la manipulación mediática, en particular la cuenta SOSNicaragua haya generado más de 200 millones de mensajes, la inmensa mayoría de estos, manipulados.
El patrón es común, maximizar el número de fallecidos, enlistarlos a todos como su fueran “jóvenes que se manifiestan pacíficamente”, responsabilizar al gobierno de cada acto y satanizar a Daniel Ortega como responsable absoluto de todo cuanto acontece. El final es previsible, exigir una sola cosa “que se vayan los Ortega-Murillo”.
Ante esta realidad manipulada es imperioso, es necesario, es urgente que todos los humanistas del mundo y las personas sensatas nos detengamos delante de este escenario dantesco para preguntarnos quien está realmente detrás de toda esta madeja complejísima donde los atacados (simpatizantes sandinistas en su mayoría), resultan ser los opresores.
Desde ayer todos los medios internacionales y locales se hacen eco del reinicio del diálogo nacional en Managua y los primeros acuerdos alcanzados en la mesa de negociación después de una ola de violencia que parece apoderarse del país, a pesar de todos los intentos que hace el gobierno para impedirlo y restablecer la paz.
La derecha insiste en supeditar los derechos humanos al trabajo de organizaciones internacionales que lleguen al país en el siguiente vuelo de American Airlines, sin comprender que la situación interna solo se compondrá en la medida en que sean lo suficientemente responsables y valientes para dar un paso al frente y desarmar a todos los grupos que han venido formando en el país en las últimas semanas, disque para protegerse de los ataques sandinistas. Si la derecha no detiene los reales que pagan diariamente a los grupos delincuenciales, llenos de tatuajes, esta ola de violencia no se detendrá en el país.
La insistencia de la derecha para exigir que estos organismos lleguen a Managua, recojan denuncias y se regresen a EEUU para procesarlas y así aplicar “justicia”, solo hace pensar que en realidad el tema es un pretexto que han venido manipulando para poder contentar con migajas al pueblo que dicen representar, y lograr su único y principal propósito que es pasar a debatir la agenda democrática que les allanaría el camino para llegar al poder. La derecha no se preocupa tanto por los muertos que dicen representar, la derecha lo único que está haciendo es manipular en nombre de estos muertos, sagrados todos, un propósito golpista, dejando en manos de terceros una supuesta justicia, que no sabremos qué resultados dará a ciencia cierta, ni cuánta estabilidad nos aportará en las próximas semanas.
Diez horas de intenso trabajo ayer, en las cuales le otorgó todo el crédito al equipo del gobierno por su perseverancia, su paciencia y su respaldo a los derechos del pueblo nicaragüense. Diez horas para lograr acordar y anunciar, entre otras cosas, una Comisión de Verificación y Seguridad que le daría al pueblo la paz que tanto se demanda desde el mismo comienzo de la crisis política. Diez horas para llegar a un acuerdo que la derecha, de manera unilateral, echó por tierra diez minutos después en conferencia de prensa donde el joven Lesther Alemán declaró que no se levantarán los tranques porque son una expresión del pueblo “autoconvocado” y Juan Sebastián Chamorro amenazó con la convocatoria de nuevos paros nacionales si el gobierno no acepta dialogar sobre los cambios democráticos del país.
¿A qué están jugando los golistas, a qué está apostando la derecha en Nicaragua, a erradicar a todos los sandinistas mientras avanza el diálogo y los que se dicen representantes del pueblo se mantienen arropados, bien dormidos y comidos en el INCAE, sin conocer lo que significa el dolor de un familiar fallecido? ¿De verdad piensa la derecha en Nicaragua que bastan diez horas para derrocar a un gobierno legalmente constituido, legítimamente oficializado, representante de un estado de derecho entre los más avanzados de la región?
¿Dónde están las pruebas de la derecha para responsabilizar al gobierno? ¿Un video subido a YouTube donde aparecen jóvenes vestidos de uniforme policial junto a grupos enmascarados disparando contra la población? ¿Pero dónde vive la derecha nicaragüense, consideran que aquí la población no piensa porque no es instruida como muchos de ellos en universidades norteamericanas? Una y otra vez se han reportado robo de uniformes policiales, intentos de compra de estos uniformes a las maquilas en zona franca, lo cual ha sido denunciado por los sindicatos que aquí existen. Es muy fácil vestirse de policía cuando robaste esta insignia y manipular a la población en el esquema de guerra psicológica que hoy persiste con fuerza en Nicaragua.
Nadie se cuestiona que lo primero que hizo la derecha fue atacar con toda su fuerza al órgano policial y mostrarlo como principal responsable y manipular el tema una y otra vez en las redes sociales, como lo están haciendo ahora. Es doloroso decirlo, pero la población está tan manipulada que aunque no se vea a un policía ni en 500 metros a la distancia la primera reacción espontánea frente a las cámaras de 100 % Noticias u otro medio de la derecha, es culpar a la Juventud Sandinista o a la policía nacional. Es un ciclo diabólico, mientras más acuerdos se toman y el gobierno muestra más su voluntad de dialogar, más la derecha se molesta, habla de dilación y recrudece la violencia.
Solo una precisión para los que subieron el video de los policías junto con los enmascarados, con el propósito de ayudarlos a ser más coherentes con sus mentiras: la policía nicaragüense cuando sale no lo hace de esa manera, al menos los videos que ustedes mismos mostraron desde el 18 de abril para sustentar la “represión policial contra los estudiantes que no eran delincuentes” reflejan a la policía anti motín usando otro tipo de armas, escudos de protección, cascos, un uniforme diferente. Pero claro, cualquier explicación lógica llevaría varios párrafos y sería difícil que compita contra la consigna que está de moda “son las turbas y los policías”.
Así son las incoherencias de la oposición desesperada. La misma derecha que desde el pasado 18 de abril, cuando no habían pasado ni 48 horas de las primeras protestas disque para derogar las reformas al INSS, demandaron al gobierno dar la orden a la policía de retirarse a sus cuarteles. Insistieron tanto en el tema que hasta, Lesther Alemán increpó directamente al presidente Ortega exigiéndole dar esta orden, curiosamente en un país donde “no hay libertad de expresión, ni respeto a otro tipo de libertades”. Ahora la derecha responsabiliza al gobierno de no tener control en Nicaragua sobre grupos delincuenciales que han ingresado al país y están operando, algunos por su cuenta para controlar territorio al estilo del flagelo que afecta a todos los países centroamericanos, y otros financiados por la propia derecha para culpar al gobierno sandinista. Son argumentos que parecen de novela, pero es así como se comporta hoy la derecha en Nicaragua.