La infame destrucción de Nicaragua

Uno de los episodios más bochornosos en la historia de Nicaragua es el que protagonizaron el MRS y sus aliados en el fallido golpe de Estado en contra del presidente Daniel Ortega. Destruyeron gran parte del país sin ninguna necesidad, más que el odio demencial, sus ansias de poder y la frustración al percatarse tempranamente que dirigían un movimiento que nació muerto.

De paso destrozaron la dignidad de miles y miles de personas a quienes obligaron a cumplir su atroz régimen de esclavitud, como si de enemigos vencidos en guerra en siglos pasados se tratara.

Personas que estuvieron cautivas tras los tranques y barricadas han narrado el horror y las penurias que vivieron. Muchos tiemblan todavía cuando cuentan el martirio que sufrieron en poder de violentos alcohólicos y drogadictos que se divertían matando, secuestrando y maltratando gente inocente, y disparando balas y morteros durante sus orgías.

Otras, siguen aguantando la tragedia personal que les impusieron los delincuentes y vándalos contratados por los de la bandera naranja, empresarios y un grupo de estudiantes que han confesado que en el transcurso del golpe crecieron sus ambiciones, y de presuntos defensores de los jubilados del INSS, ahora aspiran a ocupar cargos en el ilusorio gobierno que les prometieron.

Como era de esperar, muchos de los engañados por la dirigencia del MRS y los codiciosos jovenzuelos los abandonaron al percatarse que estaban siendo manipulados. Los antisociales que se les unieron también se han ido apartando al ver interrumpidas las promesas de jugosos salarios mensuales en dólares.

A estas alturas, en los pocos tranques solo quedan los amantes del terrorismo y el lucro fácil a través del robo a la ciudadanía indefensa que intenta movilizarse en busca de alimentos o salud.

Sus víctimas son en su mayoría mujeres y personas de la tercera edad. Un anciano jubilado de un barrio capitalino que estuvo en poder de los delincuentes, contaba durante una visita a su clínica previsional que al comienzo él los apoyó porque pensaba que en verdad estaban defendiendo sus derechos.

Pero no pasó mucho tiempo para que cambiara de opinión. Los vagos de las barricadas que controlaban al vecindario eran foráneos y trataron sin compasión a sus rehenes. A las mujeres les arrebataban bolsos y joyas, mientras que a los varones los desvalijaban completamente.

Este anciano setentón cuenta que ni sus años lo salvaron. Le robaron dos pares de zapatos y tuvo que optar por rebuscar en los rincones de su casa un viejo y raído calzado que utilizaba para ir a rebuscar sus pastillas de paciente crónico.

Historias como la de este jubilado se repiten a lo largo del territorio nacional. En muchos lugares los curas locales llegaban hasta las barricadas a celebrarles oficios religiosos a los delincuentes y a arengarlos para que no desistieran de su “justa lucha”, porque la recompensa sería el cielo.

De hecho, los obispos y sacerdotes que apoyaron desde un inicio a los conjurados son los más reacios a aceptar que su suerte está echada, pese a que su “guerra santa” fracasó y la mayoría de sus yihadistas se consideran derrotados.

Sus marchas son un fracaso rotundo al igual que los llamados a la desobediencia civil. Lo último fue un llamado a la “desobediencia estudiantil”, exhortando a los chavalos a no asistir a clases. Más ridículos no pueden ser. Más impotentes no pueden estar. Parece que ya terminaron el manual del “golpe suave” y no saben qué hacer ante el rechazo de la población.

Los pobladores que acompañan a la Policía en la limpieza de tranques y barricadas, han anunciado que continuarán con su labor, que la población plagiada recibe como un bálsamo al comprobar que pueden movilizarse otra vez libremente.

Los captores de Monimbó firmaron un cese de hostilidades con la Policía Nacional y se comprometieron a quitar las barricadas de forma escalonada. Ojalá cumplan para evitar más muertes innecesarias de agentes del orden y de los mismos tranqueros.

Mientras el complot se les derrumba a sus pies, los cabecillas del MRS ejecutan acciones desesperadas como las del último autoataque en el denominado –y fracasado-, “desfile de las flores”, financiado por el empresario Piero Coen para recuperar tierras en manos de personas que se las tomaron.

Ni en eso tuvieron éxito debido a que los toma tierras repelieron el ataque. Hay videos de esa jornada que muestran a miembros de la burguesía conservadora de Masaya dirigiendo el robo de escopetas a vigilantes de una construcción, a quienes pusieron pistolas en la cabeza.

De seguro la justicia castigará a estos señores y a muchos otros que son buscados o ya están en poder de las autoridades. Sin dudas que las nuevas marchas serán hacia El Chipote, primero, y después hacia los Juzgados del país.

 

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