Entre los sectores involucrados en el fallido golpe de Estado en contra del gobierno del presidente Daniel Ortega Saavedra, la Iglesia Católica y los medios de comunicación propiedad o afines a la derecha oligárquica, se cuentan entre los grandes perdedores.
De la Iglesia Católica se ha dicho mucho, pero poco o casi nada de nuestros “grandes” medios como La Prensa y El Nuevo Diario -estos últimos agarraron la vara de que Daniel estaba liquidado-, que lanzaron por la borda todo rastro de objetividad, si es que algo les quedaba.
En las filas golpistas militaban desde hace mucho Confidencial, Esta Semana, Radio Corporación y otras radioemisoras de los departamentos, al igual que algunos canales y programas de televisión que han recibido decenas y decenas de miles de dólares como paga por su involucramiento.
En su apego estricto al guion golpista, los dueños de medios, principalmente la familia Chamorro, se deshicieron de cualquier tipo de rubor periodístico. Se pasaron por cualquier parte del cuerpo su tan promocionado Código de Ética, por el que pagaron miles de dólares a jactanciosos “expertos en reingeniería” extranjeros, a uno de los cuales, de origen norteamericano, vimos felicitándolos hace poco por su labor golpista.
Por supuesto que esto no asusta, porque no es nada nuevo. Los medios de comunicación en América Latina, incluyendo a los de Nicaragua, pertenecen a un conglomerado que responde a la política exterior de Estados Unidos, y las normas de presunto “profesionalismo e imparcialidad” que pregonan, están dirigidas a hacer creer a sus jóvenes reporteros que practican el mejor periodismo del mundo.
Es algo que venimos escuchando desde hace buen tiempo, incluso en las mesas de tragos donde se reúnen los bisoños hombres y mujeres de la redacción de La Prensa. En las premisas periodísticas antes anotadas, los golpistas actuales se montaron tras la victoria del FSLN en las elecciones de 2006, para acercarse a las salas de redacción en busca de prosélitos.
Y vaya que los hallaron. Las últimas generaciones de estudiantes de periodismo, sobre todo de la UCA, habían sido preparadas por numerosos profesores pertenecientes a la oposición al sandinismo, muchos de ellos militantes o simpatizantes del MRS.
Existía –y existe-, una especie de culto hacia algunos autodenominados “comunicólogos” que los hicieron creer que el verdadero periodismo en Nicaragua era en primer lugar exclusivo del diario La Prensa, y después, de El Nuevo Diario, tras derechizarse dicho medio completamente cuando aún pertenecía a sus antiguos dueños.
Vale decir que el “mérito” de la “reingeniería” en El Nuevo Diario le correspondió a Carlos Fernando Chamorro, primo de los entonces herederos del Ing. Xavier Chamorro Cardenal, quien siempre abogó por un periodismo social y de simpatía por el sandinismo. La gran labor de Carlos Fernando consistió en convertirlo en un clon del diario La Prensa.
Pues bien, fue esa la gran época de los futuros golpistas, que manejando grandes cantidades de dólares, empezaron con su labor preparatoria de “cuadros” en los medios de comunicación a través de seminarios, becas, premios nacionales e internacionales y otras regalías.
Desde entonces se apreciaba el poco respeto hacia lo que predicaban. Los directores impusieron una agenda estrictamente antisandinista, alentada por organismos desestabilizadores como la Embajada norteamericana y la USAID, que incluso incursionaron en las redacciones sosteniendo reuniones con los principales mandos.
Basados en la “escuela” gringa que recibieron en hace poco más de una década, los actuales medios de comunicación oligárquicos y sus satélites golpistas, pasaron por encima, cual aplanadora, sobre los principios del Código Internacional de Ética Periodística, de la UNESCO, que tanto invocaban cuando se erigían como especialistas de las modernas comunicaciones.
¿Qué dice la UNESCO en su código? En primer lugar, que “El pueblo y las personas tienen el derecho a recibir una imagen objetiva de la realidad, por medio de una información precisa y completa y de expresarse libremente a través de los diversos medios de difusión de la cultura y la comunicación”.
Continúa con la “Adhesión del periodista a la realidad objetiva”, y señala al respecto que “La tarea primordial del periodista es la de servir el derecho a una información verídica y auténtica por la adhesión honesta a la realidad objetiva, situando conscientemente los hechos en su contexto adecuado”.
Y sigue con “La responsabilidad social del periodista”: ‘En el periodismo, la información se comprende como un bien social y no como un simple producto. Esto significa que el periodista comparte la responsabilidad de la información transmitida. El periodista es, por tanto, responsable no sólo frente a los que dominan los medios de comunicación, sino, en último énfasis, frente al gran público, tomando en cuenta la diversidad de los intereses sociales”.
Hay más, pero paremos ahí. Es fácil apreciar que los medios de comunicación oligárquicos han faltado a lo más elemental de la ética al momento de informar a sus lectores.
Nos han servido desde hace mucho noticias sesgadas de acuerdo al particular interés de los dueños de los medios, pero en el contexto actual la sacaron del estadio con su cobertura inclinada en favor de los que asesinaron, destruyeron, golpearon, violaron, humillaron e incluso quemaron a quienes no pensaban como ellos.
A como decía hace poco un señor en el mercado Huembes al leer el titular reciente en torno a que el gobierno había destruido la economía, «cuánta infamia, La Prensa es la peor vergüenza de Nicaragua”.