Perdidos los tranques que les servían de “puestos de mando” y centros de tortura y asesinato, sobre todo los de la UNAN-Managua y Monimbó, al igual que algunos templos católicos ya desenmascarados, los golpistas del MRS y sus compinches empiezan a aferrarse a la injerencia norteamericana como su última esperanza.
Y las acciones y las amenazas no se han hecho esperar de parte del imperio. Y por supuesto, la entrega de más dinero.
Derrotados casi por completo, los golpistas esperan que el derrocamiento del presidente Daniel Ortega lo realicen los gringos o los organismos que han creado para controlar al mundo, como la OEA y la ONU con sus cascos azules.
Es innegable su desesperación. Los obispos golpistas quieren otra vez el diálogo para desde ahí exigir la rendición del mandatario sandinista. La excusa para la dimisión ya es conocida: su salida evitará más muertes en Nicaragua.
Sería una salida inconstitucional pero eso es lo que menos les importa. Quizás unos cuantos miles desean que el comandante Ortega deje el poder, pero son varios millones de nicaragüenses los que le han pedido que termine su periodo a como lo mandata la Constitución.
Ese clamor de millones, que se ha escuchado y visto a lo largo del territorio nacional, tampoco les importa a los golpistas, mucho menos a sus padrinos y financiadores norteamericanos.
No obstante, la tozuda realidad se les ha estrellado en la cara. Su persistente golpismo, que descansa en los millones de dólares que reciben de las organizaciones desestabilizadoras gringas, ha recibido su medio vuelto de parte de la mayoría de la población que desea vivir en paz.
Sus ralas marchas así lo confirman; el desprecio de la población hacia obispos y curas golpistas es otra muestra, así como la descomposición de sus grupos vandálicos presuntamente conformados por estudiantes “pacifistas” que en poco menos de tres meses, se convirtieron en avezados criminales que manejan con destreza el antiguo arte de la tortura y las vejaciones a gente indefensa.
El pueblo de Nicaragua ha vencido a la maldad, representada por traidores y resentidos de antiguo y nuevo cuño, que intentaron destruir al sandinismo en alianza con sectores de la Iglesia Católica, empresariado del COSEP, delincuentes comunes, narcotraficantes, mareros e incluso “soldados de fortuna” que recalaron en nuestro país en busca de dinero fácil y aventuras.
El “Ortega se va, porque se va”, es ya un grito que solo se escucha en boca de los cabecillas golpistas, asidos a la original promesa que hicieron a sus prosélitos, o mejor dicho secuaces, con el fin de introducirlos en el evento del “golpe suave” con la certeza de que saldrían airosos en pocos días.
La paz que asoma otra vez a Nicaragua enfurece a esta malvada gente de la derecha, que busca mimetizarse con la verdadera izquierda utilizando figuras, emblemas y consignas propios del FSLN.
Por eso los llamados de Dora María Téllez, Mónica López Baltodano y otros, a no cesar en los ataques terroristas a fin de evitar que el país recobre la normalidad perdida hace tres meses. Y lo dicen sin tapujos, convencidos de que no tendrán otra oportunidad como esta que se les fue de las manos.
El pueblo ya decidió que Daniel Ortega permanecerá en el poder hasta 2021, cuando se vence su mandato constitucional. Si anhelan llegar al poder, tendrán que buscar los votos de la población y de ahí, a que se los den, son otros cien pesos.