Nicaragüita y el triste papel de la izquierda regional

Ahora el intento restaurador llega de la mano de una derecha internacional mucho más agresiva, consciente de que las demandas de ganancia del gran capital se producen en un mundo más competitivo, con otros actores globales fortalecidos y decididos a ocupar los espacios que reivindican como propios, y en circunstancias en que su principal centro de poder, Estados Unidos, está operando de forma peligrosa, unilateral e irresponsable, en virtud de que conoce que su poderío global está en declive.

Para muchos, el estallido fue causado por el hartazgo político, porque la realidad es que la derecha liberal es muy débil, y el Consejo Superior de la Empresa Privada (COSEP) –que cogobernó con Ortega hasta apenas semanas antes del 18 de abril- carece de capacidad de movilizar a esos miles de nicaragüenses que salieron a las calles. El estallido carece de líderes visibles, más allá de grandes empresarios, sacerdotes y obispos. Y carece de programa (por ende, carece de futuro).

Lo cierto es que la situación actual de Nicaragua ha generado un inesperado grado de polémica en la izquierda latinoamericana, arrastrando en ese tsunami a connotados intelectuales y dirigentes populares y políticos, y sobre todo a una fauna de opinadores profesionales que hasta el momento habían olvidado la necesidad de la crítica, del legado del pensamiento crítico latinoamericano, preocupados en servir de caja de resonancia de aquellos que los financian, olvidando cumplir con su función de informar y opinar, más allá de citas al azar de Marx, Lenin, Gramsci y/o Fidel Castro

Y entonces aparecen los academicismos y eufemismo de nuestros críticos, muchos de ellos mirando para otro lado, cuando Estados Unidos avanza en su proyecto recolonizador con una guerra de cuarta generación, baja intensidad, de violentos focos desestabilizadores, dentro de la cual debiera encuadrarse esta supuesta “rebelión antidictatorial”.

Esta actitud no es nueva en nuestro continente. Ya sucedió en situaciones que vivió Cuba y, sobre todo, en la que aún vive Venezuela. Es una actitud cómoda, desde sus centros (y salarios) académicos, desde medios de comunicación de derecha, centro o de izquierda –tanto da-, con una capacidad asombrosa de no haberse dado cuenta de que el mundo del siglo 20 ya no existe, y que es más fácil hablar en pasado que preocuparse de las realidades del presente.

Y, entonces, comenzamos a hablar de la realidad geoestratégica, donde Estados Unidos –que sigue insistiendo en que América Latina es su patio trasero y puede regarlo o incendiarlo cuando le plazca- hoy pelea hegemonía con otras potencias como China y Rusia. Y a veces dejamos de lado la importancia que tiene sobre nuestros gobiernos, movimientos sociales y partidos políticos las manipulaciones y financiamientos de la socialdemocracia europea y sus fundaciones y ONGs, o del Vaticano, con el jesuita Jorge Bergoglio a la cabeza.

Fakenews de cuarta generación

Todas las imágenes sobre los sucesos en Nicaragua, transmitidas desde el 18 de abril por los medios hegemónicos, viralizadas en las redes, se abstienen de mostrar la otra cara, la de los ataques con armas a los locales públicos, los saqueos, los militantes sandinistas quemados vivos en plena calle, la vejación a jóvenes.

Nicaragua es rehén de una realidad falseada y ficticia que mueve el terrorismo mediático de esta guerra de cuarta generación, al ritmo de las redes sociales, donde la realidad virtual se impone sobre la realidad real, donde, incluso, la masa de gente que de forma autoconvocada, genuina y respetuosa de la paz se moviliza por la democracia es convertida en carne de cañón, en ‘daño colateral’ para lograr el objetivo final: salir del gobierno constitucional, cueste lo que cueste.

Nadie dice que los ‘manifestantes pacíficos’ atacaron, quemaron, saquearon, destruyeron la oficialista Nueva Radio Ya, la Caja Rural Nacional (Caruna), cooperativa que ha administrado los fondos ALBA para proyectos sociales en beneficio de miles de familias. y el edificio del Ministerio de Economía Familiar.

Pero al coro de los medios hegemónicos se suman organizaciones de derechos humanos, rectores de universidades y sobre todo obispos que insisten en integrar la Comisión Mediadora del Diálogo Nacional para imponer el imaginario colectivo de que es una masacre del gobierno. Nadie habla de los muertos sandinistas, civiles, policías, funcionarios; nadie habla de la caravana atacada en Estelí, o lo que pasó en Masaya.

¿Qué dirá el Santo Padre que vive en Roma?

Y, sobre todo, se invisibilizó la activa y agresiva participación del Episcopado y de sacerdotes e iglesias católicas en actos vandálicos: iglesias usadas como arsenales, obispos y curas arengando a la rebelión y a la muerte desde los púlpitos, paramilitares de la derecha disfrazados de monjitas para llevar a cabo sus matanzas… Nada dijo el papa Francisco desde sus aposentos en el Vaticano.

Pero ese imaginario colectivo, quizá transmitido también por los medios vaticanos, alcanzó, por ejemplo, al reconocido teólogo brasileño de la liberación, Leonardo Boff, quien hizo pública una carta en la que se declaró «perplejo por que un gobierno que condujo a la liberación de Nicaragua pueda imitar las prácticas del antiguo dictador», al manifestar apoyo a los obispos del país, “mediadores” en el conflicto interno que enfrenta el país centroamericano, según el sitio web Confidencial.

La internacional capitalista existe, la moviliza el movimiento libertario de extrema derecha y, obviamente, está muy bien financiada: funciona a través de un inmenso conglomerado de fundaciones, institutos, ONGs, centros y sociedades, unidos entre sí por hilos poco detectables, entre los que se destaca la Atlas Economic Research Foundation, o la Red Atlas, señala el analista Álvaro Verzi Rangel.  

Cabe destacar que varios líderes ligados a Atlas consiguieron ganar notoriedad últimamente: varios ministros del gobierno conservador argentino, senadores bolivianos y dirigentes del Movimento Brasil Livre (MBL), que ayudaron a derrocar a la presidenta constitucional Dilma Rousseff, según señala Lee Fang en un exhaustivo informe en The Intercept.

La red Atlas, que ayudó a alterar el poder político en diversos países, es una extensión tácita de la política exterior de EEUU – los think tanks asociados a Atlas son financiados por el Departamento de Estado y la National Endowment for Democracy (Fundación Nacional para la Democracia – NED), brazo crucial del soft power estadounidense y directamente patrocinada por los hermanos Koch, poderosos billonarios ultraconservadores.

La NED y el Departamento de Estado, que cuentan con entidades públicas que funcionan como centros de operación y despliegue de líneas y fondos como la Fundación Panamericana para el Desarrollo (PADF), Freedom House y la Agencia del Desarrollo Internacional de Estados Unidos (Usaid), son los principales entes actores que reparten directrices y recursos, a cambio de resultados concretos en la guerra asimétrica en la que participan.

Las investigaciones del periodista estadounidense Max Blumenthal y del catedrático venezolano Álvaro Verzi Rangel, pusieron al descubierto el rol de entidades como la Usaid, Freedom House, y la NED en el financiamiento de ONG’s nicaragüenses, que llamaron al derrocamiento de Ortega. La Usaid aportó 5,2 millones de dólares, para “la capacitación de la sociedad civil y las organizaciones de medios de comunicación”.

En junio, los dirigentes del M19, el grupo estudiantil que comenzó las protestas antigubernamentales viajaron a Washington, financiados por Freedom House, donde se reunieron con la ultraderecha parlamentaria estadounidense. Félix Madariaga, uno de los líderes del M19, está al frente del •Instituto de Estudios Estratégicos y Políticas Públicas, recibió 260,000 dólares de la NED. Otras fundaciones como “Hagamos Democracia”, de Luciano García, recibió 525,000 dólares de la NED desde 2014.

En 2017 un millón de dólares fue entregado por la NED a la Comisión de DDHH de Nicaragua, sl Centro para la Empresa Privada, al Instituto Republicano Internacional, a la Fundación Iberoamericana de Cultura, a la Fundación Desarrollo Económico Social y 305,000 dólares a grupos anónimos para la “promoción de la democracia.

Si, no, quizás

Algunos intelectuales de izquierda como Raúl Zebchi, señalan que “tenemos la segunda oportunidad de que la izquierda latinoamericana se redima de todos sus “errores”,  y llaman a condenar  la masacre que están perpetrando Daniel Ortega y Rosario Murillo contra su propio pueblo”. Dice que culpar al imperialismo de los crímenes propios es absurdo.

Otros, como Atilio Borón, comparan líricamente a la revolución nicaragüense como la niña que navega en un bote en un mar embravecido y con un timonel que ha perdido el rumbo.

“Aún bajo estas circunstancias, sería absurdo entregar a la niña a sus verdugos o hundir el bote y arrojarla al mar. Ya sabemos lo que ocurrió cuando gobiernos progresistas o de izquierda cayeron a causa de la conspiración imperial. Basta mirar lo acontecido en Honduras, Paraguay o Brasil para vislumbrar lo que podría ocurrir en Nicaragua si la ofensiva destituyente en curso fuese coronada con la victoria”, indica

Lo de Nicaragua es una demostración más del poder del terror mediático de los medios hegemónicos trasnacionales y cartelizados y de su capacidad de imponer imaginarios colectivos en la región. Y, también, de una agencia propia de los medios alternativos (al mensaje hegemónico), preocupados permanentemente por seguir reactivamente la agenda del enemigo y creer que la resistencia es la denunciología, sin informar sobre lo que realmente pasa.

Cuidado: no justificamos las acciones del gobierno nicaragüense, ni los pactos ‘tácticos’ con enemigos históricos del sandinismo ni la imposición de una reforma previsional siguiendo los modelos del FMI y sin consulta alguna con las bases ni la ciudadanía.

Lo que sí alertamos es que esta época de la posverdad exige que haya un pensamiento único, imágenes únicas, un solo discurso, y ese relato manejado desde los centros de inteligencia del norte, ha logrado quebrar el raciocinio de algunos que durante muchos años dieron muestras fehacientes de integridad y ética.

Hoy Nicaragua –no sólo el gobierno de Daniel Ortega y Rosarito Murillo- sufre los embates de la derecha vernácula, financiada, pertrechada y aguijoneada desde el norte. Muy probablemente este estallido fue iniciado “por errores de conducción, por fallas en la subjetividad de la dirección, por métodos y prácticas incorrectas”, como analiza Sergio Rodríguez. Lo cierto es que la muerte y la destrucción disfrazadas de democracia se quieren instalar en Nicaragua.

No parece verosímil la versión de que EEUU trasladó a Nicaragua parte de los mercenarios que protagonizaron las ‘guarimbas’ en Venezuela, pero sin lugar a dudas la caída del sandinismo debilitará el entorno geopolítico de Venezuela, y aumentaría las posibilidades de que la violencia se generalice en toda la región.

Pero los errores que se han cometido, los desvíos de la senda revolucionaria y popular, los tendrá que superar el propio pueblo nicaragüense, sin injerencias, sin recomendaciones gringas ni soluciones llegadas desde Washington vía Luis Almagro y la Organización de Estados Americanos, o de su Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

El periodista argentino-mexicano José Steinsleger, buen conocedor de Nicaragua y la gesta revolucionaria, señala que “el pueblo sandinista decidirá. Mas no para que los escritores caigan en el prosaísmo de ser aclamados por consideraciones que exceden sus méritos literarios, o convirtiendo la paradoja en receta de buena ciudadanía”. Será el propio pueblo el que exigirá retomar el camino correcto.

Nicaragua, junto a Venezuela, Cuba y Bolivia, se ha convertido en una piedra en el zapato de los proyectos “panamericanistas” de Estados Unidos y sus repetidores, y hoy usan todos los argumentos para aniquilarla. No es la primera vez, tampoco. Tras la revolución sandinista, llegó la guerra del escándalo Irán-Contras, la agresión desde Honduras, el bloqueo de los puertos, las sanciones económicas, el intento de rendir por muerte o por hambre al pueblo.

La historia nos muestra que la revolución sandinista significó la tercera derrota de EEUU ante Nicaragua. La primera, a mediados del siglo XIX, cuando el mercenario Walker intentó crear una extensión de Estados Unidos en Centroamérica; a comienzos del siglo XX cuando el general Sandino y su Ejercito de Hombres Libres los hizo morder el polvo de la derrota y los expulsó del territorio nacional y en 1979, cuando hicieron huir a Anastasio Somoza (“nuestro hijo de puta”, como lo llamó Franklin Roosevelt).

En el encuentro habanero del Foro de Sao Paulo, el segundo secretario del Partido Comunista Cubano, José Ramón Machado Ventura, señaló que con respecto a Nicaragua, la posición cubana es categórica: en la medida en que Estados Unidos trata de manipular asuntos internos que solo los nicaragüenses deben resolver sin injerencia externa alguna, nuestro Partido ha dado, da y dará toda la solidaridad que demande el Frente Sandinista de Liberación Nacional para posibilitar el retorno de la paz al país”.

Toda esta realidad, toda esta barbarie, encubre otra realidad: la crisis de la integración latinoamericana y caribeña y atenta contra los esfuerzos de preservar la Celac y los demás proyectos integradores. Esa debiera ser una causa unitaria que las fuerzas (e intelectuales) de izquierda deberían colocar entre las/sus prioridades. También encubre el fracaso en propiciar la formación de nuevos cuadros, nuevos líderes, para dirigir las batallas actuales y las que vienen. Decía Fidel Castro que hay que saber dónde esté el imperio para ponerse en la trinchera del frente.

Los opinadores hegemónicos invisibilizaron la crueldad y el salvajismo de algunas protestas (quemaron vivo a un funcionario, balearon sedes gubernamentales, incendiaron escuelas, vejaron militantes), mientras por el otro lado se obvió la dura y brutal represión del gobierno.

Hace muchos siglos, Aristóteles sostuvo que la única verdad es la realidad, mal les plazca a nuestros opinadores. Hace cien días que se especula a través de los medios, mientras el gobierno de Estados Unidos (y otros países satélites) siguen amenazando a Ortega, “exigiendo” elecciones adelantadas. ¿Y si las gana Ortega otra vez?

Nadie aventura qué pasaría si cae el gobierno Ortega-Murillo, dado que los sublevados carecen de programa y no se avizora recambio, tampoco, dentro del sandinismo. El gobierno aún se sostiene, y si Ortega logra aplacar la protesta, no sería nada raro que la COSEP y la Iglesia se sienten a negociar el futuro de sus negocios.

En 1959 el escritor guatemalteco Augusto Monterroso escribió el cuento más corto de la historia: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. La interpretación queda librada a cada lector.

 *Periodista y comunicólogo uruguayo. Mágister en Integración. Fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *