Golpistas se especializaron en asesinar policías

* En la mayoría de naciones del mundo, defender la seguridad es una prioridad antes que todo. Sin ella nada funciona, habría zozobra en los hogares, en las empresas, en las calles, en los colegios, incluso en el gobierno. Los gringos cuidan tanto su “seguridad nacional” que le dieron rango de ministerio a fin de defenderse, entre otras cosas, del terrorismo.

Aunque los cabecillas del fracasado golpe de Estado iniciado el 18 de abril pasado quieran hacer creer que se trató de una “revuelta pacífica”, la verdad es que el número de personas que murieron por su culpa, entre ellos 22 policías, dice todo lo contrario, pues existe abundante evidencia de que intentaron destruir la legitimidad institucional lograda a través de los votos.

Precisamente las acciones criminales dirigidas en corto tiempo en contra de los agentes de la Policía Nacional, demuestran el ánimo de desarticular y desestabilizar el gobierno con la utilización de métodos violentos dirigidos a crear el caos social.

Fue un intento de golpe de Estado cruento, lejos del teorizado “golpe suave” idealizado por el agente de la CIA, Gene Sharp y sus seguidores locales. Contó además con una larga preparación que incluyó el desprestigio sistemático de los agentes del orden y sus jefes.

El diario ataque en contra de la Policía fue tal, que prácticamente los oficiales no podían ni imponer una multa de tránsito porque eran filmados y luego denigrados en las redes sociales. Igual ocurría –y sigue ocurriendo-, cuando se presentan a un determinado lugar a hacer efectiva la captura de una persona sospechosa de cometer algún delito.

El golpe de Estado es un delito mayor y eso se explica la campaña antipolicías impulsada por la derecha golpista, a fin de garantizarse impunidad al momento de cometer sus delitos. Los agentes del orden fueron asesinados, heridos y hasta quemados vivos, precisamente por delincuentes que trataban de evadir sus transgresiones.

Vimos los asedios brutales contra varias estaciones de Policía, la masacre de Morrito, la exigencia de rendición que hicieron Marcos Carmona, de la CPDH y un cura, al jefe de la Policía de Nagarote, y los intentos por tomarse la Policía de Masaya para matar a todos sus integrantes, incluyendo al comisionado general Ramón Avellán.

La fuerza policial está integrada por humanos, que pese a ser adiestrados, no se convierten automáticamente en seres perfectos. Cometen errores e incluso algunos son dados de baja por incurrir en hechos delictivos.

Pero la gran mayoría de nuestros agentes se han portado a la altura, lo que explica que hasta antes del fallido golpe de Estado, fuéramos uno de los países más seguros de América Latina y el más seguro de Centroamérica. En alguna medida lo seguimos siendo.

El temor a la efectividad de nuestros agentes del orden fue lo que indujo a los obispos golpistas participantes como presuntos “testigos y garantes” en el abortado diálogo nacional, a exigir al gobierno del presidente Daniel Ortega el acuartelamiento de la Policía. Querían dar el golpe sin estorbo ninguno.

Por eso es que gran parte de la población demanda actualmente justicia por las 198 personas asesinadas por los golpistas, incluidos los 22 policías. Y eso que no contamos a los miles de heridos, muchos de los cuales presentarán secuelas por el resto de sus vidas.

Para usar el ejemplo de la nación por la que los derechistas suspiran, en Estados Unidos la mayoría de los cabecillas del actual golpe de Estado enfrentarían cadena perpetua o la pena de muerte.

En mayo del presente año, tras varios ataques a policías norteamericanos (que sí son violentos e incluso disparan contra muchas personas por racismo y otras causas), el presidente Donald Trump pidió generalizar la pena de muerte como castigo contra aquellos que asesinen a agentes del orden. De hecho, fue uno de los temas de su campaña para llegar a la Casa Blanca.

Trump, admirado por los neofascistas de Nicaragua, dijo: “No vamos a dejar que cosas malas le pasen a nuestros policías. Creemos que los criminales que maten a nuestros policías deben sufrir la pena de muerte”.

Aquí, algunos se regocijan con esas medidas o promesas hechas en Estados Unidos, e igual se alborozaron a través de las redes sociales cuando comenzaron a caer nuestros policías víctimas de las balas asesinas de los golpistas.

En la mayoría de naciones del mundo, defender la seguridad es una prioridad antes que todo. Sin ella nada funciona, habría zozobra en los hogares, en las empresas, en las calles, en los colegios, incluso en el gobierno. Los gringos cuidan tanto su “seguridad nacional” que le dieron rango de ministerio a fin de defenderse, entre otras cosas, del terrorismo.

La seguridad es también un tema importante en Nicaragua, al igual que la paz, por eso debemos todos comprometernos a apoyar a nuestra Policía Nacional a fin de que no vuelva a repetirse un episodio tan doloroso como el ocurrido hace pocas semanas. Esa es una de las razones por las que los asesinos deben pagar por las vidas que arrebataron.

 

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