El fino olfato de La Mona, una perra antinarcóticos entrenada en Bogotá, fue el inicio de una operación transnacional entre Colombia y México que permitió la incautación el pasado jueves de dos toneladas de cocaína pintada de negro que estaba camuflada en bolsas como tinta para cartuchos de impresora. La policía colombiana anunció el éxito del operativo conjunto. De nuevo, la creatividad de los traficantes para camuflar la sustancia pone a prueba a las autoridades, pero en este caso el truco quedó al descubierto.
El canino olfateó un contenedor de madera que iba ser llevado a un avión de carga en el aeropuerto internacional Eldorado, de Bogotá, y que había generado sospechas porque su destino era Sinaloa, México. En el camión había 48 cajas con un polvo negro que había sido embalado en bolsas y rotulado como un compuesto químico para cargar cartuchos de impresoras y tóner de fotocopiadoras. La Mona, una perra labrador que forma parte del escuadrón antinarcóticos que está apostado en el muelle internacional, se plantó sobre el cargamento, con lo que advirtió a los agentes de la policía colombiana de que se trataba de un estupefaciente. Luego vinieron las pruebas químicas que dieron positivo por clorhidrato de cocaína. Las cajas sumaban 1.070 kilos del estupefaciente, poco más de una tonelada, que podría costar en los mercados de México alrededor de 19 millones de dólares y que representan, al menudeo, 2,6 millones de dosis.
Pero esta es solo la primera parte del operativo, según las autoridades sudamericanas, ya que una vez la policía colombiana confirmó el hallazgo detectó que otro cargamento de coca negra, con el mismo destino, ya había sido despachado desde Eldorado, sin que los perros lo detectaran. Según las autoridades colombianas, dieron el aviso a sus pares mexicanos, señalándoles el vuelo en el que fue enviado el alijo y que más tarde fue ubicado en un hangar del aeropuerto de la capital mexicana.
Allí, agentes de la Policía Federal y de la Procuraduría abrieron los costales rotulados como “óxido de zinc” y realizaron las mismas pruebas químicas. El resultado: 961 kilos de cocaína, lo que sumado a lo incautado en Colombia completan las dos toneladas del alcaloide.
Aunque no hubo capturas, las policías de ambos países sospechan que este multimillonario cargamento de droga tenía como destinatario el cartel de Sinaloa que lidera el prófugo Joaquín El Chapo Guzmán. “Al parecer fue enviado por una red narcotraficante que tiene arraigo en la Costa Atlántica de Colombia”, señala un comunicado de la policía. Los documentos que acompañaban estas sustancias tenían como remitente una compañía con sede en el sur de Bogotá, mientras que el destinatario era un consorcio de Sinaloa. Las autoridades investigan si estas son empresas fachadas de los carteles colombianos y mexicanos.
“La coca negra no existe. Aquí lo que hemos encontrado es una forma de ocultamiento. Una especie de zinc, que sí se utiliza para cargar los tóner de las fotocopiadoras, fue mezclado con el clorhidrato de cocaína. Muy seguramente, detrás de esta modalidad hay personas con altos conocimientos en el manejo químico de estas sustancias”, indicó en rueda de prensa el director de la policía colombiana, el general Rodolfo Palomino.
Para recuperar el color y la cantidad exacta de clorhidrato puro, las autoridades colombianas explicaron que hay que utilizar solventes y varios procedimientos. En lo que va del año, Colombia se ha incautado de 115 toneladas de cocaína, 42 de ellas en el extranjero.