En el verano de 2003 un futbolista inglés que le pegaba a la pelota como los dioses fichaba por el Real Madrid. En cualquier caso, la verdadera pegada de aquel británico carilindo y metrosexual no estaba en el campo sino en el área de marketing de Chamartín.
David Beckham fue una mina de oro para Florentino Pérez y sus galácticos. El conjunto madrileño desembolsó 37,5 millones de euros al Manchester United por su contracción, pero su verdadero rédito estaba en la mercadotecnia. Las marcas deportivas y de moda se peleaban por contar con la imagen de Beckham y de los ingresos que obtenía de cada uno de sus contratos, el 50% iba a parar a las arcas madridistas. Entonces el Madrid vendió 8.000 camisetas con el nombre y el apellido del inglés en sus primeras siete horas como jugador blanco. El volante cambió la manera de hacer negocios en el fútbol. A lo largo de su carrera, Beckham vendió más de 10 millones de camisetas: 1.000 millones de euros que se repartieron los clubes en los que militó.
El mismo verano que Beckham fichó por el Madrid, otro futbolista con facciones menos agraciadas pero dueño de un talento único con la pelota llegaba a Barcelona. Ronaldinho Gaucho aterrizó en Can Barça para cambiar la historia de un club deprimido. Su carisma y su fútbol le devolvieron la sonrisa al Camp Nou y llevaron al cuadro de Frank Rijkaard a lo más alto de Europa (el club azulgrana conquistó la Champions en 2006). Sin embargo, al poco su fútbol se comenzó a extinguir, no así su magnetismo con la afición. Eso no tiene fecha de caducidad. A sus 35 años la última aventura de Ronaldinho en el fútbol duró un poco más de dos meses. El pasado 11 de julio el Fluminense hizo oficial la contratación del exfutbolista del Barcelona y ayer el club carioca anunció, a través de un comunicado, la rescisión del contrato “de forma amistosa y de muto acuerdo” del exjugador azulgrana. Aunque en Río de Janeiro nadie se mosqueó: el negocio de la contratación de Dinho ya no está en el césped. Ronaldinho, como Beckham, se convirtió en una estrella mediática.
“La contratación de Ronaldinho correspondió a las expectativas en términos de retorno de mercadotecnia con aumento de la recaudación por venta de entradas al estadio y camisetas con su nombre”, explicó la entidad brasileña en el comunicado. Y prosiguió: “El Fluminense y Ronaldinho siguen con lazos mantenidos y planean trabajar en otros proyectos en el futuro”. El ganador del Balón de Oro en 2005 correspondió al club con un afectivo mensaje en Facebook: “Gracias a todos, chicos del Fluminense. Quiero agradecer al presidente, a todo el personal y a los jugadores por el cuidado y dedicación a mí y mi familia. Me despido de este gran club con mucho respeto y agradecido”. Su pasó por el Flu dejó un saldo de 555 minutos jugados en los que no pudo marcar gol alguno.
No es la primera vez que Ronaldinho revoluciona más la atmósfera que el fútbol en un club. En la temporada 2014-2015 jugó en el Querétaro de México. Disputó un total de 29 partidos (22 de titular), aunque en el país azteca dejó autografiadas ocho redes. “Vino, principalmente por un tema de marketing. Nadie esperaba que fuera el mejor jugador de la liga. México es un país amigable y laxo, ideal para un retiro dorado”, explicó en su momento al diario EL PAÍS el comentarista de deportes Geo González.
Ahora queda por descubrir cuál será el nuevo destino del astro brasileño, ya no importa cuántos tantos marque. Sus goles ya no se celebran en el campo. Ronaldinho no será tan lindo como Beckham, pero sabe vender muchas camisetas.
El Fluminense fue el cuarto equipo en la liga brasileña en el que Ronaldinho jugó. Antes ya se había puesto las camisetas del Gremio, el Flamengo y el Atletico Mineiro.
Ronaldinho es uno de los ocho jugadores que han levantado la Copa Libertadores y la Champions (con el Atlético Mineiro en 2013 y el Barcelona en 2006). Completan la lista: Neymar (el Santos y el Barça), Tévez (el Boca y el United), Dida (el Cruzeiro y el Milan), Cafú (el São Paulo y el Milan), Walter Samuel (el Boca y el Inter de Milán), Roque Junior (el Palmeiras y el Milan) y Juan Pablo Sorín (el River Plate y la Juve).
En el Barça mostró su mejor versión como futbolista y se coronó con el Balón de Oro en 2005.