Siete días para destruir conquistas de años

El anuncio de terminar con la gratuidad de la universidad y la salud públicas, la eliminación de ministerios clave y la anulación de contratos para la construcción de viviendas populares son algunas de las iniciativas de Temer.

 

Hoy se cumple una semana del putch parlamentario que separó de su cargo a la presidenta Dilma Rousseff y franqueó el ascenso de Michel Temer, que posiblemente ya haya perdido el 2 por ciento de popularidad del que gozaba hace 8 días. En los últimos siete, Temer presentó un gabinete sin ministros negros ni mujeres que a poco de entrar en funciones anunció el fin de la gratuidad de la universidad pública, la extinción del ministerio de cultura, la eliminación de la universalidad de la salud pública, la (contra)reforma previsional, la anulación de contratos para la construcción de viviendas populares, la revisión de la diplomacia preferencial hacia Latinoamérica y recortes en la Bolsa Familia.

“Este es un gobierno extremadamente conservador en lo político y liberal en lo económico” resumió Rousseff. “Desde que llegaron están hablando de cortar beneficios sociales, en el caso de la Bolsa Familia hablan de cortar de un 10 a un 30% (de su presupuesto), ¿saben que significa eso?, significa sacar hasta 36 millones de personas de la Bolsa Familia de un plumazo” afirmó ayer Dilma en diálogo con internautas, desde su nueva base de operaciones política en el Palacio de Alvorada. En esa residencia oficial también recibió a legisladores con quienes analizó la estrategia a desplegar en el juicio político que se le sustentará en la Cámara Alta. Donde será juzgada por los mismos senadores que aprobaron por 55 votos a 22 la apertura del proceso, un dato que autoriza a pensar que será difícil que la absuelvan.

Luego de visitar a la presidenta el senador Humberto Costa, jefe del bloque del PT, dijo haberla visto “optimista” ante la temprana reacción de la opinión pública frente a un gobierno que “comete un error tras otro” y no satisface las expectativas que había generado en una parte de la sociedad.

Si hubiera que escoger la foto de la semana inicial de Temer, en ella no estaría él sino la actriz Sonia Braga en Cannes, junto a otros miembros del elenco de la película Aquarius, denunciando el “golpe” con cartelitos escritos en inglés y francés. Fue tan potente el impacto de esa noticia que repercutió hasta en Globo y otras cadenas periodísticas privadas unidas en una muralla que impide el paso de los relatos en los que se menciona al golpe, del que sí hablan los miles de ciudadanos que se han volcado a las calles desde la caída de Rousseff. Protestas en las que se observa un buen número de personas que no pertenecen ni votaron al PT, pero exigen el respeto del sufragio popular. Ha surgido una indignación anticonservadora más vigorosa y temprana de lo que se esperaba, con el protagonismo de los movimientos sociales y de mujeres en pie de guerra contra el machismo blanco que exuda la nomenclatura temerista. La insurgencia femenina es particularmente activa, es un activismo que fue fermentando en los últimos meses cuando la presidenta dejó su despacho para encabezar decenas de actos en varias ciudades. Una actitud que tal vez debería ella haber tomado antes para frenar el aluvión antipolítico y de clase media que exigía su renuncia.

En cierta medida esta nueva rebelión cívica, progresista, es la que se expresa en las declaraciones de Sonia Braga (fuerte candidata a la Palma de Oro en Cannes) y el actor Wagner Moura protagonista de la serie Narcos y la película Tropa de Elite, él tampoco es petista, quien deploró el “conservadurismo y oscurantismo” del nuevo régimen. Y del cantante Caetano Veloso, quien desde hace años rompió con el PT, pero repudió el impeachment y esta semana tocará en un edificio ocupado por trabajadores de la cultura en Río de Janeiro.

Si en lugar de elegir una foto, hubiera que elegir dos sobre los primeros siete días del gobierno interino, la segunda no sería para Temer sino para Eduardo Cunha, considerado por el Ministerio Público Federal como el “jefe” de una organización delictiva que tomó cuenta de la Cámara de Diputados.

Esa fotografía de Cunha seguramente será tomada hoy cuando él reaparezca en el Legislativo, a pesar de que fue suspendido de sus fueros por el Supremo Tribunal Federal que lo procesó por varios cargos a partir de las evidencias de que era una pieza importante en la trama de corrupción que estafó a Petrobras con la complicidad de grandes empresas constructores y miembros del PT.

Ingresar al Legislativo a pesar de su desafuero provisorio será una demostración del poder que aún detenta Cunha, un socio sin el cual Temer no hubiera llegado a donde está. Porque fue el ex jefe de la Cámara baja quien regimentó a unos 200 congresistas, entre ellos muchos pastores, policías y procesados por la justicia, para que se apruebe el impeachment contra Dilma en la cómica sesión del domingo 17 de abril cuando la oposición aplastó al gobierno por 367 votos a 137. Decretando el irremediable fin de la mandataria electa, semanas más tarde también sería derrotada en el Senado.

A pesar de que Temer evitó mostrarse ante los camarógrafos junto a su correligionario Cunha – el político brasileño con peor imagen – él es el padrino de dos miembros del gabinete y del nuevo jefe del bloque oficialista en Diputados.

Sin el apoyo de esa bancada el jefe de estado provisorio no logrará aprobar ninguna de las leyes indispensables para implementar el programa de ajuste prometido a los banqueros e inversores extranjeros, éstos representados por el titular de Hacienda Henrique Meirelles.

El ex ejecutivo del Banco de Boston Meirelles es el fiador del nuevo jefe del Banco Central, Ilan Goldfajn, a su vez jefe de economistas del Banco Itaú.

Por cierto Meirelles es el superministro del gabinete de Temer, un presidente con dificultades que para garantizar la gobernabilidad depende en buena medida del poder en las sombras de Cunha.

Ese es el triunvirato sobre el que se apoya el nuevo régimen, que en su segunda línea de poder tiene al canciller José Serra, que en su discurso de toma de posesión ayer anunció el fin de la diplomacia con eje en las relaciones Sur-Sur, el estrechamiento de los vínculos con Argentina y Estados Unidos, y la revisión del Mercosur para retomar su dimensión comercial.

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