El equipo de Martino jugó un primer tiempo casi perfecto, sacando ventaja con un tanto de Lavezzi y un golazo de tiro libre de Messi. Higuaín marcó el tercero y el cuarto, traduciendo en cifras las diferencias de jerarquía que hubo entre los dos seleccionados.
Argentina derrotó a Estados Unidos por 4-0 en Houston y jugará el domingo la final de la Copa América Centenario, en la que será su tercera final consecutiva, con el objetivo impostergable de poner fin a la sequía de veintitrés años sin títulos internacionales.
En la previa al enfrentamiento de anoche, Martino y varios de sus dirigidos hicieron declaraciones marcando que la selección local sería un rival duro, difícil, que llegaba con dos días más de descanso, que se podrían sentir más por la alta temperatura. Esas afirmaciones se reforzaban desde el periodismo mostrando el parejo historial entre ambos equipos en cuanto a partidos disputados en este certamen continental. Y ni siquiera las tres importantes bajas que presentaba el conjunto de Klinsmann (Wood, Jones y Bedoya) atenuaban el alerta por lo que podían producir los estadounidenses.
Todas estas previsiones se hicieron añicos en el comienzo del partido. Después de presionar bien cerca del área rival, Lavezzi ejecutó un corner tocándola corta para Banega, éste se la devolvió y el Pocho la alargó para Messi, quien frotó la lámpara y sacó un hermoso pase por arriba de todos los defensores que Lavezzi transformó en gol cabeceándola por sobre la salida de Guzan.
Pese a ponerse tan rápido en ventaja, la Selección no cedió el protagonismo. Mientras, los once de Klinsmann corrían y corrían para cortar los circuitos argentinos. Y las pocas veces en que lo consigueron perdían rápido el balón ante la presión ordenada y asfixiante de Messi y compañía.
A favor de la jerarquía de sus individualidades, el equipo de Martino se hizo sólido desde la tenencia de la pelota, asegurando su destino en los pases, triangulando en todos los sectores del campo. Como si eso fuera poco se vio a un Messi muy enchufado. El fue el encargado de esas verdaderas estocadas que tardaban demasiado en aprovecharse para aumentar la diferencia, hasta que él mismo se encargó de que eso no siguiera sucediendo. Cerca de los 30 minutos, Lio encaró hacia Guzan. Wondolowski lo frenó con foul. Messi acomodó la pelota, se ató los cordones de ambos botines, elevó su vista al cielo y clavó un zurdazo espectacular, en el ángulo del palo donde esperaba el arquero. Golazo. 2-0. Y sensación de que ante un Messi así, nada se puede hacer y cualquier record puede caer, como pasó con el de Batistuta, que ahora es el segundo goleador en la historia de la Selección, detrás de la Pulga, que llegó a los 55 tantos.
El inicio del complemento fue un calco del arranque el partido. Lavezzi cortó la pelota muy cerca del área, levantó la cabeza y le puso un pase perfecto a Higuaín, que señaló el 3-0 en el segundo intento, porque su primera definición fue tapada por Guzan.
Siguió siendo ambicioso el seleccionado y creando situaciones como para pensar en la goleada. En contraste, Estados Unidos no reaccionó nunca. Sí perdió el orden y bajó la intensidad de su despliegue físico, abriendo espacios que Argentina capitalizó muy cerca del final, cuando Messi ganó una pelota y le sirvió al Pipita el segundo de su cuentra personal. Así se consumó un resultado contundente que ratifica el favoritismo con que la Selección llegó a esta Copa América. El domingo, en Nueva Jersey, ante le ganador de la serie que disputarán esta noche Colombia y Chile, tendrá la oportunidad de alzar el trofeo que todos le reclaman a esta generación para subirla al podio de las inolvidables.