Según sus abogados, el narcotraficante ha perdido la noción del día y la noche. Tenía un reloj pero se lo quitaron y no le dejan ver televisión.
Hace tiempo que El Chapo perdió la noción del tiempo, del día y de la noche, recluido 23 horas diarias en una celda sin ventanas en la que tirita de frío y está empezando a perder la cabeza. Se queja de que oye música, pese a que la radio está apagada. Los abogados que defienden a Joaquín Guzmán Loera en Estados Unidos describen como una pesadilla el día a día del considerado mayor narcotraficante del mundo. Los letrados advierten de que su estado ha empeorado en las últimas semanas y reclaman que se suavicen sus condiciones de reclusión.
Desde que fue extraditado por México, el 19 de enero, El Chapo está recluido en el Metropolitan Correctional Center (MCC), en Nueva York, en un recinto de máxima seguridad famoso por sus condiciones extremas. En una moción presentada esta semana, su defensa relata que la climatización de su celda funciona mal y que a menudo le falta ropa de abrigo y pasa frío. La luz eléctrica siempre está encendida, incluso cuando es de noche, de modo que le cuesta distinguir en qué momento del día está. “Compró un pequeño reloj -dentro de un economato que hay en el centro-, pero se lo quitaron de la celda sin explicación. Sin ventana ni acceso a la luz natural, el reloj era su única manera de distinguir el día de la noche”, explica el documento.
El Chapo debería poder ver una hora de televisión diaria de lunes a viernes, pero el televisor al que tiene acceso está siempre apagado porque, según los responsables de su vigilancia, “están buscando programas adecuados, como documentales de National Geographic”. Además, su tiempo catódico coincide con la única hora de ejercicio a la que tiene derecho, en una sala sin ventanas al exterior.
Hasta ahora, las únicas visitas que recibido Guzmán Loera son de sus abogados, que además no pueden trasladarle ningún tipo de mensaje de su mujer, Emma Coronel. El capo no puede hablar con ningún interno y ningún guardia tiene permitido establecer conversación con él. En Estados Unidos tiene que responder por 17 delitos, que podrían implicar una condena a cadena perpetua. Los fiscales consideran además que es responsable de miles de muertes, secuestros y torturas en todo el mundo, sobre todo en México, además de dueño del mayor imperio de la droga, formado a lo largo de cuatro décadas.
Las dos fugas que protagonizó en México –la última, en 2015, fue una humillación nacional– han llevado a la justicia americana a extremar las precauciones. Sus abogados consideran sin embargo que el trato a Guzmán viola la primera, la quinta y la sexta enmienda de la Constitución. El recinto de máxima seguridad del MCC, la llamada Unidad 10, ha sido denunciada también por Amnistía Internacional.
Pese a que sus abogados alertan que la situación es insostenible, El Chapo empezó a sufrir achaques físicos y psíquicos ya en México, aunque su aislamiento era menor del que sufre ahora y podía recibir las visitas de su esposa. Sus condiciones actuales, según explican los abogados, se han deteriorado gravemente.
Guzmán pidió ver a un sacerdote y recibió la visita de dos que habían sido previamente autorizados, pero el encuentro con el primer religioso no duró más que unos pocos minutos porque este no hablaba español, mientras que el segundo usó a un guardia como traductor.
En la moción, la defensa también teme los efectos de toda la expectación mediática que genera la historia del narcotraficante y los libros y películas que se están produciendo sobre su vida (como la nueva serie de Netflix o un filme de Ridley Scott), ya que, a su juicio, predispone a considerarle culpable. Los abogados critican que su cliente no pueda hablar con la prensa y ofrecer su versión de los hechos cuando se difunde un relato que da por hecha la culpabilidad. El Chapo ha caído en la trampa de su propia leyenda.