Comenzaba la década del 60 del siglo XX, Cuba estaba en plena efervescencia de la Revolución triunfante en 1959, las fuerzas populares por fin eran dueñas de su destino, y la oligarquía pro yanqui ya no tenía poder, pero quería recuperarlo con la ayuda del Tío Sam.
Para lograr su objetivo hicieron de todo: desde suprimir la cuota azucarera y prohibir la entrada de petróleo al país, hasta armar y equipar una fuerza paramilitar de exiliados cubanos sin escrúpulos, con la clara misión de invadir la Isla.
Como expresa en su artículo La Batalla de Playa Girón, el Teniente Coronel Jorge Hernández Garaboto, primer investigador del Centro de Estudios Militares (CEMI), a partir 17 de marzo de 1960 fueron establecidos 13 campos de entrenamiento en Guatemala, Nicaragua y en bases norteamericanas existentes en Puerto Rico, la zona del canal de Panamá y en territorio continental estadounidense.
La fuerza mercenaria estaba constituida por unos mil 500 hombres bien armados, provistos de tanques, artillería y una fuerza aérea de más de 40 aviones, que era más poderosa, destructiva y agresiva que la de todos los países de Centroamérica y el Caribe juntos.
También poseía una flota bélica con barcos artillados, que navegaban sin tropiezo con banderas inocentes cambiantes de color y de forma, con tanta frecuencia que resultaba imposible identificarlos.
El territorio seleccionado para la invasión a Cuba estaba constituido por una estrecha franja de playa al sur de la entonces provincia de Las Villas, con escasa población, pocas vías de acceso y con facilidades para aterrizar.
Resultaba un lugar apropiado para ejecutar el plan de la CIA, que contaba con el visto bueno de la Junta de Jefes de Estado Mayor y la aprobación del Presidente norteamericano.
El objetivo estratégico era aislar una región del territorio cubano, situar allí un gobierno provisional y desarrollar operaciones de desgaste que dieran la imagen de la existencia de una guerra civil, pretexto para la intervención militar de las Fuerzas Armadas norteamericanas.
Tres escuadrillas de bombarderos B-26 partieron el 15 de abril de 1961, desde Nicaragua hacia Cuba, y al amanecer atacaron tres aeropuertos. La acción resultó un fracaso al no lograr destruir en tierra la reducida fuerza aérea cubana; sin embargo, hizo evidente la inminencia de la invasión.
En el entierro de las víctimas de los bombardeos, el 16 de abril de 1961, el Comandante en Jefe Fidel Castro declaró el carácter socialista de la Revolución.
Según evoca en su artículo el especialista Hernández Garaboto, siguiendo la ruta de los acontecimientos, ese día Fidel también declaró el estado de alerta, comprendiendo que la acción del día 15 era el preludio de la invasión. Así, los hombres que enfrentarían al enemigo horas después, combatirían ya conscientemente por el Socialismo.
En la madrugada del 17 de abril una brigada contrarrevolucionaria entrenada, equipada y transportada por Estados Unidos arribó por la Ciénaga de Zapata, al sur del territorio de Matanzas. El pueblo se movilizó y el Ejército y las Milicias, dirigidos por Fidel, contraatacaron de inmediato.
Tras 60 horas de duros combates fueron derrotados los mercenarios, que se rindieron en Girón al atardecer del 19 de abril.
Más de 150 combatientes revolucionarios murieron y varios civiles fueron asesinados por la aviación invasora.
El ataque a Playa Girón fue parte de la Operación Pluto de la CIA y representó la primera gran derrota del Imperialismo yanqui en América Latina.
Tal como evidencia la Historia, constituyó un puntapié que todavía duele al imperio, el cual no ha podido sofocar la llama perenne de una Revolución que da luz a un continente y al mundo entero.
Por eso el historiador Andrés Zaldívar Diéguez, uno de los autores del libro El rostro oculto de la CIA. Antesala de Playa Girón, resalta la importancia de que conozcamos los hechos, para que nadie venga con cantos de sirenas a confundirnos sobre el pasado.
En el texto recuerda: “Después de la derrota en Playa Girón, el Gobierno norteamericano no solo continuó su incesante obsesión. Fue la resistencia del pueblo, dirigido por Fidel Castro, la que neutralizó a la contrarrevolución organizada y armada por Estados Unidos, en solo unos años. Se quebró así el mito de la invencibilidad del Imperio norteamericano”.