La vuelta de Carlo Ancelotti al Santiago Bernabéu

MADRID — Mayo de 2014. Hace casi tres años, en medio de un repleto Santiago Bernabéu, Carlo Ancelotti tomó el micrófono para cantar a capella alegremente ese Himno de la Décima. Esa canción que de tan pegajosa con su ¡Hala Madrid y nada más!, tardó segundos en suplantar y hacer caer en el absoluto olvido aquel de la voz de Plácido Domingo, también encargado por la directiva de Florentino Pérez para otra significativa celebración, el Centenario en 2002.

El timonel de ese equipo que había puesto fin a 12 años de sequía europea al proclamarse campeón de la Champions League en Lisboa se robó el show terminando de echarse al bolsillo a una afición que ya para entonces le dedicaba sendas ovaciones. Se había hecho querer con su carisma y elegancia para lidiar con el plantel, y la directiva, más difíciles del planeta.

“Como he dicho muchas veces. Dos años aquí tengo muy bien recuerdo. Son inolvidables para mí y es lo que cuenta”, dijo el entrenador en la víspera del encuentro de vuelta de cuartos de final entre el Real Madrid y el Bayern Munich que se disputará este martes.

Será la primera vez en que el exentrenador merengue, hoy a la cabeza del cuadro germano, se pare en el área técnica del Santiago Bernabéu desde que se marchara en 2015. Y asegura que no tiene idea del tipo de recibimiento que tendrá por parte de la afición local pese a ese gran cariño que le profesaron en esos momentos “dulces” cuando el equipo merengue estaba en la cima del mundo.

 

La directiva quiso festejar la conquista por todo lo alto. Nadie había ganado más Copas de Europa; se la habían arrebatado a un acérrimo rival, el Atlético, casi de las manos y Cristiano Ronaldo, su principal activo, había terminado una temporada de ensueño rompiendo el récord goleador de una temporada europea con 17 tantos.

Para Ancelotti también fue un hito.

El italiano sumó su tercer título de Champions League desde el banquillo para igualar el récord del legendario entrenador del Liverpool de finales de los 70’s Bob Prasley.

Madrid ya llegaba con la temporada ‘salvada’ pese a haber acabado en tercer lugar en la liga, pues un mes antes había conquistado la Copa del Rey. Pero en el aire estaba algo turbio. Habían perdido la Liga casi dos meses antes del final de la temporada tras sufrir dos derrotas consecutivas, ante Barcelona y Sevilla, y se había intensificado el debate en torno a la portería cuando el técnico decidió dar a Diego López la titularidad en Liga y dejar Champions y Copa al capitán, Iker Casillas.

El hilo del que pendía la continuidad del italiano, admirado y querido por todo el plantel, aguantó solo un año más.

La temporada siguiente arrancó con el mal presagio de la sorpresiva marcha de Xabi Alonso, y acabó en un calvario que dejó a Madrid con las manos vacías. La Juventus lo echó en semifinales de la Champions, el Atlético en octavos de Copa, y acabó detrás del Barcelona en Liga después de perder los dos clásicos, ante Atlético y Barcelona. A Ancelotti le enseñaron la puerta pese a las airadas, y bastante públicas, quejas del plantel.

De nada sirvió que fijara un récord de 22 victorias consecutivas en diciembre o que se llevara los anecdóticos títulos de la Supercopa de Europa y el Mundial de Clubes.

Fue un cisma para el Real Madrid y también para el italiano, que desde aquella noche en Marrakech no volvió a levantar un trofeo hasta el verano de 2016, cuando conquistó la Supercopa de Alemania con el Bayern Munich.

Se marchó de Madrid con un saldo de 119 partidos dirigidos, con 89 victorias, 14 empates y 16 derrotas para un 74.8% de efectividad y cuatro trofeos más en su haber para un total de 17 títulos como entrenador.

Lo vio venir con tiempo suficiente para despedirse con elegancia y cuando llegó el final lo asumió como algo inevitable. Tras un año de sabático, asumió el siguiente reto: hacerse cargo del Bayern Munich sustituyendo a Josep Guardiola. Ahí se reencontró con Xabi Alonso, su hombre de confianza; aquien describe frecuentemente como “uno de los mejores jugadores para mover el balón” y quien le da ese “equilibrio entre la delantera y la defensa” que busca sin descanso.

Con las heridas sanadas y el ánimo reestablecido, y Xabi Alonso a su lado, vuelve a la que fuera su casa para intentar la remontada tras una victoria merengue por 2-1 en la ida para avanzar a la siguiente fase, la semifinal.

Con más hambre que ninguno y nada tiene que ver, o eso dice, con ánimo de revancha ya que con esa diplomacia característica asegura tener “muy buenos recuerdos” de su etapa en el banquillo merengue.

Ancelotti mira mucho, pero mucho más allá del asfixiante universo de Chamartín. Tiene en la mira ese cuarto título que puede convertirlo en el técnico más ganador de Champions League.

Enfrente tendrá a quien fuera su aprendiz en la mitad de ese tiempo dorado en Madrid, Zinedine Zidane. El francés no le aprendió la elocuencia ni el arte de encantar al auditorio, pero sí el de gestionar un vestidor lleno de estrellas (quizás hasta lo perfeccionó) que es lo que importa. Zidane llegó a ese reencuentro como alumno aventajado, pues ya trae una Champions bajo el brazo (la undécima) y amenaza con truncar su camino hacia Cardiff.

Ancelotti lo ve a la distancia con alivio de no tener que estar en esa situación de gestionar egos, más difícil en el Real Madrid que en cualquier otro lado.

“En el Real Madrid hay mucha competencia. La persona más indicada para elegir (titulares) es Zizou. Lo está haciendo muy bien. Claramente no todos podemos estar contentos, es normal en todos los equipos, que no todo mundo está contento”, apuntó ante el secreto a voces sobre la inconformidad de sus expupilos, Isco y James, por las pocas oportunidades que les llegan en partidos grandes.

Y hasta ahí la nostalgia para el italiano, que prefiere pensar en cómo hacerle daño a ese equipo al que llevó a la gloria en 2014. En contener a Cristiano Ronaldo, sobre todo, al que “si le das un metro te marca”, según dijo, a Karim Benzema, un jugador que se ve “a tope”, o quien quiera que sea el suplente de Gareth Bale, su alguna vez dolor de cabeza al no encontrar dónde acomodarlo.

“Eso lo tiene que pensar Zidane. De todos modos tiene que buenos jugadores. Isco lo ha hecho bien el sábado (en Liga), Lucas Vázquez ha jugado siempre bien, luego está James… de verdad, lo que pienso (del rival), no es importante”, señaló el técnico, que no pudo evitar lanzar un guiño a su ex asistente.

“Isco no es mi jugador. Le tengo mucho cariño, todo el madridismo le tiene cariño, pero tiene que pensarlo Zizou. Si me llama le puedo aconsejar”, afirmó.

 

Fuente: ESPN

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