Si dejó usted un candado atado en el Puente de las Artes de París junto a su amado (o ex amado), sepa que su amor se ha vendido al mejor postor. Literalmente, el ayuntamiento de París organizó este sábado una subasta benéfica a favor de organizaciones de ayuda a los refugiados para cerrar de forma original -y caritativa- con el dichoso problema de los candados, que ponían en peligro el puente que comunica el Museo del Louvre con la Academia Francesa, el más famoso de París.
Estamos en Le Marais, barrio gay, judío y centro urbano del arte contemporáneo de París. Una hora antes de la apertura de puertas, decenas de parisinos y unos cuantos extranjeros hacían cola en la puerta del Crédito Municipal o Monte de Piedad, de la capital francesa, para ofrecer cientos de euros por un par de kilos de metal, convertidos repentinamente en obras de arte. Los que se han convencido a pujar vienen motivados por la adquisición de «una parte del patrimonio cultural de París», pero participar en una obra benéfica tampoco viene mal. «Yo mismo he dejado candados junto a mis hijos, no deja de ser un símbolo», confiesa un parisino de mediana edad de apellido Calvo, dispuesto a pagar hasta 500 euros por uno de los 150 candados que se subastan y hasta 6.000 por una de las 15 franjas del puente, cortadas de tajo, y subastadas hoy por un mínimo de 5.000 euros. Dice que la reja pequeña, que ocupa un metro de largo, quedaría muy bien como detalle decorativo en su casa, si alcanza a convencer a su mujer. Calvo entra en la sala corriendo para ocupar un asiento en una de las primeras filas y no tardará en comprar por 1.200 euros una de las primeras piezas de la venta.
Otros se quedaron con las ganas. Un comprador británico, parisino de adopción, repasa las fotografías de sus modelos favoritos, que tomó estos días durante la exposición. Entre sus favoritos, una Torre Eiffel metálica de la que cuelgan varios candados; también un modelo antiguo con otras pequeñas cerraduras a su alrededor con pegatinas de cristal en forma de cruz. Está dispuesto a pagar unos 500 por ellos. «Creo que es una inversión emocional, no será un dinero perdido», confiesa. Desafortunadamente, su querida Torre Eiffel, que salió a la venta con un precio inicial de 150 tardaría menos de tres segundos en superar los 900, y poco después era adjudicada a un misterioso asistente trajeado que sigue instrucciones por teléfono. «¡Adjudicada por 2.400!». El candado de la cruz se vendió por 950.
Además de las 250 personas presentes en la venta, cientos de persona pujaban en directo a través de internet, procedentes de hasta 145 países distintos. El ayuntamiento se ha preocupado de conservar para esta venta los modelos más originales, algunos de ellos trabajados en los países de origen de los turistas con peticiones de matrimonio en todos los idiomas y otras promesas románticas, un punto que ayuda a reducir la indignación de los que han acudido a la subasta por curiosidad pero se quejan: «¡150 euros por un candado que los tenderos vendían en el puente a 2 euros!».
Los candados aprovechables (la organización reconoce que algunos eran irrecuperables), que por lo general datan de fechas recientes pues ya habían sido retirados recientemente antes de la limpieza definitva en 2016, cuando las rejas del puente fueron reemplazadas por paneles de cristal, han sido colocados en racimos sobre soportes de piedra con la ayuda artística de los estudiantes del Lycée Professionnel Hector Guimard de París, «en un estilo moderno y depurado». Los candados subastados han recaudado en total 250.000.
Mientras tanto, Emmaüs, Armée du Salut y Solipam, las tres organizaciones que recibirán íntegramente el dinero recaudado, se congratulan de lo que consideran «otra prueba» de la consagración de París como «ciudad de acogida de refugiados». Bruno Morel, director general de Emmaüs, asociación que trabaja en la recepción de los 10.046 refugiados que hasta ahora han pasado por las instalaciones municipales de París (un centro construido el año pasado en La Chapelle y otro en Ivry), explica que el dinero se dedicará a aumentar la calidad de la acogida, la higiene y a dar «un poco de calidez» a las instalaciones. «No tengo ninguna cifra en mente, simplemente creo que es un símbolo formidable en favor de la recepción de refugiados y una operación inédita», alaba Morel.
Fuente: El Mundo