La utilización de las artes como herramienta ideológica y la incapacidad para establecer cauces de diálogo con el sector son las dos grandes críticas que los grupos de la oposición en el Ayuntamiento de Madrid dirigen a Manuela Carmena en lo que a la gestión de la política cultural se refiere. Una gestión que, en lo anecdótico y puntual —pero en este caso la anécdota elevada a categoría empieza a ser peligrosa— ha venido marcada de manera imborrable por un rosario de polémicas, escándalos, ceses y destituciones que ha dado como resultado un hecho insólito: la corporación municipal de Madrid está a punto de tener un cuarto responsable de Cultura en apenas dos años, tras el paso de Guillermo Zapata, Celia Mayer y la propia alcaldesa (de modo provisional) por las riendas del área.
El 13 de junio de 2015 y con el apoyo del PSOE la candidatura Ahora Madrid, impulsada por Podemos y encabezada por Manuela Carmena, derrotaba a la popular Esperanza Aguirre. Jueza jubilada, antigua militante del PCE y abogada defensora de presos antifranquistas, Carmena asumió el bastón de mando con dos firmes propósitos: en lo económico, reducir el endeudamiento de Madrid desde el primer año —cosa que logró, con 923 millones de ahorro en 2016—; en lo social y lo cultural: promover la cultura de barrio y dar voz a sectores hasta entonces marginados o inexistentes en la vida madrileña.
Sin embargo, la política cultural del consistorio bajo su mando, ahora en pleno ecuador, se ha revelado como un auténtico quiero y no puedo, según su propio socio de gobierno tal y como explica Mar Espinar, portavoz del PSOE en materia cultural: “Se ha desaprovechado una oportunidad única para dar un giro real a la ciudad, porque es cierto que lo cultural era un área que se prestaba a ese cambio. Carmena ha desperdiciado esa ocasión quizá porque no tenía equipo, o por no haber sabido elegir a la persona idónea… el caso es que no ha habido cambio cultural, y tampoco diálogo entre el sector cultural y el Ayuntamiento; no se ha apostado por los profesionales de la cultura y eso es un grave error”.
Los llamados «Ayuntamientos del cambio» tuvieron en el de Madrid su quintaesencia y su escaparate más vistoso. Pero pronto la ilusión y la experiencia se vieron subrayados por el trazo grueso de la controversia. El primer concejal de Cultura, Guillermo Zapata, tuvo que dejar el cargo nada más dejar su cartera en el suelo por culpa de aquellos ‘tuits’ de 2011 en los que se mofaba del Holocausto judío y de Irene Villa, víctima de ETA.
Con Celia Mayer —activista del movimiento asambleario y okupa madrileño y que llegó a la candidatura promovida por Podemos a través del grupo Ganemos— la cosa no fue mejor. A Mayer le tocó torear con polémicas sucesivas, como las de la cabalgata de los Reyes Magos, los titiriteros y su cartel de “Gora Alka-ETA” en pleno carnaval madrileño (y la subsiguiente destitución de los encargados de programación de las fiestas), la retirada (y posterior restitución) de la placa que recordaba a ocho carmelitas fusilados en el Madrid de la Guerra Civil, la destitución de Juan Carlos Pérez de la Fuente al frente del Teatro Español de Madrid o la retirada (y posterior restitución) de los nombres de Max Aub y Fernando Arrabal de dos salas teatrales de Matadero Madrid. Finalmente, el pasado 15 de marzo Mayer cesaba como concejala de Cultura, área que ha asumido de forma provisional la propia Manuela Carmena.
“Lo que más ha capitalizado nuestra acción en este período ha sido dar voz a grupos emergentes, y se ha intentado, además, que todo fuera muy participativo. Esto ha sido, creo, a costa de no mimar como se debía a los profesionales consagrados que ya teníamos”, admite Luis Cueto, actual coordinador general de la Alcaldía de Madrid y —según algunos— verdadero alcalde en la sombra, quien añade: “El resultado de esta política es que se ha hecho mucha reflexión pero poca acción, y además no hemos sabido comunicar nuestras intenciones ni de lejos”.
Cueto reconoce que Madrid Destino, la empresa municipal que cuenta con un presupuesto anual de casi 85 millones de euros y que se ocupa de gestionar las infraestructuras culturales de la capital (Teatro Español, Matadero, Conde Duque, Circo Price, Centro Cultural de la Villa, etcétera), no ha funcionado como instrumento gestor. Su primera cabeza visible, el gestor cultural Santiago Eraso, dimitió por razones personales. Las luchas internas entre los grupos y sensibilidades políticas que conformaron la candidatura Ahora Madrid tampoco ayudaron.
Explica Luis Cueto: “En general, la gente suele tener la opinión de que el sector público y el dinero público tienen que ser conservadores, que no deben apostar por el riesgo, y nosotros hemos hecho esa apuesta… pero parece que el morbo de meterse con Manuel Carmena vende un montón”.
La alcaldesa Carmena y la ex concejal de Cultura Celia Mayer en la presentación de la Cabalgata de Reyes de Madrid de 2016.
La alcaldesa Carmena y la ex concejal de Cultura Celia Mayer en la presentación de la Cabalgata de Reyes de Madrid de 2016. JAIME VILLANUEVA
Especialmente dura se muestra en su crítica a la gestión cultural del equipo Ahora Madrid Sofía Miranda, portavoz municipal de Cultura por el grupo Ciudadanos. “No ha habido ni transparencia ni diálogo en la política cultural municipal, y llevamos dos años en los que la cultura ha sido noticia solo por los escándalos producidos. También ha habido una tendencia a ideologizar la cultura, un error, porque no pertenece a ninguna ideología”.
En este punto abunda la portavoz cultural del Grupo Popular en el consistorio, Isabel Rosell: “Las escasas aportaciones de la alcaldía han venido determinadas por la utilización descarada de la cultura exclusivamente como herramienta ideológica y propaganda. Como máximo exponente baste citar la puesta en marcha de una radio municipal, conocida como Aló Carmena, que en sus primeros meses ya ha contratado más de un centenar de colaboradores para la radio, la revista mensual y la web, con un coste cercano al millón de euros anuales”. El PP también arremete contra lo que considera “una política antitaurina de Manuela Carmena”.
La descentralización cultural fue una de las ideas-fuerza de la exjueza cuando se instaló en el palacio de Cibeles. Así lo confirma sin rodeos Luis Cueto: “El gran reto de la política cultural es lo que nosotros llamamos ‘nuevas centralidades de Madrid’, es decir, que no ocurra todo en el Paseo del Arte: recuperar los centros culturales de distrito, que están hechos un churro, sin presupuesto, sin personal”. Pero la realidad es muy otra según Sofía Miranda, de Ciudadanos: “El objetivo más urgente que debería marcarse la alcaldesa para los próximos dos años es dotar económicamente a los centros culturales de distrito, que están, en términos nominales, en una situación de 1995. Sin esos medios, no vamos a ser capaces de proceder a esa descentralización de la que hablan, y que consiste en hacer llegar a los barrios cultura de calidad”.
Precisamente, la descentralización cultural y la puesta en marcha de más políticas culturales públicas son las principales demandas de los madrileños, según la reciente Encuesta sobre la calidad de vida y satisfacción con los servicios públicos de la ciudad de Madrid 2016. Un sondeo entre 8.500 personas que el Ayuntamiento realiza cada dos años y en cuya edición 2016 la Cultura sube cinco puntos con relación a 2014 en cuanto a la satisfacción del ciudadano.
Fuente: El País