Estados Unidos creció con más vigor del esperado en el arranque del año. Su producto interior bruto se expandió a una tasa anualizada del 1,2% durante el primer trimestre (0,3% intertrimestral). Es medio punto más de lo que se anticipó hace un mes, justo cuando el presidente Donald Trump cumplía sus primeros 100 días de mandato. Pese a esta revisión, el ritmo actual es insuficiente para sostener las prioridades políticas que fija la Casa Blanca en su propuesta de presupuesto.
Chuck Schumer compara el plan presupuestario “un cómic malo de villanos”. La opinión del líder demócrata en el Senado coincide con la percepción mayoritaria de los analistas de Wall Street. Las cuentas no cuadran. Consideran que la asunción de lograr en un década el equilibrio de las finanzas públicas gracias a un crecimiento sostenido del 3% es pura «fantasía». Trump propone en paralelo recortes de 3,6 billones de dólares en programas sociales para movilizar la participación laboral.
EE UU creció a un ritmo del 1,6% en el conjunto de 2016. La Casa Blanca calcula que por cada décima de incremento del producto interior bruto, el Gobierno podrá recaudar 300.000 millones de dólares adicionales en el curso de una década. Por tanto, al proyectar que la economía crecerá con más vigor de lo visto durante la administración de Barack Obama se generarán 2,1 billones en ingresos extras. El déficit crecerá 3,1 billones en ese periodo.
El documento presentado el martes anticipa una expansión superior al 4% en el ejercicio 2018, momento en el que supuestamente deberían entrar en vigor las medidas de estímulo económico. La promesa de Trump es que con sus iniciativas se podrá recuperar una tasa sostenida a largo plazo próxima al potencial que tenía EE UU antes de la crisis, lo que generará ahorros al contribuyentes. Esencialmente busca recuperar el vigor de la era de las puntocom.
La última vez que se vio un crecimiento superior al 3% fue en 2005, con el republicano George Bush como presidente. La Oficina Presupuestaria del Congreso es menos optimista y proyecta en el mejor de los casos un crecimiento anual del 1,9% a lo largo de la próxima década. La propia presidenta de la Reserva Federal, Janet Yellen, admite públicamente hay que acostumbrarse a convivir con una tasas que rondarán el 2%. La proyección del banco central es de un 1,8%.
La previsión es incluso más optimista que la que hizo Ronald Reagan en el primer presupuesto que presentó en 1981. Steve Mnuchin, el secretario del Tesoro, insiste sin embargo que la reforma fiscal, la rebaja de la regulación y la inversión en infraestructuras darán un impulso. “Un 3% no es demasiado optimista”, añade Mick Mulvaney, el director de la oficina de gestión presupuestaria de la Casa Blanca. Este mayor crecimiento, dice, permitirá costear el recorte de impuestos.
Cálculo confuso
“Es crecimiento se puede conseguir”, opina Mohamed El-Erian, asesor económico de Allianz, “pero es necesario que las medidas procrecimiento se adopten rápido”. Ahí está precisamente la vulnerabilidad de la propuesta presupuestaria de Donald Trump, porque asume que sus iniciativas se van a adoptar. El objetivo de equilibrio en las cuentas públicas se apoya, además, en un cálculo confuso que no tiene en cuenta precisamente el coste de los recortes de impuestos.
EE UU creció a un ritmo entre el 4% y el 5% al final de la década de los años 1990. Entonces la fuerza laboral crecía rápido y también la productividad. La situación ahora es completamente la opuesta. La tasa de participación laboral está estancada al nivel más bajo en tres décadas y la productividad no crece, por la combinación de varios factores, como el inicio de las jubilaciones entre la generación del baby boom. Las restricciones a la inmigración también juegan en contra.
Los economistas del Council on Foreign Relations coinciden en que no es posible potenciar el crecimiento si no se consigue que haya más gente trabajando y sin una mejora de su productividad. Eso sin tener en cuenta que es probable que debe esquivar una recesión en el curso de 10 años. El equipo de Trump cree, sin embargo, que recortando los programas de asistencia social movilizará a la gente a buscar trabajo, porque no dependerán tanto de los subsidios públicos.
Hay otras propuestas en la agenda de Trump que, por el contrario, limitan la expansión de la fuerza laboral. La más evidente es la política migratoria. Y en este momento ni la propia Yellen, experta en cuestiones de empleo, no es capaz de explicar por qué la productividad es tan baja en EE UU. El-Erian considera, por tanto, que el presupuesto tiene “un problema de diseño”, porque no prioriza bien el plan para potenciar el crecimiento y ve imposible que prospere.
Fuente: El País