En el Foro de Sao Paulo, que se reúne desde el domingo en Managua, los partidos y movimientos políticos regionales contarán, por primera vez con una plataforma programática. Si la izquierda puede examinarse es porque lleva un buen trecho andado y con conquistas, en medio de los latentes peligros, las agresiones tienen respuestas, y no puede descartarse que se conviertan en boomerang para los autores de estos ataques.
El terco e inescrupuloso asedio contra el Gobierno bolivariano en Venezuela, desde tantos flancos, y la reciente condena emitida por un juez para impedir la vuelta de Lula al poder en Brasil, pueden ser apenas dos ejemplos, desde polos distintos, de las formas «no convencionales» con que las fuerzas derechistas intentan detener y revertir los avances de la izquierda y los movimientos progresistas en Latinoamérica.
La Revolución chavista resiste poniendo el acento en una Constituyente que aspira, con muchos factores fabricados en contra, a radicalizar más el proceso; y en medio del caos institucional brasileño, movimientos sociales se aglutinan, vuelven a las calles y elaboran un revolucionario programa «post Temer”. En tanto, el Partido de los Trabajadores renueva su directiva, y reconoce en su reciente Congreso la necesidad de volverse a la gente y ser la cabeza de la protesta.
Mientras, en Argentina, donde los pasos apenas progresistas del llamado kirchnerismo fueron echados por la borda con los comicios de noviembre de 2015— el lanzamiento de la incipiente agrupación Unión Ciudadana por Cristina Fernández, con mira electoral para las legislativas de octubre, abre espacios unitarios, y empuña un denominador común tan aglutinador como lo es enfrentar la depredación social de vuelta con Mauricio Macri.
En Ecuador, la Revolución Ciudadana liderada por Rafael Correa y Alianza PAÍS, victoriosas del difícil último encuentro con las urnas, parecieran tomar recaudos fundando escuelas para la formación político-ideológica de sus bases, mientras se acentúa la lucha contra la corrupción: mal heredado de gobiernos tradicionales que, como epidemia, estalla y salpica para todos lados, pero que se usa para atacar a las fuerzas de izquierda.
El MAS de Bolivia profundiza su proceso liberador y de desarrollo respetando a la Madre Tierra, con énfasis en lo que Evo Morales ha llamado «el bien vivir»; y Nicaragua sigue adelante con un FSLN ratificado en las urnas y que ha demostrado, en su caso, la factibilidad de las alianzas. En Uruguay, el Frente Amplio exhibe logros que se centraron desde su llegada al ejecutivo en lo social.
Proteger lo logrado, conquistar, y pasar de la resistencia a la ofensiva. Esta parece ser la encrucijada que marca el momento en una región donde por mucho tiempo se estuvieron buscando los caminos, ya en muchas partes empezados a transitar, y frente a la cual el Foro de Sao Paulo, la única instancia regional de partidos y movimientos de izquierda, protagoniza en Managua su XXIII Encuentro.
Esta cita regional dedicada al Comandante Fidel Castro Ruz, que cerrará el 19 de julio para conmemorar el aniversario 38 del triunfo de la Revolución Sandinista, será el escenario ideal para un suceso inédito en el Foro: el debate y aprobación, junto con la Declaración final, del llamado Consenso de Nuestra América.