Chile lo intentó de todas las maneras posibles, pero aunque hubiera estado día y noche llamando a la puerta no parece que nadie al otro lado tuviera la más mínima intención de dejarle entrar. Es el resultado palpable de lo que ha creado la fábrica de Alemania, que con tantas caras nuevas como las que ha presentado en la Copa Confederaciones ha sido capaz de ganar a la doble campeona de América, uno de los equipos más compactos del planeta, sin necesidad de recurrir a ninguna figura. Es la moraleja de un cuento que se ha repetido desde que en 2014 la Mannschaft levantó el cetro Mundial. Y que ahora, a falta de un solo año para el próximo campeonato del Mundo parece más dispuesta que nunca a repetir. Sea con la plantilla que sea.
Chile salió a comerse a Alemania de la única forma que conoce. Los primeros diez minutos de partido fueron una colección de jugadas de ataque de La Roja, a las que solo les faltó encarar a Ter Stegen desde la media distancia. Vidal, de nuevo por delante de la línea de medios y solo dos pasos por detrás de Vargas, la referencia en ataque, ejerció de intermediario para todo lo que hiciera falta. Suyos fueron los primeros dos disparos de Chile aunque ninguno de ellos llegó a dirigirse al marco del portero del Barcelona. Solo Vidal parece tener carta blanca para cortar la fermentación de una jugada dentro de un ecosistema en el que un pase extra nunca parece estar de más.
Alemania pareció mareada ante tanto vaivén. Como ya le ocurriera en el envite de la fase de grupos, no supo cómo contener la llegada de los jugadores de segunda línea. Aránguiz emergió como el típico llegador alemán, valiéndose del buen juego al espacio de sus laterales. Kimmich se pasó más tiempo persiguiendo a Beausejour que al revés, mismo problema con el que se encontró Rüdiger frente a Isla. En realidad, aunque sus planteamientos difieran sobre la pizarra (4-3-3 frente al 3-4-2-1) una vez que las fichas toman vida todas ejecutan un plan continuo.
De ahí que aunque el agobio cayera de un lado, nada impedía que a partir del error la sartén pasase a manos contrarias. Y en eso Alemania resulta camaleónica. Mucho más cuando tiene futbolistas a los que les cuesta lo mismo correr hacia delante como hacia atrás. Draxler es un buen ejemplo. Suyas son habitualmente las cabalgadas que dan pie a los contragolpes, pero en esta Confederaciones ha sido el mejor refuerzo a la hora de evitar las llegadas en superioridad por banda.
Nervios en La Roja
Chile lo quería todo. No discutía la entrega, tenía claro el plan, afiladas la escuadra y el cartabón, pero en todo cuadro que se precie existe algún borrón. Y el brochazo que destruyó la obra se lo dio Marcelo Díaz. Con la pelota de cara a su portería y a solo dos pasos del área de Bravo decidió regatear a la peor pareja de baile posible. Werner se la robó por la espalda y dejó solo a Stindl con Bravo totalmente superado. El error fue tan grosero como impropio de un futbolista que tiene el encargo de sostener el armazón creativo de Chile. Pero hay veces en las que la confianza se convierte en osadía mal entendida y eso en fútbol se paga con goles.
Quedó tan tocado Díaz que acabó siendo sustituido por Valencia y se contagió de ese nerviosismo el equipo, mucho más dubitativo en la creación. Jara estuvo a punto de repetir el error de su compatriota, aunque Bravo salió el rescate ante Goretzka, muy apagado durante todo el encuentro. Solo Draxler y Kimmich supieron sacarle partido a las cada vez más frecuentes pérdidas de balón de Chile. El extremo del PSG se las apañó por sí solo para armar un contragolpe al que solo Jara fue capaz de igualar en velocidad evitando que el zurdazo del capitán de Alemania tomase portería.
Se empezó a ver por debajo Chile y sacó toda su frustración a partir de una colección de faltas innecesarias en las que se vieron involucrados Vidal y Jara. Este último bien pudo haber sido expulsado por un codazo sobre Werner aunque el árbitro y el VAR determinaron que su agresión solo merecía amarilla. A partir de ese momento la campeona del Mundo amplió considerablemente su presencia en campo rival y comprometió a la defensa de Chile, notablemente inferior en estatura y prestaciones físicas.
Vidal llegó a tener que retrasar su posición para ayudar en la salida de la pelota pero eso despobló el ataque de Chile, y convirtió a Alexis en el único recurso ofensivo. Rudy se aplicó tanto en defensa como en el centro del campo, descubriéndose como uno de los tapados más deslumbrantes del campeonato. A Chile solo le quedó recurrir a la heroica, acudir al VAR sin éxito para tratar de encontrar penaltis donde no los había, y rezar para que el narrador de la historia se atragantase en el último capítulo. Pero todo eso nunca pasó, y por lo que se ve, es bastante improbable que suceda a corto plazo.
Fuente: El País