Así conspiran los oligarcas “influyentes”

* “No hay duda que los Capitanes ex GN  Ubilla Baca y Rivas Gómez sabían que si se entregaban no tenían posibilidades de sobrevivir, porque ya se había probado en el levantamiento del 4 de Abril de 1954 que los  guardias que se levantaban contra los Somozas eran eliminados, en cambio, nosotros jóvenes sin experiencia militar y representantes de muchas familias influyentes, no corríamos el peligro de ser asesinados”.

El diario La Prensa es desde hace más de una década, una especie de cuartel antisandinista desde donde se conspira a diario en contra del gobierno. Y aunque desde ese cuartel no se disparan balas, sí corren torrentes de tinta que envenenan el alma de no pocos nicaragüenses.

La familia Chamorro es experta en “operar” desde sus ampulosas oficinas con aire acondicionado y todas las comodidades que pueda uno imaginarse. Desde allí azuzan el enfrentamiento de los ciudadanos en contra del FSLN, atenidos a que son una familia oligárquica y adinerada, por lo que nadie se atreverá a tocarlos.

Los Chamorro son omnipresentes en la vida nacional y actualmente se cuentan entre los principales aliados del MRS en la fracasada intentona de golpe de Estado que todavía impulsan, pese al rechazo de la mayoría de la población.

El oportunismo nato de su clase social hace que nunca se expongan. Como decíamos, lanzan a la gente a pelear por ellos, mientras se acomodan tranquilos en sus butacones a la espera de los resultados de la lucha fratricida. Jamás los verá en un tranque o tras una barricada.

No obstante, su credencial de “guerreros” fue y sigue siendo Olama y Mollejones, una escaramuza contra la Guardia Nacional de los Somoza que en vez de gesta heroica tuvo visos de tragicomedia.

En 2016 publicamos un escrito de Jaime Chamorro Cardenal, director de La Prensa, en el que rememora el cantinflesco episodio ocurrido en 1959. Se los dejamos otra vez para que más personas estén claras de la forma ventajosa en que “conspiran” estos oligarcas.

 

OLAMA

 

Por: Jaime Chamorro Cardenal.

 

En el extremo nor occidental de la península de Osa en el sur de la República de Costa Rica, en el océano Pacífico, se encuentra Punta Llorona lugar del campamento de entrenamiento de lo que fue la aventura que terminó en la invasión de Olama y Mollejones.

 

Una playa tan extensa como ninguna que he visto hasta ahora y de gran amplitud en la marea baja permitía servir de pista de aterrizaje a aviones de regular tamaño, en su extremo norte la playa  termina en un peñasco con una fuente de agua que cae a la playa que en ese lugar era ya reducida, es posible que este ojo de agua le de el nombre al lugar. Frente a esta parte de la playa se encuentra un islote pequeño con abundante vegetación el que servía para hacer prácticas de tiro al blanco desde  la orilla del campamento que estaba localizado en este lugar.

 

Unos pocos días antes de la partida a Nicaragua nos ordenaron quitar el monte y los arbustos de un lugar relativamente extenso junto a la playa, se decía que vendría de Venezuela, un avión mas grande que el Curtis que nos había llevado para poder invadir Nicaragua en un solo viaje, el avión nunca llegó, esa fue la causa para que la invasión se hiciera en dos  días consecutivos con el resultado que ya todos conocemos ya que en Nicaragua, se había preparado un solo campo de aterrizaje y este ya estaba localizado por la GN por lo cual era imposible tratar de usarlo nuevamente para el segundo desembarco, así que donde aterrizamos nosotros, el segundo grupo, el valle de Olama  no era apropiado para bajar y luego despegar.

 

No solo no era apropiado, sino que cuando subimos al avión no sabíamos donde aterrizaríamos, recuerdo que cuando todavía íbamos volando largo de Nicaragua,  yo le pregunté al piloto el Capitán ex GN. Víctor Manuel Rivas Gómez,

-¿dónde vamos a  aterrizar?-

-En cualquier lugar que encontremos- me dijo.

 

Desde el aire el valle de Olama se debe de haber visto muy apropiado, una extensión muy grande de grama verde de invierno con ondulaciones  muy suaves que se juntaban en pequeños depresiones  que formaban zanjas lodosas y solo se veía  un arbusto  cada 100 metros, el enorme valle estaba  rodeado de colinas llenas de árboles. La montaña Pensamos!!.

 

Lo que no sabía el piloto  Capitán Rivas Gómez es que la grama verde estaba sobre sonsoquite  que es una arcilla muy plática y un pegadero natural bien conocido en Nicaragua.

 

Cuando nos avisaron que nos alistáramos porque íbamos a aterrizar nos asomamos por las pequeñas ventanillas y vimos que íbamos bajando en unas colinas con  montaña, y cuando al fin, el avión tocó tierra, de inmediato dio un frenazo que nos hizo correr para el frente en el piso donde íbamos sentados, nada nos pasó en realidad aparte del susto del violento aterrizaje.

 

Al bajar del avión vimos que aunque el avión estaba intacto, sin ningún daño, las ruedas estaban enterradas hasta el eje y habían dejado  dos zanjas, una por cada rueda, luego de bajar  Victor Rivas Gómez, e inspeccionar la situación, volvió al aparato y empezó a forzar los motores para sacar el avión del atolladero, pero el estruendoso  ruido de la aceleración de los motores no hacían moverse el avión ni una pulgada.

 

La importancia estratégica del avión que serviría- según se decía- para

el reabastecimiento  y avituallamiento desde Costa Rica, era fundamental, el Capitán Napoleón  Ubilla Baca conferenció con los demás ofiliales, entre ellos el Mayor Freddy Fernández (Tico) y  decidieron, dada la importancia del caso ir a una casita que se veía no a mucha distancia a buscar una yunta de bueyes para tratar de sacar el avión a flote, un pequeño destacamento fue enviado,  del cual  yo era parte, al resto se le ordenó separarse una buena distancia del avión y esperar como haciendo una fila india en las hondonadas que eran como trincheras naturales. La misión no tubo éxito ya que la casita era mas como de un cuidador y no había ninguna yunta de bueyes, así que nos regresamos y llegamos donde estaban nuestros compañeros.

 

En el avión habían muchos rifles extras para la gente que quisiera acompañarnos en esa aventura, pero de todas maneras no había nadie, nadie sabía, al menos hasta ese momento, nadie sabía, ni el propio piloto sabía, donde iba a aterrizar, pero el valle Olama, donde aterrizamos, que se encuentra en las inmediaciones del río Olama que es afluente del río Grande de Matagalpa, está muy cerca de los poblado de Tierra Azul y de Muy Muy,  los que se encuentran entre Boaco y Matagalpa.

 

Con el desembarco del día anterior, en los Mollejones, todas las unidades de la Guardia Nacional debían de haber estado en estado de alerta  y ver bajar un avión tan grande a un lugar como ese,  hizo que inmediatamente desde Muy Muy o Tierra Azul avisaran a Managua donde mandaron los aviones Mustang.

 

Cuando divisamos los dos primeros aviones en el horizonte, ya habíamos regresado de la operación “yunta” y estábamos  al final de la línea, junto con todos los demás no había tiempo de llegar a las montañas, ese valle era sumamente extenso, con los aviones encima no había otra alternativa que esperar, el Capitán Rivas Gómez, que se encontraba cerca de mi por habernos esperado junto al avión, dio una orden terminante e hizo que se pasara por cadena.- Nadie debe disparar a los aviones, ESTA ES UNA ORDEN TERMINANTE!-los pilotos, explicó, no nos pueden ver, por lo rápido de los aviones de combate y por nuestros uniformes que son del color del pasto.

 

De todas maneras, yo me encontraba junto con Víctor a la orilla de uno de los escasos árboles, que habían de vez en cuando, arbustos mas bien diría yo, y cuando vi los dos aviones viniendo hacía mi, que en realidad era hacía el avión Curtis que estaba a la espalda nuestra, yo pensé, yo juré que venían hacía mí  y que ya me habían visto, en ese momento pensé que moriría en unos instantes, lo único que hice fue encomendarme al Creador y hacer una oración para morir en paz con el Señor.

 

El estruendo de los seis cañones de 50 milímetros (tres en cada ala) se oyó al mismo tiempo que pasaban encima de nuestras cabezas, primero se veían los fogonazos, luego el estruendo y luego un eco sordo y como un temblor de tierra, al instante el Curtis  explotó, el siguiente avión lo siguió ametrallando, y regreso el primero a seguir ametrallándolo, efectivamente parecía ser correcto lo que dijo Víctor, que ellos nos podían ver, esto se demostró durante todo ese día.

 

Al rato se fueron los primeros dos aviones pero no habían desaparecido del cielo cuando vinieron otros dos, y así por muchas horas iban y venían, de dos en dos, y se dedicaron a barrer todo el valle, pasaban de aquí para allá, después de allá para acá, unas veces cerca otras muy largo. Siempre lo mismo, los fogonazos, el gran estruendo y el eco y la tierra temblando especialmente cuando era cerca de nosotros, no se cuantas horas pasamos así, pero allá como a las dos y media o tres  de la tarde vinieron unos aviones Douglas C-47 con el rótulo de LA NICA y unos cohetes debajo de las alas, estos disparaban los cohetes, siempre barriendo  todo lo que podían del valle, después del disparo se oía un zumbido fuerte y luego una explosión  con un temblor de tierra mucho mayor que el anterior, venían y se iban y regresaban, hasta ya tardecita, digamos como a las cuatro  o cuatro y media todo se silenció, los aviones desaparecieron.

 

Empezamos a oír el tiroteo de un combate, la Guardia Nacional había enviado una columna, que después en el consejo de guerra, supimos  procedía de Tierra Azul, la patrulla  GN  llegaba “a recoger muertos” ya que el bombardeo había sido tan grande y extenso en tiempo que pensaron que si quedaba alguien estaría listo a rendirse, así que la  patrulla venía caminando hacía el avión quemado sin mayor protección  y sin ninguna precaución.

 

Como expliqué antes nuestra gente estaba en una larga fila en el fondo de las depresiones que formaban entre las lomas o montículos que formaban el enorme llano, la patrulla GN se topo de primero con nuestro compañero José Antonio Gutiérrez M. que se encontraba en un extremo de esta formación, al ver sus compañeros que la GN lo estaba encañonando, los que se encontraban mas próximos  a Gutiérrez, dispararon a los guardias, cayeron unos y los demás se replegaron disparando, matando al instante a José Antonio.

 

El combate que duró como una y media horas, cuando comenzó el combate yo me encontraba un poco desorientado de donde venían los tiros ya que solo se oían silbar  sobre nosotros, pero cuando trataba de orientarme me deslicé  sobre la pendiente para buscar al enemigo en  ese momento recibí una ráfaga de ametralladora que comenzó a un metro de mi persona pero se extendió al lado contrario, esa ráfaga me orientó y de inmediato me coloqué hacía el lado de donde  procedían los disparos, a mi lado se encontraba Mundo Leal  y cerca Víctor Rivas Gómez que se puso detrás del árbol que mencioné al principio  y con una ametralladora  y de pié disparaba  hacía la patrulla, la mayor parte del tiempo saliéndose del árbol  para facilitar su puntería pero quedando totalmente al descubierto, me impresionó la valentía de Rivas Gómez. Al  atardecer y ya casi sin luz, el tiroteo cesó y los que quedaron de la GN se retiraron, posteriormente supimos en el consejo de guerra que la GN tubo tres muertos y  dos heridos

 

De ese momento en adelante pasamos como 15 días tratando de llegar a una montaña o selva para esperar los resultados del frente interno, caminábamos  la mayor parte del tiempo de noche con mucha dificultad  bajo la lluvia y en una región mayormente ganadera sin mucha protección, con nuestro dotación de municiones reducida por el combate de Olama y sin ninguna posibilidad de obtener nuevos suministros aparte de la comida que los campesinos nos suministraban, me imagino que algunos por solidaridad y otros por miedo, pero estoy seguro que hubo mucha solidaridad, recuerdo una campesina acarreando en su cabeza una olla  de sopa hasta donde nos encontrábamos.

 

En varias ocasiones nos acogieron en sus humildes viviendas y nos sirvieron de guías, pero la montaña nunca aparecía  siempre las haciendas de ganado, los potreros la lluvia.

 

En un atardecer caminábamos en una fila hacía la hacienda La Corona cuando divisamos que abajo de la colina donde nos encontrábamos y en el mismo camino en que veníamos nosotros venía una fila de Jeeps con sus luces y  escuchamos el ronronear de sus motores, era la Guardia que venía a tomar posición a la misma hacienda a donde nos dirigíamos, los Comandantes nos ordenaron tomar posiciones en el camino para tenderles una emboscada,  pero por el apuro  o la falta de entender la orden, cuando nos vimos estábamos  a ambos lados del camino lo que era totalmente inaceptable ya que nosotros mismos  íbamos a ser blanco de nuestras  propios compañeros. Una voz de mando ordenó no atacar y  hacer un repliegue, ya que no había tiempo de recomponer la formación.

 

Una vez  pasado el incidente, a la mañana siguiente, nos dimos cuenta que nos habíamos dividido en dos grupos, seguimos separados por uno o dos días, al cabo de los cuales los mismos campesinos de la zona nos volvieron a juntar, para seguir buscando la famosa e inalcanzable montaña donde haríamos nuestro campamento.

 

Ya para entonces nos llevaron unas papeletas en las cuales se decía que  grupo de los Mollejones se había rendido y que nos garantizaban la vida si deponíamos las armas y nos entregábamos, al principio no creíamos mucho pero la radio que llevábamos nos confirmó la noticia.

 

Reunidos todos, el Capitán Ubilla Baca, el Capitán  Rivas Gómez, el Mayor (Costarricense) Freddy Fernández, que creo era Dominicano de  la Legión del Caribe y creo que otro Costarricense mas, que había pertenecido a las fuerzas de Figueres, decidieron no entregarse y tomarse el riesgo de huir hacía Costa Rica, dicen que llegaron cerca de la frontera, unos en un lugar y otros en otro fueron ejecutados por la Guardia, ya que nos les dieron oportunidad de rendirse a excepción de Freddy Fernández que fue capturado y estuvo en el Consejo de Guerra. Algunos de nosotros quisimos acompañarlos pero ellos no quisieron, entre los que insistió estaba que me acuerdo ahora Reinaldo Antonio Teffel, pero  nos ordenaron que nos quedáramos  ya que su huida se dificultaría en un grupo muy grande.

 

No hay duda que los Capitanes ex GN  Ubilla baca y Rivas Gómez sabían que si se entregaban no tenían posibilidades de sobrevivir, porque ya se había probado en el levantamiento del 4 de Abril de 1954 que los  guardias que se levantaban contra los Somozas eran eliminados, en cambio, nosotros jóvenes sin experiencia militar y representantes de muchas familias influyentes, no corríamos el peligro de ser asesinados.

 

Así terminó esta aventura que emprendimos con entusiasmo y mucho valor, pero que el destino hizo que se frustrara, para desgracia de Nicaragua.

 

 

Managua, 23 de junio de 2004, a 45 años de esta aventura.

 

 

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