* En 1961 morirían más de 500 millones de personas, incluyendo a ciudadanos de muchos países aliados de los dementes gobernantes de la nación norteamericana.
En su obra ‘The Doomsday Machine: Confessions of a Nuclear War Planner’ (‘La máquina del día del juicio final: confesiones de un planificador de la guerra nuclear’), Daniel Ellsberg, testigo directo de los acontecimientos, habla sobre el peligro y la imprudencia de la política nuclear estadounidense, que no ha cambiado en realidad desde la Guerra Fría.
Sputnik publica algunos fragmentos del libro, que por primera vez revela los detalles del plan, que implicaba un ataque preventivo contra la URSS y el exterminio de más de 500 millones de personas.
El hombre que lo sabía todo
«Cuando tenía 30 años supe cómo sería el final de nuestro mundo»: así describe Ellsberg el día en que vio en la oficina de la Casa Blanca un documento destinado «personalmente al presidente». En aquel momento, en la primavera de 1961, John F. Kennedy era el mandatario. Este papel contenía una respuesta a la pregunta al Comité del Estado Mayor Conjunto de EEUU, y fue elaborado personalmente por Ellsberg en nombre del jefe de Estado.
«La pregunta era esta: ‘Si sus planes para una guerra global [nuclear] van según lo planeado, ¿cuántas personas morirán en la Unión Soviética y China?’. La respuesta se presentó en forma de diagrama: las pérdidas en millones de personas se mostraron en el eje vertical, y en el horizontal, el tiempo en meses», cuenta Ellsberg.
El autor del libro recuerda que el menor número de víctimas se estimaba en 275 millones, y en seis meses aumentó a 325 millones.
Cuatro décadas antes de WikiLeaks y Edward Snowden, Ellsberg pasó a la historia como el hombre que filtró los llamados ‘Papeles del Pentágono’. En 1971, el analista militar en el Departamento de Estado de EEUU y el miembro de la Corporación RAND (un ‘think tank’ estadounidense que llevó a cabo investigaciones encargadas por el Gobierno del país), presentó a la prensa información secreta sobre las acciones de los principales líderes del país durante la guerra de Vietnam. Las declaraciones casi costaron la libertad de Ellsberg, pero desempeñaron un papel importante en el cese de las hostilidades y el ‘impeachment’ contra el presidente Richard Nixon.
Mientras tanto, Ellsberg copió los documentos no solo sobre Vietnam, sino sobre la amenaza de una guerra nuclear entre EEUU y la URSS. En una fatídica coincidencia, estos datos, entregados a su hermano, se perdieron después de un devastador huracán. En su libro, Ellsberg recopiló todo lo que se sabía de los archivos desclasificados del Pentágono, los recuerdos de exmilitares y estadistas, así como de sus registros personales de ese período.
Su libro tira por tierra varias leyendas urbanas muy extendidas.
El mito sobre el número de muertos
El día en que Ellsberg vio el diagrama en la Casa Blanca, preparó otra pregunta, que se suponía que sería enviada a los jefes de Estado Mayor.
Este documento solicitaba datos sobre las pérdidas globales de los ataques estadounidenses, no solo en el bloque soviético-chino, sino también en otros países.
Según el pronóstico, en Europa del Este, otros 100 millones de personas habrían de morir. La contaminación radioactiva podía matar a 100 millones de personas en Europa Occidental, dependiendo de la dirección del viento (en general, todo estaba determinado por la estación del año). De todos modos, independientemente del periodo, se esperaba la muerte de al menos 100 millones de personas en países neutrales cerca de las fronteras del bloque soviético y China: en Finlandia, Austria, Afganistán, India, Japón…», escribe Ellsberg.
La contaminación radioactiva después de los ataques nucleares a los refugios de los submarinos soviéticos en Leningrado —ahora San Petersburgo— destruiría por completo a la población de Finlandia. Y las pérdidas totales del primer ataque estadounidense contra la Unión Soviética, los países del Pacto de Varsovia y China se estimaron en 600 millones de personas.
«Como resultado, el humo (en lugar de la lluvia radioactiva, que se precipitaría principalmente sobre el hemisferio norte) tendrá consecuencias fatales: el humo y el hollín de los incendios continuos en cientos de ciudades, después de alcanzar la estratosfera, permanecerán allí durante más de una década. Coparán el cielo alrededor del globo y bloquearán el acceso a la luz solar, resultando en una caída de temperatura global al nivel de la última edad de hielo; la producción agrícola cesará y, dentro de uno o dos años, habrá una hambruna general», agrega el autor.
Ellsberg estaba seguro de que si estos planes se hubiesen implementado durante la crisis de Berlín o la del Caribe, se habrían perdido no menos de 600 millones de vidas, puede que incluso muchas más. El resto —en aquel momento en la Tierra vivían 3.000 millones de personas— habría fallecido a causa del invierno nuclear.
El mito de la no agresión
«Los sistemas estratégicos de EEUU siempre han representado las fuerzas del primer ataque», señala el experto en su libro. Es decir, el plan nuclear no se desarrolló como una respuesta en caso de agresión de la URSS, sino precisamente como una estrategia de ataque.
Los sistemas estratégicos nunca han sido «un medio para un ataque inesperado no provocado».
El mito sobre el maletín nuclear
La creencia de los estadounidenses de que la primera persona del Estado, el presidente y solo él, toma la decisión de realizar un ataque nuclear tampoco tiene fundamento, afirma Ellsberg. Y presenta pruebas de que esto es un engaño completo.
«En realidad, no solo el presidente puede tomar una decisión y dar la orden, tampoco el secretario de Defensa o el Estado Mayor Conjunto de EEUU en el Pentágono —como cree la mayoría—, sino también los comandantes a miles de kilómetros de Washington, quienes deciden si sus subordinados están sufriendo una severa amenaza de destrucción», apunta.
Ellsberg pone sobre la mesa que las cartas con códigos especiales para lanzar armas nucleares estaban a disposición de todos los comandantes de las unidades donde había este tipo de armamento.
«Bajo ciertas circunstancias, un comandante con cuatro estrellas podría dar una orden de forma independiente para lanzar un ataque nuclear sin la decisión previa del presidente», destaca el analista.
El mito sobre el fin de la era nuclear
El autor del libro sugiere que incluso hoy la situación no es muy diferente. El presidente de EEUU, Donald Trump, recibe de los asesores militares los mismos datos que tuvo Ellsberg en la década de los 60.
«Los elementos básicos del escudo nuclear estadounidense siguen siendo los mismos que hace casi seis décadas: miles de portadores de ojivas nucleares en estado de alta preparación para el combate apuntan principalmente a objetivos militares rusos, incluso los puestos de mando en o cerca de las ciudades», puntualiza Ellsberg. Oficialmente, las autoridades estadounidenses explican esta necesidad como el contrapeso a la posible agresión de Rusia.
«Una visión tan ampliamente publicitada es un engaño deliberado. La contención de la Unión Soviética y la respuesta a un ataque nuclear nunca han sido el único e incluso el principal objetivo de nuestros planes y preparativos nucleares», dice Ellsberg.
«La naturaleza, el alcance y la ubicación de nuestras fuerzas nucleares estratégicas siempre han perseguido un objetivo completamente diferente: limitar el daño de la Unión Soviética o Rusia en respuesta al primer ataque estadounidense a la URSS o Rusia. Sus capacidades, en particular, deben reforzar la realidad de las amenazas estadounidenses de realizar un ataque nuclear o las amenazas de «primer uso» en conflictos regionales, inicialmente no nucleares, que involucran a la Unión Soviética, Rusia o sus aliados», concluye el autor.