El Gobierno de Obama está llevando a cabo «una guerra sin cuartel contra los presidentes de los países de América Latina cuya política no le gusta», sostiene el periodista y escritor Nil Nikandrov en un artículo publicado por el portal FondSK.
De acuerdo con el periodista, las embajadas de EE.UU. en Venezuela, Ecuador, Bolivia, Brasil y Argentina están desplegando campañas para organizar la destitución de los dirigentes «indeseables».
Actualmente, prosigue Nikandrov, «la intensidad de los ataques contra Nicolás Maduro, Rafael Correa, Evo Morales, Daniel Ortega, Dilma Rousseff, Cristina Fernández va en constante aumento».
«Washington cree que la caída de uno de ellos provocará un efecto dominó, y América Latina se librará completamente de los ‘populistas'», explica el autor del artículo.
«Un golpe en Guatemala»
«En este contexto, la operación especial de la embajada de Estados Unidos para el derrocamiento del presidente de Guatemala, Otto Pérez Molina, puede parecer inesperada», ya que este siempre ha sido considerado «una criatura del Pentágono y el Departamento de Estado», afirma Nikandrov, quien opina que la forzada dimisión de Pérez Molina había sido orquestrada por Washington.
El periodista explica que en un determinado momento Pérez Molina empezó a comportarse de una manera independiente, «haciendo caso omiso a las instrucciones directas de la embajada».
Para conseguir la destitución del presidente, Washington utilizó la excusa de la lucha contra la corrupción, asegura el autor añadiendo que, aunque formalmente la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) está patrocinada por la ONU, en realidad la lidera el Departamento de Estado de EE.UU. y la CIA.
«¿Pero para qué han eliminado los estadounidenses a Pérez?», se pregunta el analista, apuntando que la corrupción a gran escala en México es mucho más peligrosa para Washington.
La explicación más probable y la que iría en línea con la política exterior estadounidense del último cuarto de siglo, es que lo hayan hecho para mostrar a América Central «quien manda», concluye el autor.