Confesiones de un frustrado burgués

Para Henry Ruiz Hernández, uno de los principales comandantes de los años 80, la revolución quedó sepultada con la derrota electoral de 1990, por lo tanto es algo que no existe. Sin embargo, se amarga la vida porque Daniel Ortega logró “resucitarla” pese a la oposición de un sector de la burguesía y los otrora “intelectuales de izquierda”, ante quienes este ex estudiante de la Patricio Lumumba parece tener algunos complejos de inferioridad.

La Prensa, el medio por excelencia de los grupos antisandinistas en Nicaragua, ha entrevistado al “comandante Modesto” en innumerables ocasiones. Y no es casualidad. Resulta que tras el triunfo electoral de la señora Violeta Barrios, este “duro” izquierdista formado en el campo socialista, mostró que su temple revolucionario era de pura plastilina.

Se creyó a pie juntillas aquello de que era el “muso” de alguna poetisa y desde entonces sus amistades están compuestas por gente de letras. Sus tragos son compartidos por inciertos bardos de la Calle Atravesada que al igual que él lamentan no haber juntado fuerzas para hacer con doña Violeta “una revolución democrática burguesa”.

No lo decimos nosotros, son palabras del hombre al que muchos le construyeron una leyenda cuando gritaba que “en la montaña enterraría el corazón del enemigo”. Otros se burlaban por considerar que su lucha era contra los mosquitos y la malaria, pero el tipo se mantuvo incólume hasta que bajó convertido en uno de los “nueve”, un inmenso mérito entonces.

Ahora resulta que el ministro de Planificación que en los años de agresión, lucha y bloqueo económico se movilizaba en una camionetona de lujo con numerosa escolta detrás y que no se dignaba a levantar la vista para ver la miseria del pueblo debido a la criminal política norteamericana, lo que anhelaba era “una revolución democrática burguesa”.

Y sigue peleando por culminar esa aspiración que comparte con todos los traidores que formaron el MRS en 1995, cuando intentaron borrar de la faz de la tierra al FSLN arrebatándole la mayoría de escaños en la Asamblea Nacional.

Hay que recordar que cinco años después de la derrota en las urnas del FSLN propiciada por la potencia imperialista de Estados Unidos, muchos “abnegados” ex militantes sandinistas buscaron un lugar en los sucesivos gobiernos neoliberales que se dieron durante tres lustros.

Fue asunto fácil para aquéllos que durante la revolución estuvieron ligados a elementos de la oligarquía y su prolífica intelectualidad que se unió al FSLN en la lucha contra Somoza, y cuyos miembros fueron fieros y férreos en la defensa del socialismo mientras gozaron de las mieles del poder, y a la vez los primeros en cruzar la acera cuando ganó doña Violeta.

Algunas traiciones impactaron más que otras tal vez por la celeridad con que ocurrieron. No había terminado el conteo de votos cuando los hasta hacía unas horas ejemplares militantes buscaban reconciliarse con su familia o amigos burgueses y oligarcas.

Fueron unos pocos y no se podía esperar otra cosa, pero molestó. Como molesta ahora leer lo que dice Ruiz Hernández, el frustrado aspirante a burgués de 74 años, para quien la revolución popular sandinista solo le dejó “bonitos recuerdos”. Imaginamos que algunos de ellos tienen que ver con los grandes privilegios que disfrutaba.

La revolución está muerta para este señor que incluso abjura del FSLN y prefiere decir que su partido fue el Socialista (ahora tiene uno propio aunque solo es de siglas), pero no se cansa de lanzar todo tipo de injurias en contra de sus excompañeros de lucha que decidieron seguir persiguiendo la posibilidad de un mundo mejor.

No disimula, don Henry, la envidia que sintió siempre por el rol protagónico del comandante Daniel Ortega, quien se ganó el odio de diferentes gobernantes del imperio gringo y sus vasallos locales por su inquebrantable decisión de permanecer al lado de los pobres.

Sabemos hoy por su boca que después de la derrota electoral del 90 no les pasó nunca por la cabeza recomponer al maltrecho FSLN y a su dolida militancia, sino todo lo contrario, destruir lo poco que quedaba del heroico partido que enfrentó al ejército mercenario de la Contra, financiado, entrenado y protegido por los Estados Unidos.

A partir de esa premisa, confesada por Henry Ruiz a La Prensa, se entienden mejor los ataques sistemáticos y orquestados en contra del líder del FSLN que anduvo de pueblo en pueblo recomponiendo las estructuras rojinegras que volvieron al poder en 2007 pese a la furia y la envidia de los renegados.

Y no se preocupe, señor Ruiz, que los traidores también son parte de la historia de la humanidad, en la que Judas es quizás el más grande de sus representantes.

 

 

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