(Sputnik).– Desde la llegada de Hugo Chávez al poder en 1999, el Comando Sur de Estados Unidos consideró como una “nueva amenaza” para la seguridad nacional estadounidense la aparición del Socialismo del Siglo XXI, al que se sumaron posteriormente Bolivia, Ecuador y Nicaragua.
Casi dos décadas después, Washington y sus guerreros mediáticos de la pluma asedian a diario a Venezuela y después, paulatinamente, a Bolivia y Ecuador. Sin embargo, este modelo sigue vivito y coleando en Nicaragua, donde se ha logrado un consenso de real convivencia entre el Gobierno y los empresarios.
En Nicaragua se ha establecido «un absoluto compadrazgo” entre el sector empresarial y el Gobierno de Daniel Ortega. A diferencia de Venezuela, Bolivia y Ecuador, en donde los empresarios no están dispuestos a abrirse al Socialismo del Siglo XXI, en Nicaragua el número de empresarios disidentes es menor y la gran mayoría de ese sector apoya esta alianza con el presidente Ortega.
Todo el mundo está interesado en que las cosas sigan igual. La popularidad del actual presidente de Nicaragua del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), siete veces candidato presidencial y cuatro veces presidente y aliado incondicional de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), se le atribuye a los efectivos programas sociales gestionados por su Gobierno.
En la actualidad, Nicaragua está viviendo una sólida estabilidad económica y, según la Comisión para América Latina y el Caribe (CEPAL), el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), este año Nicaragua mantendrá su crecimiento económico hasta el 4.6 por ciento, superando a los demás países centroamericanos a excepción de Panamá.
Una de las más prestigiosas e influyentes calificadoras, Moody’s Investors Service, decidió mantener a Nicaragua en la categoría B2 con perspectiva estable, lo que evidencia una clara señal a los inversionistas de que pueden confiar en este país debido a su sostenido crecimiento económico, altos niveles de inversión extranjera directa, bajos déficits fiscales y un diálogo estable entre el Gobierno y el sector privado.
Debido a las ayudas sociales del Gobierno y la colaboración empresarial, la pobreza en Nicaragua registró una disminución en los últimos 10 años del 42.5 por ciento al 29.6 por ciento y la pobreza extrema bajó del 14.6 al 7.6 por ciento, según los datos oficiales. Sin embargo, en el campo, aproximadamente el 60% de la población continúa siendo pobre, lo que obligó al Gobierno a actualizar el Plan Nacional para el Desarrollo Humano hacia 2020.
Para ponerlo en marcha, Daniel Ortega aprendió a utilizar todas las posibilidades que se le presentan. Dicen sus detractores que Ortega tiene ya “maestría y doctorado” en el arte de sobrevivir, superando a Hugo Chávez, Rafael Correa y Evo Morales.
Durante los 10 años en el poder, aprendió que no valía la pena pelear con Estados Unidos, la iglesia y los empresarios en esta época moderna. Entonces, en vez de pelear con EEUU, Ortega les abre las puertas para que puedan hacer la inversión que quieran y en lugar de pelearse con la Iglesia católica, cada vez que hace una obra social recuerda a la población la importancia de la solidaridad y hermandad cristiana, lo que les agrada a los sacerdotes. También Ortega supo hacer las paces con los empresarios, convirtiéndolos en socios del Estado.
Daniel Ortega sabe delimitar por el momento el grado de influencia de Washington en las decisiones del Gobierno nicaragüense y no le permitió inmiscuirse en las estrechas relaciones de Nicaragua con los países integrantes del ALBA. También el presidente Ortega ha logrado delimitar la influencia de la iglesia en el quehacer del Gobierno y en su ideología del socialismo del siglo XXI.
Asimismo, hizo participar a los empresarios en los programas sociales formando “alianzas y consensos” con el sector privado nicaragüense. Cabe recordar que en la conferencia anual de la Asociación de Cámaras de Comercio Americanas de América Latina y el Caribe (AACCLA), la aparición de Daniel Ortega fue recibida con un estallido de aplausos.
Actualmente, no hay escasez de productos en Nicaragua, no hay colas ni caos, incluso, la violencia está bien controlada por el Gobierno, fortaleciendo la seguridad ciudadana. El pueblo en general está satisfecho y prácticamente nadie quiere cambios. Lo que más preocupa a la gente es la posibilidad de que la administración de Donald Trump recorte fondos para Nicaragua con Leyes como la Nica Act.
Igualmente, cabe destacar, que el presupuesto de ayuda a Latinoamérica sufrió el recorte más drástico en comparación con Asia, África y Oriente Medio, y fue reducido a mil 100 millones de dólares, lo que implica el poco interés que tiene la actual administración en Latinoamérica y, por supuesto, en Nicaragua.