Crisis migratoria, una «vergüenza» que corroe la Unión Europea

Más de 350.000 personas han cruzado el Mediterráneo hacia Europa en lo que va del año. Más de 2.600 han muerto durante esa travesía. Un pasado horrible y un futuro incierto. Un sinfín de sueños rotos.

 

¿Quiénes son y de qué huyen estas personas que arriesgan la vida para llegar al Viejo Continente? ¿Qué buscan en Europa y con qué realidad se encuentran allí? ¿Quién tiene la culpa de sus desgracias y de dónde pueden esperar ayuda?

La Unión Europea se enfrenta a la que ya ha sido calificada como la peor crisis migratoria desde la Segunda Guerra Mundial. Pero más allá de todas las palabras y denominaciones, se trata de una de las peores tragedias humanas de la historia.

El número de refugiados e inmigrantes que han cruzado el mar Mediterráneo para llegar a Europa ha sobrepasado las 350.000 personas este año frente a las 219.000 de todo 2014.

Según la agencia de refugiados de las Naciones Unidas (ACNUR), la situación en Grecia e Italia ha incrementado notablemente las cifras, ya que en estos países se han contabilizado casi 200.000 y 110.000 entradas, respectivamente.

En el trayecto han muerto más de 2.500 personas y esta cantidad no incluye a otras 200 que se teme se hayan ahogado a finales de agosto cerca de las costas de Libia. En 2014 se registraron 3.500 muertos, según informó Europa Press.

Los peligros de la ruta marítima a través del Mediterráneo se reflejan en el aumento de personas fallecidas. La Agencia Europea de Control de Fronteras (Frontex) ha salvado decenas de miles de vidas este año, pero los países de la Unión Europea deberán actuar en conjunto para hacer frente a los problemas que, según ACNUR, se podrían solucionar con la toma de decisiones correctas.

¿Quiénes son estos miles de personas que están llegando cada día a Europa desde Oriente Próximo y África?  

Según la definición de las Naciones Unidas, el refugiado es «la persona que, por temor justificado de ser perseguida por su raza, religión, nacionalidad, pertenencia a un grupo social concreto u opinión política, se encuentra fuera del país de su nacionalidad y no puede o, debido a ese temor, no quiere aprovechar la protección que le ofrece dicho país».

En su mayoría, se trata de las personas que intentan entrar en territorio de la Unión Europea para pedir asilo, huyendo de países devastados por conflictos, del Estado Islámico o del hambre.

Entre las regiones que presentan mayor número de solicitudes de asilo, Siria está a la cabeza (200.000), seguida de Kosovo (101.000) y Afganistán (82.000). 

En cuanto a los países receptores, cuatro de cada diez peticiones de asilo son tramitadas en Alemania, con más de 170.000 solicitantes; mientras que casi dos de cada diez, son presentadas en Hungría (67.000 solicitudes). En total, ambos países suman más de la mitad de las solicitudes de asilo, de acuerdo con los datos de Eurostat que recoge el mapa interactivo elaborado por el periodista Raúl Sánchez.

Pese a que Bulgaria no está tan expuesta a la afluencia de inmigrantes como Alemania y Hungría, es el país con mayor porcentaje de concesiones de asilo de toda Europa (92%); mientras que en los dos países antes mencionados los porcentajes son de un 43% y un 10%, respectivamente. 

Según explica el semanario ‘The Economist‘, los inmigrantes «están ajustando sus rutas».

Así, el «gran cambio» de este año es el número de personas que entran en Grecia a través de los «saltos marítimos de corta distancia desde Turquía».

Los sirios, por su parte, están abandonando la ruta italiana debido al caos en Libia y los peligros del mar.

Sin embargo, muchas veces los inmigrantes que han sobrevivido a «la barbarie del Estado islámico o los caprichos del Estado policial de Eritrea se encuentran con los gases lacrimógenos de la Policía macedonia o evadiendo las garras de los guardias de seguridad franceses», lamenta ‘The Economist’.

El Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) también ha elaborado varias infografías en las que aparecen reflejadas las rutas de los inmigrantes y de qué países intentan escapar.

La mayor parte de los inmigrantes que cruzan el mar Mediterráneo para llegar a Europa proceden de Siria (50%), Afganistán (13%) y Eritrea (8%). Según el mapa de ACNUR, Grecia está acogiendo el mayor número de llegadas por mar con más de 250.000 de personas en lo que va de año.

En comparación con Italia y Grecia, la organización constata que mucho menos refugiados intentan entrar en territorio español, con 1.953 llegadas desde Marruecos en 2015.

La mayoría de los refugiados son hombres, que suman el 72% de los que cruzan el mar en busca de una vida mejor, mientras que el 15% son niños y el 13% mujeres, según ACNUR.

A menudo se produce una confusión entre dos grupos de las personas desplazadas: los inmigrantes y los refugiados.

En el lenguaje oficial de la ONU existe hasta una comparación oficialmente aprobada: «Los migrantes, en particular los económicos, eligen desplazarse para buscar mejores perspectivas para ellos y para sus familias. En cambio, los refugiados se ven obligados a desplazarse si quieren salvar su vida y preservar su libertad. No obtienen protección por parte de sus Estados, y a menudo es su propio Gobierno el que amenaza con perseguirlos», explica el organismo.

La diferencia parece bastante clara, pero deja varias incógnitas. ¿Quién va a juzgar si el temor es justificado o no? Si se trata de una persona, puede hacerlo una corte con ayuda de un perito psicólogo, pero se trata de decenas de miles de personas. 

Quienes han atravesado en los últimos meses las fronteras de la Unión Europea no esconden que buscan mejores perspectivas para sí mismos y sus hijos y que tienen preferencias sobre en qué país quisieran vivir: algo muy propio de la migración voluntaria. Además, viajan familias enteras, como se aprecia en recientes reportajes de Hungría.

Todo eso hace que las propias autoridades europeas confundan las categorías de inmigrante y refugiado.

Cuando la Policía húngara confundió dos grupos al destinarlos a todos a un campamento de refugiados, se produjeron protestas en varias estaciones de ferrocarril. «Queremos a Alemania», respondieron a gritos y con unos cartelitos improvisados los pasajeros de tránsito desalojados de varios trenes. 

Ante la peor crisis migratoria desde la Segunda Guerra Mundial, Europa reconoce la importancia del problema, pero de momento se muestra incapaz de resolverlo.

Este 9 de septiembre, la Comisión Europea ha presentado su plan para distribuir a 120.000 refugiados llegados a través de Italia, Grecia y Hungría entre los 28 Estados miembros. 

Según el documento publicado en la web oficial de la Comisión Europea, Alemania debe acoger el mayor número de solicitantes de asilo (31.443 refugiados) y Malta, el menor (133).

Después de Alemania, entre los países con las cuotas más altas se encuentran Francia (24.031 refugiados), España (14.931), Polonia (9.287) y Países Bajos (7.214). A su vez, Austria, Bélgica, Portugal y Suecia deberían aceptar más de 3.000 refugiados cada uno, mientras que Bulgaria, Croacia, República Checa, Finlandia y Eslovaquia, más de 1.000.

Según la propuesta, los Estados miembros recibirán una ayuda de 6.000 euros por cada refugiado que acojan, mientras que los países que se nieguen a participar deberán justificarlo y podrían ser sancionados.

La iniciativa llega en medio de las críticas a la Unión Europea por su manera de afrontar la crisis migratoria. Y es que, en vez de tomar medidas más eficaces e inmediatas, los países europeos construyen muros para protegerse del flujo migratorio y algunos contemplan incluso recurrir a las Fuerzas Armadas para frenar la llegada de inmigrantes, como en el caso de Austria y Hungría.

La gran crisis migratoria, sumada a las dificultades económicas, la situación de Grecia y otros problemas, hace que los expertos sean bastante pesimistas en sus pronósticos sobre el futuro de la Unión Europea.

Así, el columnista de ‘ABC‘ Hermann Tertsch opina que lo que estamos viendo ahora es «un estado de emergencia que eclipsa por completo en la agenda política a las otras crisis, algunas muy graves, como la del euro, la creciente polarización norte-sur (…) y los movimientos populistas que ponen en peligro a las democracias de muchos países miembros [de la Unión Europea]». 

En opinión de Tertsch, que destaca la falta de una política unitaria como principal causa de la incapacidad de la Unión Europea para manejar la crisis eficazmente, la situación actual puede resultar en el «colapso de los instrumentos de cooperación, los mecanismos de seguridad y hasta el orden público en Europa».

La propia canciller alemana, Angela Merkel, declaró durante una entrevista a un canal de televisión local que el problema de los refugiados ocupará a Berlín más que la crisis griega y la inestabilidad del euro.

«En la próxima década el Viejo Mundo estará preocupado por tres problemas: las guerras, las revoluciones y los migrantes. Y todos son provocados por la inestabilidad de Oriente Próximo», vaticina a su vez el historiador y especialista en relaciones internacionales ruso Sarkis Tsaturián.

Al mismo tiempo, destacados economistas alemanes coinciden en que La Unión Europea ha llegado a una situación crítica debido a las fallidas políticas adoptadas por Bruselas, mientras que la crisis migratoria ha agravado la situación del bloque y amenaza con causar su desintegración.

«Europa ha dejado de ser una alianza política y se sostiene únicamente en intereses económicos neoliberales, y no quiere admitir que sus políticas para el proyecto que pretendía conectar personas, ser de paz, progreso social, democracia y los tan cacareados ‘valores europeos’ han fracasado», afirmó el economista Reinhard Crusius en una entrevista con el diario ‘Deutsche Wirtschafts Nachrichten‘.

«La crisis de los refugiados solo demuestra que el enfoque neoliberal unilateral, centrado en la ‘competitividad’ y una política sin sentido para salvar el euro está destruyendo la unidad de los pueblos de Europa», sentenció el experto.

Sea como fuera, hay una cosa que debería preocuparnos más que el futuro de la unión: y es el futuro de miles de personas que huyen de la muerte para encontrarse con el muro de la indiferencia y el rechazo.

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