Hay quienes piensan que la deben pasar dura los reporteros de base de los medios de oposición, al tener que inventar cada día nuevos “argumentos” y ofensas en contra de las obras o proyectos del gobierno. La misión en este año electoral es clara: tratar de llevar al extremo la descalificación del sandinismo a fin de que sea derrotado en las urnas.
Pero no se crea que la labor de destrucción requiere lucidez o grandes esfuerzos mentales. Hace varias décadas hubo un directivo de medio en Nicaragua que se alegraba cada vez que el partido al que pertenecía perdía las elecciones. “Es que es más fácil destruir que construir, y eso es lo que le gusta a la gente, (lectores) que en nuestro país es por tradición opositora”, decía.
Este gurú local del periodismo también pontificaba a su manera sobre la libertad de prensa, pero tenía más que claro que la prioridad era la venta de su periódico. Y pensaba que si el candidato de su partido ganaba, de alguna manera tendría que convertirse en vocero oficioso del mismo.
Favorable para todos
“Es más fácil hacer periodismo desde la oposición”, remataba con la más sencilla de las lógicas. No se crea este un caso aislado. Ser de oposición al gobierno de turno puede incluso llegar a ser una bendición para los redactores.
Allí destacarán aquél o aquéllos que logren interpretar la esencia opositora de sus jefes. Su papel de “fiscales” del gobierno será del tamaño de la rivalidad política de los dueños del medio donde laboran. La cantidad de notas sucias y denuestos encontrará siempre la apropiada indulgencia de los manuales de estilo. Y habrá trabajo garantizado.
Como es imposible abordar todos los ejes de ataque diario, nos detendremos brevemente en dos de los temas principales de los medios opositores (que se autollaman “independientes”).
Los presuntos alzados en armas
El primero fue el de los presuntos rearmados. Están enfrascados desde hace varios años en tratar de hacer creer que las bandas de delincuentes comunes que se movilizan en sectores montañosos y fronterizos con Honduras, son pobres campesinos que se han alzado en armas en contra del gobierno.
Uno de los casos más representativos es el del narcotraficante Byron de Jesús López Zeledón, el “comandante Sheriff” para los medios opositores. El otro es el de Joaquín Torres Díaz, alias “comandante Cascabel”. Ambos murieron en enfrentamientos con el Ejército y la Policía.
“Sheriff”, jefe de una banda de antisociales, era señalado como narco incluso por sus socios en el crimen organizado que querían apartarlo del negocio.
“Cascabel” lideraba una banda de secuestradores, asaltantes y violadores desde 2005, es decir, durante el gobierno del ingeniero Enrique Bolaños. ¿Se había alzado en armas contra dicho presidente neoliberal?
¿Qué buscan?
Lo cierto es que La Prensa y otros medios opositores de derecha incluyeron al “Sheriff” y a “Cascabel”, ambos delincuentes comunes, dentro de los supuestos grupos alzados en armas contra el actual gobierno del FSLN.
¿Pero cuál es el afán por “demostrar” que hay grupos armados que presumiblemente combaten al gobierno? En primer lugar, dar la imagen internacional de que Nicaragua es un país nuevamente en guerra, lo que alejaría inmediatamente a los inversionistas.
Otro objetivo sería hacer correr el rumor de que el gobierno sandinista podría llamar otra vez al cumplimiento del servicio militar, lo que de seguro alarmaría a los padres con hijos en edad para la conscripción.
Indudable mala intención
Como se aprecia, no hay nada de inocencia en los propósitos informativos de los medios de comunicación opositores, y estamos claros de que la mayoría de periodistas no están oficialmente sabidos sobre el trabajo que realizan, aunque se lo imaginan.
La otra “punta de lanza” y a la que le han dedicado mayores esfuerzos en los últimos dos años, ha sido el canal interoceánico. Los ciudadanos de países donde han construido megaobras como la Presa Hoover, en Arizona, Estados Unidos, se han sentido orgullosos y hasta maravillados.
Igualmente lo están los habitantes de China con su milenaria muralla, los de India con el Taj Mahal, los de Rusia con su ferrocarril transiberiano, los de Taiwán con su torre Taipei 101, y por supuesto los panameños con su canal. Existen muchos más ejemplos.
La extraña excepción parece ser la oposición en Nicaragua. Pese al inmenso apoyo que ha recibido la vía interoceánica de parte de la población, del sector privado y de una entusiasmada comunidad internacional, los medios de derecha, las ONG de la misma acera y sus contertulios en el extranjero, han dedicado miles de cuartillas y gastado millones de dólares para abortar la obra.
Han caído en el ridículo
Como su afán de obstaculizar el progreso no tiene ningún asidero lógico, han echado mano del expediente ecologista y hasta del falso argumento de que el gobierno y la empresa HKND no pagarán las tierras privadas por donde pasará el canal que unirá nuestros dos mares.
La desesperación los mete de cabeza en el terreno del absurdo. Pasaron en pocos días a cambiar el discurso de que lo del canal era una gran mentira con fines electorales, a intentar levantar contra el gobierno a los presuntos afectados por la mega construcción.
¿En qué quedamos? ¿Cómo dañará a la población una obra ficticia? Y el dislate continúa. Están rebosantes de alegría con la celebrada “quiebra” de Wang Jing, sin embargo, siguen organizando marchas para que el canal no se construya.
El fondo real de la oposición al canal interoceánico es la certeza de que si lo construye el gobierno del presidente Daniel Ortega, el FSLN acrecentará mucho más la confianza popular en su gestión y no podrán desalojarlo del poder en largo tiempo.