El golpe blando contra el Gobierno Sandinista en Nicaragua tiene rasgos eminentemente fascistas. Es un movimiento por y para la élite en contra de los sectores populares. Sus motivaciones son monopolistas e imperiales.
El fascismo europeo, particularmente italiano de los años 20 del siglo pasado, prometía algún tipo de restauración nacional-imperial. El golpismo nicaragüense trabaja en función de intereses imperiales delictivos y colonizadores. Es una variante contemporánea del fascismo histórico emparentada con fenómenos como los de Al Quaida, el Estado Islámico y el ascenso de movimientos racistas y xenófobos en Europa Occidental y América del Norte.
Como el objetivo del fascismo nicaragüense es el de destruir a este país como Estado independiente y soberano, no presenta ciertas de las características del fascismo italiano como el culto a un líder o un modelo corporativista de sociedad. De hecho, evitan a toda costa cualquier definición del modelo de sociedad que promoverían en caso de obtener el poder, siendo el suyo un movimiento esencialmente negativo y destructivo.
El golpismo «suave» nicaragüense presenta los siguientes rasgos fascistas:
1) Busca imponer una agenda de élite que beneficie a los privilegiados, así como a intereses extranjeros y delictivos con una retórica «desde abajo». Sus principales apoyos: Los grandes financieros, terratenientes, ONG tóxicas, políticos extranjeros vinculados al narco y partidos fascistas.
2) Se viste de todo tipo de ropajes, desde la diversidad sexual y el liberalismo hasta el más rancio conservadurismo, pasando por una profunda corrupción del discurso y las prácticas insurreccionales de la Revolución Popular Sandinista de 1979.
3) Un nihilismo activo que destruye todos los valores y entroniza todos los antivalores. La versión postmoderna del fascismo golpista nicaragüense adopta todas las posiciones y al mismo tiempo ninguna, siempre y cuando esto le sirva para acabar con el supuesto «tirano» y sus «sapos».
4) Se dice democrático pero es destructor de las instituciones democráticas de cualquier tipo. Es destituyente. Busca destruir la Constitución. Quema alcaldías, destruye instalaciones del Consejo Supremo Electoral y pretende reducir la Asamblea Nacional a un cuerpo de solo 20 miembros.
5) Es eminentemente mediático, basándose en crear «hechos» a partir de «percepciones» diseñadas. Masacres ficticias, fabricadas con imágenes tomadas de otros países y épocas. Masacres reales implementadas para culpar al adversario. Palabras altisonantes que dicen una cosa y hechos fehacientes que dicen otra, totalmente distinta. Ropas de moda para la «lucha». Expertos de imagen y especialistas de marketing. Medios de masas que apelan a la emoción y no a la razón. Todo eso siempre ha sido un ingrediente básico del fascismo.
6) Se dice «pacífico» pero es militarista y violento. Como siempre lo hicieron Mussolini, Hitler y Franco, presenta su violencia como respuesta a la supuesta violencia de los otros. Ataca con bombas y armas de fuego las estaciones de Policía. Después lleva representantes de organizaciones de «derechos humanos» para exigirle a los policías que se rindan en nombre de… los derechos humanos.
7) Promueve el odio.
8) Es sectariamente paranoico: Quién no está conmigo es «sapo» y merece ser torturado, vejado, atado a un poste y pintado, quemado, etcétera.
9) Es delincuencial: Los intereses personales son inextricables de los intereses políticos. Incluso, a menudo constituyen su esencia.
10) Tiene fuerte apoyo clerical. Como en la Italia de Mussolini, en la España de Franco o en la Ruanda de los 1990s, cuenta con el apoyo de muchos curas y prelados de la Iglesia Católica, que no solo le dan su apoyo pasivo sino, especialmente, activo.
11) Su consecuencia lógica: el genocidio político. Al amenazar a cualquiera que defienda al Gobierno Sandinista, en realidad promueven la eliminación física de una gran parte de la población nicaragüense.