Sorprende a veces la energía que pone en sus odios el sacerdote trapense Ernesto Cardenal. En su edad provecta, no parece albergar más que rencores, revueltos con su afán de seguirse proyectando en el exterior, porque difícilmente brinda entrevistas a periodistas locales.
Aunque eso de despreciar a los medios de comunicación del país y a sus hombres y mujeres de prensa, no es nada nuevo. Es algo que han sentido en carne propia incluso algunos periodistas aún jóvenes de medios afines a la ideología de derecha que profesa el loado poeta.
El anciano de pelo largo de la Orden de la Trapa no es conocido precisamente por su humildad. Al igual que reparte sonrisas y lamentos políticos en el extranjero, es igual de pródigo en malas respuestas cuando algún periodista nacional le solicita entrevistas.
Y si las concede, tiene que ser a través de la intercesión de algún personaje de la oligarquía nacional inserto en los medios de comunicación de la familia Chamorro.
No son oraciones las que salen de su boca
No sabemos a qué edad dejó Cardenal de practicar el principal mandamiento de la Orden de la Trapa, que consiste en “ora et labora”, es decir, “reza y trabaja”, pero lo cierto es que actualmente no son oraciones las que brotan de su boca; y del trabajo, pues por su edad está excluido.
“Yo siempre he dicho que Ernesto Cardenal por su racismo es soberbio, arrogante, prepotente, le gusta el protagonismo, es por eso que se hace la víctima”, dijo hace siete años la señora Nubia Arcia, con quien el poeta y sacerdote se disputaba un hotel en Solentiname.
¿Un hotel? ¿Y para qué quiere un hombre de Dios un hotel? Nunca estuvo claro. Pero el apoyo que recibió de parte del sandinismo la mujer humilde de la isla santuario ubicada en el lago de Nicaragua, desató un odio mortal en el sacerdote Cardenal, tan virulento, que ni siquiera le ha dejado espacio en el alma para nuevos versos.
Le gusta ser el “invitado de honor”
Hace algunos días volvió a soltar la “sin hueso” en Costa Rica. Fue a un evento de los que le agradan sobremanera debido a que le dejan muy bien pulido el ego: “Invitado de honor”. El programa era literario, pero como anda que se lo come la rabia en contra del FSLN, pues el varón de Trapa volvió a verter la santa bilis.
Él, que se la pasa viajando, ve por supuesto un “verdadero progreso” en la literatura en América Latina. Al hablar de Nicaragua –aquí nadie lo ha visto llegar a un barrio popular-, no se refirió a sus colegas de letras, para qué, si el único que vale la pena es él. Nuestro país, de acuerdo con su amargura, va en “retroceso en la política” con su “dictadura”.
Y como sintió que se quedaba corto en maldad, él, que se la pasa exteriorizando lo primero que se le viene a la cabeza en contra del FSLN, se hizo el mártir indicando que no podía “extenderse” en sus injurias “porque no tenemos la libertad de hacerlo, con eso lo digo todo”.
Para Cardenal, un ilustre hijo de la oligarquía nicaragüense, son pocos los agravios que se vierten a diario en nuestro país en contra del presidente Daniel Ortega, su esposa Rosario Murillo y otros funcionarios de alto rango de los distintos poderes del Estado. A lo mejor y tiene razón, porque eso no es libertad, sino libertinaje.
También sabe echar flores
El cura trapense de inmaculada cotona blanca con la que pretende emular el ideal del campesino nicaragüense erigido por la literatura -quizás nuestros “campeches” vistan así cuando sean del primero o segundo mundo, si es que hay-, no acepta vivir alejado del poder que tuvo en los años 80, y que le permitió consolidar su fama de hombre de letras.
Para él, el asunto parece ser sencillo: si no existe el gobierno que quiere, hay que destruirlo. Aunque el actual ayude a los pobres, que son los que menos le importan desde su vida de boato.
Sus 90 años, sin embargo, no lo confunden a la hora de echar flores a los que lo invitan. Alabó la “democracia” costarricense, y para que sigan creyendo que es de izquierda, se aferró a Cuba:
“Hay países que tienen una democracia muy consolidada como Costa Rica, y otros que tienen su liberación económica y su liberación del imperio norteamericano, como Cuba, un país independiente, que podrá tener sus defectos graves, pero es libre y hace lo que quiere y dice lo que quiere”.
Tal como lo hace Nicaragua, pero que sus antipatías políticas y personales le impiden reconocer.