Los evangélicos, junto con parte del catolicismo, son el principal apoyo del candidato ultraconservador en las elecciones del 1 de abril.
Mientras decenas de feligreses se acercaban al éxtasis en la oración, la voz del pastor Ronny Chaves Jr. sobresalía entre la música de piano y los cánticos con una frase que no sonaba exactamente a religión. La hora de la prédica en esta iglesia pentecostal, a solo cuatro kilómetros de San José, la capital de Costa Rica, se convertía este domingo en una declaración política frontal: “Estamos en guerra, estamos a la ofensiva. Ya no a la defensiva. La iglesia por mucho tiempo ha estado metida en una cueva esperando ver qué hace el enemigo, pero hoy está a la ofensiva, entendiendo que es tiempo de conquistar el territorio, tiempo de tomar posición de los lugares del Gobierno, de la educación y de la economía”.
Eran las palabras del pastor tras el inédito triunfo en la primera vuelta electoral, el 4 de febrero, de un predicador evangélico, Fabricio Alvarado, quien el 1 de abril disputará la presidencia de Costa Rica contra el oficialista Carlos Alvarado en unos comicios marcados, como nunca antes, por el factor religioso.
El Centro Mundial de Adoración, en el municipio de Tibás, es una de las 5.000 iglesias evangélicas que reúnen a casi uno de cada cinco costarricenses. Es la congregación fundada por el autoproclamado apóstol Rony Chaves, padre espiritual del candidato presidencial, que aprovecha el aumento del conservadurismo activado al calor de la contienda electoral. Es el ambiente derivado del dictamen de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) a favor del matrimonio entre parejas del mismo sexo, aunque el énfasis conservador se dirige, sobre todo recientemente, contra la educación sexual laica en los colegios.
El hijo del fundador de la iglesia es ese hombre robusto y con barba que este domingo proclamaba el “estado de guerra” desde el mismo púlpito donde ha predicado Fabricio Alvarado. No mencionó el nombre del candidato, pero todos sabían quién era el abanderado. El Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) emitió en enero un llamado de atención a las cúpulas de iglesias católica y evangélica para que se abstengan de invocaciones electorales, sin que nada garantice que se cumpla.
Fabricio Alvarado, periodista de 43 años y cantante de música cristiana, no necesita que su formación, el Partido Restauración Nacional (PRN), haga campaña con la bandera azul y amarilla. Un sector amplio de las iglesias cristianas evangélicas es su músculo principal, con el apoyo de una parte de la mayoritaria población católica que, en línea con sus obispos, consideran la necesidad de movilizarse para resguardar “los valores tradicionales de defensa de la familia y la vida”.
Así obtuvo Alvarado uno de cada cuatro votos válidos en la primera vuelta, con un especial arrastre en territorios de menor desarrollo social, donde muchas iglesias cristianas han dado asistencia social por años y ahora los fieles agradecen en las urnas.
Fabricio Alvarado apenas concede entrevistas y prohibió a sus 14 diputados electos dar declaraciones; sabe que su diminuto partido tiene a la mayoría de iglesias o grupos de fieles que libran la guerra por él. El 70% de los votos del PRN provienen de esa población, según un estudio de la Universidad de Costa Rica (UCR).
Todo indica que en la segunda ronda el eje de la discusión volverá a ser el dilema entre integración y derechos humanos. Queda en segundo plano la vulnerabilidad de la economía. Las cúpulas empresariales ocultan sus cartas; nadie confirma las versiones sobre el acercamiento de algunos dirigentes con Fabricio Alvarado.
Encuestas privadas señalan una ventaja para el predicador, pero una medición del Centro de Investigación y Estudio Políticos (CIEP) de la Universidad de Costa Rica muestra que no hay un favorito claro: un 45% para el evangélico y un 42% para el oficialista.
El estudio refleja también perfiles de votantes muy diferentes: en el PRN predominan las personas de bajo grado educativo y en el Partido Acción Ciudadana (PAC), la formación oficialista, gente con estudios universitarios.
La discusión se asemeja a una lucha de clases entre centro y periferia, privilegiados y marginados. Se evidencia en Tibás, el municipio donde el partido evangélico perdió en el distrito central y triunfó en las zonas más pobres. Es esta ciudad la cuna del PRN, del pastor que fundó la agrupación política en 2005, Carlos Avendaño, y del líder espiritual del candidato, Rony Chaves, un cuestionado y adinerado dirigente pentecostal que critica al catolicismo y viaja por América Latina con sus prédicas y profecías. Lo dice Chaves en un vídeo que su hijo proyectaba como parte de la prédica, cuando hablaba de unir al continente. Llama a combatir una imagen que asegura haber identificado en una visión sobrenatural: “Una ola de inmundicia y hechicería” que salía de África a través del Atlántico hasta tocar el continente americano. Por eso, este domingo estaba por entrar en una favela en Río de Janeiro, para contrarrestar la brujería en las vísperas del carnaval, mientras su heredero hacía el trabajo en casa al atacar los programas de educación sexual desde el micrófono.
Número e influencia
Sin embargo, la prioridad ahora está en casa, en este país de mayoría católica donde las fuerzas evangélicas han crecido en número e influencia. Para ayer estaba programada en la misma iglesia evangélica de Tibás una charla contra los programas de educación sexual. Hay prédicas similares en parques públicos de algunas regiones a cargo de pastores o portavoces del PRN como la asesora Marisela Rojas. También gana protagonismo la activista católica antiaborto Alexandra Loría, quien el lunes asumió el escaño que Fabricio Alvarado dejó en el Parlamento para dedicarse a la campaña.
Del otro lado, Carlos Alvarado, periodista y politólogo de 38 años, intenta mostrarse como el candidato más preparado, con mayor equipo y con un partido mejor armado, al margen de cuestionamientos a las formas políticas del PAC (centroizquierda) y a la gestión de altibajos del Gobierno de Luis Guillermo Solís. El oficialista procura apoyos o alianzas de grupos que le acrediten una imagen sólida frente a los vacíos del programa de gobierno de su rival, aunque un sector le achaca sus nexos con sindicatos y le dicen “comunista” como insulto.
El exministro de Desarrollo Humano y de Trabajo es también la opción de las minorías sexuales, pero el candidato sabe que no conviene alzar demasiado esa bandera ante un electorado de mayoría conservadora. Dos de cada tres costarricenses rechazan las parejas del mismo sexo y en esa misma proporción repudian el fallo de enero de la Corte Interamericana, de la cual Fabricio Alvarado propuso sacar a Costa Rica.
Con el representante evangélico de ideología difusa y el oficialista de centroizquierda en competencia frontal, la ola conservadora parece imparable. De los 81 Gobiernos locales, 18 (23%) han declarado su rechazo a los programas de educación sexual; el Ministerio de Educación parece firme en no modificar el currículo. Ya Fabricio Alvarado aseguró que, si triunfa, su primer decreto será para eliminar todo indicio de “ideología de género” de la educación y del resto de instituciones del Gobierno. Esa será su prioridad.
LA EDUCACIÓN SEXUAL, LA CLAVE DE LA SEGUNDA VUELTA
En la última semana, grupos de padres de familia han intentado impedir el inicio del curso lectivo en 15 escuelas de distintos puntos del país, como protesta por la entrada en vigor de programas de educación sexual con contenidos que los conservadores consideran inmorales o antinaturales. Con citas bíblicas y pancartas contra lo que llaman “ideología de género”, decenas de padres han obligado a la ministra de Educación de Costa Rica, Sonia Marta Mora, a viajar a distintos territorios para negociar con los manifestantes. “Hay mucha ignorancia en el tratamiento del tema”, se ha quejado Mora ante la prensa.
Hasta este lunes no había evidencia de que estos grupos fueran alentados por el partido de Fabricio Alvarado, aunque las autoridades de Educación denunciaron ayer que a una reunión entró, haciéndose pasar por una madre ciega, Marisela Rojas, asesora del candidato en materia de educación y probable ministra en un eventual Gobierno. La respuesta del aspirante se centró en que no puede controlar lo que hacen sus partidarios, pero en las redes sociales ya abundaban las críticas. “Hoy cierran escuelas; mañana quemarán libros”, señaló el exministro de Educación Leonardo Garnier, que ayer dio su apoyo al candidato oficialista, a pesar de duros ataques entre su partido, Acción Ciudadana (PAC), y el histórico Partido Liberación Nacional (PLN), al que pertenece Garnier.