El Espanyol, mucho más decidido, tumba a los de Zidane como ya hiciera con el Atlético en Liga y el Barça en la Copa. Un gol de Gerard al final retrata a un Real destartalado entonces, con Ramos de ariete con Mayoral y Benzema.
Cuando parecía lanzado hacia París, el Real Madrid volvió a las andadas domésticas y el Espanyol, con lo justo, sin los alardes que no tiene, le azotó en el último instante. Este curso, en Cornellà no han abundado las serpentinas, pero resulta que es fiesta mayor cada vez que hay un gigante en el cartel. Solo en esta plaza ha perdido en Liga el Atlético, lo mismo que el Barça en su única derrota de la temporada (en Copa). Faltaba el Real Madrid, que llegó disparado con 30 goles en los últimos siete partidos. Pero esta vez fue la nadería. Sin CR, Marcelo, Kroos, Casemiro y Modric, nadie hizo de percha. Todos dejaron marchitar el partido hasta que le entraron unas incomprensibles prisas al final. Destartalado entonces, con Ramos de ariete junto a Benzema y Mayoral, Gerard se lo hizo pagar. Merecido para el Espanyol y de obligada recapacitación para el Real Madrid. La plantilla da para mucho más y vaya como vaya en la Liga, donde ya se ha dejado 27 puntos, la heráldica obliga cada día.
Zinedine Zidane envidó con una alineación supeditada a la calculadora del calendario, con cinco partidos en once días y el PSG al final del camino. De entrada, con CR al calor del hogar y Benzema de hibernación en el banquillo de la siberiana noche catalana, el ataque del Real Madridquedó a pies de Bale. Una posición que el galés y su corte siempre han bendecido como ninguna. A su espalda, Lucas Vázquez, Isco y Asensio, tres correos de lujo, tipos de pies clínicos. Y como escudos de los volantes, Marcos Llorente y Kovacic. En los últimos choques, sin Modric y Kroos, el técnico francés le ha cogido gusto a los dos pivotes centrales. Es decir, Casemiro —baja en Cornellà— y otro alguacil. Suelto y bien plantado de inicio, con una presión coordinada y gremial, al Real Madrid se le acabó muy pronto el carrete.
Dos cabezazos, uno de Bale y otro de Varane, estuvieron a punto de azotar al Espanyol. Un Espanyol muy básico, ulceroso para los rivales en el medio campo y dos delanteros buscavidas. Habituados a pocos auxilios, Gerard Moreno y Sergio García tienen recursos para trepar por su cuenta. En cuanto encarrilaron el primer despegue, con un mano a mano de Gerard salvado por Keylor Navas tras una pifia de Varane, el partido se equilibró. Al propio Gerard se le anuló un gol por un fuera de juego de juicio imposible para el ojo humano.
El ánimo ofensivo de los pericos tampoco es que fuera un derroche, pero frenó en seco a su adversario. El Real Madrid se descosió, ya no tuvo cuerda, se hizo espeso. Sus cuatro futbolistas de vanguardia ya no sintonizaron. Como ninguno es un ariete ortodoxo, el duelo exigía movilidad permanente. No era un Real Madrid perfilado para estar, sino para llegar. Sin alegrías, el cuadro de Quique Sánchez Flores logró rebajar a los madridistas. Por el perímetro de Diego López ya no tuvo otro asomo que un centro de Bale reclamado como mano de Víctor Sánchez. El hombre tenía la mano apoyada en el suelo y la judicatura futbolística ya no lo considera penalti.
El partido, sin cuajo, derivó hacia el descanso con la única huella luminosa de la noche hasta el descorche de Gerard. Asensio, tal que Nureyev, bailó con los dos pies sobre la pelota y asistió a Isco de espaldas y de tacón. Una gota artística para un encuentro muy bloqueado.
Del descanso partió el Espanyol con mayor impulso, más comprensivo con la soledad de sus dos delanteros. Ya hubo alguno más que dio un paso adelante. Lo que no resulta sencillo para gente como Darder, Carlos Sánchez y Víctor Sánchez más dispuestos a operar con la hormigonera. Óscar Duarte remató con la coronilla al larguero, para susto de su compatriota tico, Keylor Navas. Zidane quiso agitar el asunto con Benzema en apoyo de Bale durante unos minutos, porque el británico, tan gris como el resto de los colegas, fue retirado antes de que se bajara el telón. Quique respondió con Granero por Víctor Sánchez para dar algo más de geometría al conjunto blanquiazul. Y poco después con Leo Baptistao por Piatti. El juego no remontó, pero un par de puyas de Gerard Moreno anticiparon el desenlace final. Los visitantes amagaron con una última sobrecarga ya con Mayoral anidando en el área, lo mismo que Ramos en el último tramo. Puro fogueo. Y cuando parecía que nadie estaba contrariado por la sosaina faena irrumpió Gerard para despachar al Real Madrid con un gran gol servido por su socio Sergio García y sin Ramos por su radar. A este Real Madridde vaivenes no hay quien le entienda. Y a este Espanyol se le entiende mejor que nunca cuando le llegan los gallos.