El sandinismo, las cosas en su lugar

El transfuguismo político es una práctica muy antigua en el mundo. Han recurrido a ella, durante siglos, las personas que tienen una concepción oportunista y mercantilista de la política. Ese tipo de personas evita establecer cualquier arraigo ideológico, de convicciones o de fidelidad partidaria porque tienen muy claro que su compromiso con la causa llegará hasta donde lleguen los beneficios personales.

Nicaragua no ha estado exenta de ese mal. El Frente Sandinista de liberación Nacional (FSLN) padeció en los años noventa, los estragos de la plaga tránsfuga. A principios de aquella década, Sergio Ramírez Mercado, siendo jefe de la bancada sandinista en la Asamblea Nacional, convenció a una buena parte de los diputados del FSLN a abandonar los lineamientos revolucionarios para ponerse al servicio de las políticas neoliberales de Violeta Chamorro. En un pacto con Antonio Lacayo, yerno de la Presidenta Chamorro y hombre fuerte del gobierno de entonces, Sergio Ramírez acordó reformar la Constitución Política de Nicaragua y ajustarla a la medida de sus respectivas ambiciones políticas y, de paso, intentar cerrarle espacios al FSLN liderado indiscutiblemente por el Comandante Daniel Ortega.

Pero como el pueblo sandinista es un pueblo inteligente, no le perdonó a Ramírez Mercado aquella maniobra desleal que precipitó el fin de su carrera política. Final político al que él mismo se encargó de ponerle el epílogo: «A partir de ahora me voy a dedicar a escribir porque me he dado cuenta que en este país sobra un político.» El pueblo puso las cosas en su lugar.

La derrota electoral del 25 de febrero de 1990 trajo consigo muchas lecciones y una depuración natural dentro de las filas sandinistas de la época. Aquella década estuvo marcada por la deserción de una diversidad de personajes que se identificaron falsamente con los ideales Sandinistas/revolucionarios que, ante el revés electoral optaron por huir despavoridos para centrar sus esfuerzos en adaptarse a los nuevos tiempos neoliberales. La debilidad ideológica, de convicciones y una identificación muy superficial con la lucha histórica del pueblo nicaragüense por su libertad, explica que muchos de estos señores pertenecientes, en su mayoría, a la burguesía nicaragüense y que habían usado la imagen de la revolución para proyectar sus carreras, iniciaran una bien orquestada operación de distanciamiento radical con su pasado revolucionario. Inmediatamente después del fracaso electoral comenzaron a renegar públicamente de los cargos que habían desempeñado, de los beneficios obtenidos y de todo lo que habían escrito y cantado. Construyeron un relato y una historia en la que su deserción quedaba justificada para que sus ambiciones personales, políticas y económicas, tuvieran cabida dentro del nuevo panorama dominado por la jauría ultraconservadora que, dirigida desde Washington, pretendía destruir todo lo que oliera a sandinismo y revolución.

Sus cálculos los llevaron a establecer medidas dentro de su actuación y el cuido de su imagen totalmente apegadas al denominado fin de la Historia de Fukuyama, el pensamiento único, la caída del muro de Berlín, el Consenso de Washington. Esto los alejaba del “radicalismo” que, según ellos representaba el FSLN. Así abandonan y crean sus propios grupos, Ernesto Cardenal, Carlos Mejía Godoy, Gioconda Belli, Ramírez Mercado, entre otros. No obstante, al momento de disputar el voto y la simpatía del pueblo Sandinista en todas las elecciones, estos grupos siempre obtienen menos del 1%. No representan a nadie, puesto que no son Sandinistas, ni revolucionarios, son, diría Sandino, negociantes de principios o como bien dijera Aute: Antes iban de profetas y ahora el éxito es su meta; mercaderes, traficantes, más que náusea dan tristeza.

Al abandonar al Sandinismo, muchos de esos señores fueron reclutados por el gran poder mediático internacional que les brindó la plataforma perfecta para tergiversar la historia, reconvertir su imagen y utilizarlos, como parte de la escudería en la campaña mundial de la derecha que pretendía desprestigiar y destruir a toda la Izquierda y en Nicaragua al Frente Sandinista de Liberación Nacional.

Es así como en Europa los medios de comunicación, en su estrategia maquiavélica contra el FSLN, han difundido una historia descaradamente manipulada en la que han intentado mostrar a los “ilustres” desertores, como fundadores y dirigentes históricos principales de la lucha sandinista, cuando la verdad es que se integraron al FSLN a finales de los años setenta, cuando ya la victoria revolucionaria sobre el somocismo estaba más que clara…y así como llegaron a finales de los años 70 en el momento preciso para la repartición de las glorias revolucionarias, asimismo se fueron en 1990, al vislumbrar el tiempo árido que se avecinaba, lleno de luchas contra el neoliberalismo y las pretensiones de EE.UU de destruir al movimiento sandinista.

En aquellos años de despiadadas políticas neoliberales en Nicaragua, se privatizó la educación, se privatizó la salud, se privatizó la seguridad ciudadana, se acosó a los campesinos para quitarles las tierras que habían recibido de manos del gobierno revolucionario, se desmanteló y se hizo negocio con las propiedades del estado, se excluyó a las mujeres del campo y la ciudad del acceso al crédito, a la vivienda y al trabajo, se hundió a Nicaragua en el caos y la delincuencia, se acosó y asesinó a militantes sandinistas, se llevó al país a una absoluta incapacidad energética, el nepotismo, la corrupción política, el tráfico de influencias eran pan nuestro de cada día.

Ante todos esos desmanes del capitalismo salvaje contra nuestro pueblo, ¿alguien vio llorar dolido o escuchó alguna canción de Carlos Mejía Godoy denunciando aquellas injusticias?, ¿alguien recuerda a los otrora “intelectuales revolucionarios” encabezando manifestaciones en defensa de las mujeres?, ¿alguien ha leído algún poema de nuestros ilustres y “comprometidos” poetas en homenaje al joven estudiante Roberto González muerto en las violentas represiones de los neoliberales contra los luchadores del 6 por ciento para la universidad? Es, en estos duros tiempos de resistencia al neoliberalismo, que la figura del Comandante Daniel Ortega se agiganta y se arraiga todavía más en el Sandinismo. Es la lucha imprescindible, pertinaz a la par de su pueblo que lo coloca al frente una vez más de todas las batallas. 

Ahora Bien, los malabares políticos de esos señores y señoras han sido tan espectaculares que, de cantar fervientemente a la revolución o escribir empalagosos panegíricos loando al Comandante Daniel Ortega, pasaron a guardar un silencio cómplice ante el desastre neoliberal o a convertirse hoy en beligerantes piezas propagandísticas de las campañas de EEUU en contra de Nicaragua, Cuba, Venezuela o Bolivia y de sus respectivos líderes revolucionarios.

Pero como he dicho anteriormente, los pueblos son muy inteligentes y suelen hacer un vacío inmenso cuando descubren los engaños de quienes van por ahí poniendo en práctica aquello que dijera Groucho Marx: “Estos son mis principios, si no le gustan… tengo estos otros”.

En días pasados, mientras se dio el intento de golpe en Nicaragua, Carlos Mejía Godoy, aprovechando la oportunidad del momento para intentar hacer caja, creó, a contra reloj, una gran cantidad de canciones en las que repetía los mismos ritmos y letras de sus antiguos himnos dedicados a la revolución sandinista. Pero, ¡sorpresa!, la mayoría del pueblo ha recibido con absoluta indiferencia sus nuevas y apresuradas creaciones, quedando en evidencia, además de su sequía creativa, que ya los tiempos no eran los mismos, ni el conflicto estaba motivado por la necesidad de terminar con una cruel dictadura y que todo no era más que un montaje golpista dirigido desde EE.UU. contra un gobierno sandinista constitucionalmente legítimo que durante los últimos años ha logrado los mejores resultados en materia de desarrollo humano, económico, de seguridad ciudadana y libertades en la región.

Desesperado por la falta de impacto social de sus últimas composiciones y por el vacío y la soledad en que lo ha dejado el pueblo, Mejía Godoy, para llamar la atención, ha llevado a cabo un ridículo y poco creíble autoexilio que más parece reclamo publicitario. Mientras, un grupo de jóvenes con nuevos bríos y salidos de las entrañas del pueblo ha logrado bellas y alegres composiciones dedicadas a la paz, al trabajo y a la comunión entre los nicaragüenses que son cantadas, bailadas, recreadas y viralizadas en las redes sociales por propios y extraños a la causa sandinista. Abraham Castellón, el Mariachi Azucena, Richard Loza, entre otros, gozan hoy de un gran éxito musical resultado de sus creaciones que invocan y promueven la paz y la convivencia entre hermanos, alejados completamente de las composiciones confrontativas y fuera de lugar y de tiempo de Carlos Mejía Godoy.

Despreciar la inteligencia del pueblo tiene sus riesgos. El pueblo nicaragüense es un pueblo curtido en mil batallas por su libertad. Es un pueblo radicalmente antiimperialista que sigue fielmente el ejemplo del General de hombres y mujeres libres Augusto C. Sandino y que quiere seguir progresando y compartiendo con el mundo su riqueza cultural, bellezas naturales, calidez humana, alegría, compromiso con la vida y con la paz. 

La historia coloca a todos en su lugar.  Las cosas como son.

*José Aragón es pintor, poeta y articulista nicaragüense residente en Barcelona. Ganador del premio Escriduende en la Feria del Libro de Madrid 2018, por su libro Palabra de Pintor-Poeta. Ha expuesto en Alemania, Costa Rica, Estados Unidos, España y Nicaragua.

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