Los dos jihadistas, uno de ellos fichado por terrorismo y con un brazalete electrónico, grabaron cuando mataron al párroco e hirieron a un feligrés al grito de “Alá es grande”. Una de las monjas presentes logró escapar y dar la alarma.
El horror hizo escala en una iglesia de la localidad francesa de Seine et Marne. El Estado Islámico llevó a cabo su proyecto dos veces fallido de propagar la muerte dentro de una iglesia de Francia, territorio al que el EI bautizó como “el país de la cruz”. Dos terroristas irrumpieron en plena misa en la Iglesia de Saint-Etienne-du-Rouvray a eso de las diez de la mañana, degollaron al párroco y dejaron a una persona gravemente herida. Los dos jóvenes ingresaron por una puerta de atrás y lograron mantener secuestradas durante más de una hora a dos fieles, dos monjas y al padre Jacques Hamel, de 84 años. Los dos jihadistas, uno de los cuales ya estaba fichado por terrorismo y llevaba puesto un brazalete electrónico, reivindicaron a gritos su militancia en el seno del Estado Islámico y grabaron la escena de horror cuando degollaron al párroco y dejaron entre la vida y la muerte a una tercera persona. Fue una de las monjas presentes durante la misa la que consiguió escapar y advertir a las autoridades. Demasiado tarde. Los comandos especiales de la Brigada de Búsqueda e Intervención abatieron a los dos terroristas durante el operativo desplegado para salvar a los otros rehenes. Uno de los dos hombres, Adel Kermiche, era oriundo de Saint-Etienne-du-Rouvray y figuraba en los ficheros policiales luego de haber intentado en dos oportunidades viajar a Siria para combatir en las filas del Estado Islámico. El segundo jihadista aún no se ha identificado.
Según contó a la televisión francesa (France 2) una de las sobrevivientes, la hermana Danièle, los dos jihadistas obligaron al padre Hamel a ponerse de rodillas y, con cuchillos en la mano, decían: “Ustedes los cristianos nos están suprimiendo”. Casi inmediatamente después del asesinato del padre Hamel, el Estado Islámico, a través de su agencia de prensa Amaq, reivindicó el crimen según los trazos de su narrativa tradicional: “El ataque a la Iglesia de Normandía fue perpetrado por soldados del Estado Islámico en respuesta a los llamados a convertir en blancos a los países cruzados de la coalición” (grupo de países que bombardean las bases del EI en Siria e Irak, entre los cuales se encuentra Francia). En dos ocasiones anteriores, otro jihadista del Estado Islámico arrestado en abril de 2015, el francoargelino Sid-Ahmed Ghlam, había intentado sin éxito atacar iglesias francesas a lo largo de 2015: la Iglesia de Ville Juif, en las afueras de París, y la basílica del Sagrado Corazón, en la capital francesa. Un total de 13 islamistas radicales son seguidos en la actualidad mediante una pulsera electrónica como la que llevaba puesta uno de los dos atacantes de la iglesia, Adel Kermiche.
El presidente francés, François Hollande, admitió que el país estaba en pie de guerra y dijo que dicha guerra “será larga. El blanco es nuestra democracia. Es el objetivo y será nuestro escudo. Francesas, franceses, hagamos un bloque porque es así como ganaremos la guerra contra el odio y el fanatismo”, dijo el jefe del Estado. Pese a que Francia no participó en la cruzada militar que derrotó al ex presiente iraquí Saddam Hussein en 2003 y que recién se unió a la coalición que bombardea las posiciones del Estado Islámico en Irak y Siria en el 2014 (en Siria empezó a participar en 2015), el grupo radical sunnita ha hecho de París uno de sus principales objetivos. Hace 12 días, el pasado 14 de julio, en pleno festejo de la fiesta nacional francesa, un supuesto “soldado” del Estado Islámico mató a 84 personas en Niza atropellándolas con un camión de 19 toneladas. La protección de los lugares de culto es un rompecabezas, allí donde se mire. Según el Ministerio de Interior, en Francia hay 47.000 lugares de culto. La peligrosidad de la situación se hizo muy evidente a partir de noviembre de 2015, cuando el Estado Islámico, a través de un video, hizo circular la amenaza de que en el futuro “conquistaremos Roma y romperemos sus cruces”. Aquella amenaza y el atentado de ayer en la localidad francesa de Saint-Etienne-du-Rouvray muestran que el EI ha inscripto su combate contra Occidente en un contexto de guerra religiosa. Ya antes, en Irak, había barrido con la presencia de los cristianos que vivían en una de las zonas consideradas como la cuna del cristianismo, Nínive. El autoproclamado Califa del Estado Islámico, Abou Bakr Al-Baghdadi, suele recurrir con frecuencia a un lenguaje donde escenifica la guerra religiosa. De allí la frase “romper cruces”. El Estado Islámico ve en la Iglesia católica uno de los focos más densos de la decadencia y del vicio occidental, encarnado, según él, en la homosexualidad. El califa y sus seguidores juzgan muy severamente al papa Francisco. En un texto publicado en la revista que el Estado Islámico edita en inglés, Dabiq, el grupo aseguraba que Occidente “utiliza sus iglesias y su clérigo para bendecir sus pecados. Además, nombran a curas sodomitas y el papa rehúsa condenar la sodomía” (se refiere a la posición del papa Francisco, cuando rehusó condenar la homosexualidad).
Dividir y reinar, o hacer que esa división sea más aparente con el fin de introducir caos y inestabilidad, tal es la estrategia pensada en el año 2000 por los jihadistas y cuidadosamente aplicada por el Estado Islámico, para el cual sólo existe un mundo dividido en dos: el del Islam y el de los paganos (los occidentales). El EI se propuso como meta destruir la coexistencia confesional que existe en Occidente y, sobre todo, lo que el Estado Islámico denomina “la zona gris”, es decir, ese lugar donde viven millones de musulmanes dentro de las sociedades occidentales. Y en esa guerra total contra los enemigos paganos, no hay método (un camión, bombas o ejecuciones sumarias en plena calle, ataques con fusiles de asalto o con hacha) ni lugar (teatros, estadios de fútbol, aeropuertos) que no sea útil. En septiembre del año pasado, ISIS interpeló a sus simpatizantes para que eligieran como blancos “las iglesias, los centros turísticos, los supermercados, las sinagogas, la permanencia de los partidos políticos”. Cualquier ubicación, cualquier arma, es un instrumento de esa estrategia, tanto más cuanto que no le faltan candidatos para distribuir el horror. El portavoz del Estado Islámico, Abou Mohammed al-Adnani, había dicho “cuenten con Allah y mátenlos de cualquier manera”. El 14 de julio fueron niños en Niza, ahora un cura de 84 años en Saint-Etienne-du-Rouvray. El Estado Islámico “nos declaró la guerra”, dijo ayer François Hollande. Con el atentado a la iglesia francesa y el asesinato del párroco Jacques Hamel, la guerra se ahonda. El llamado conflicto asimétrico entre una fuerza insurgente confesional y las grandes potencias de Occidente se instaló como una nube fija sobre el cielo de las democracias liberales, y mucho más allá también. En lo que va del año, el Estado Islámico golpeó a Francia, Bélgica, Alemania, Estados Unidos, Israel, Egipto, Siria, Turquía y Afganistán (90 muertos el pasado 23 de julio).