Estados Unidos y el perfil bajo sobre Brasil

Por: Silvina M. Romano / CELAG

Sobre Brasil hay un sospechoso perfil bajo por parte del gobierno estadounidense. Sólo se conoce lo publicado por el vocero de la Casa Blanca John Earnest: “Obama confía en la fortaleza de las instituciones brasileñas para soportar lo que está sucediendo”.

 

Un día antes de que la Asamblea Nacional Venezolana asumiera sus funciones, el 5 de enero de 2016, el Departamento de Estado emitió un comunicado llamando a que se respetara “la independencia, la autoridad y las prerrogativas constitucionales” en Venezuela. En dicha ocasión, ya advertíamos que era nada menos que curioso que el Departamento de Estado se apresurara a hacer declaraciones con respecto a Venezuela, pero que no se pronunciara sobre lo que estaba ocurriendo en Brasil[1]. A su vez, en el transcurso de la semana pasada, el vicepresidente estadounidense Biden volvió a recordarnos su “preocupación” sobre lo que ocurre en Venezuela por lo que él considera “violaciones a los Derechos Humanos”[2] y hace un mes, Obama “renovó” por un año más el decreto que declara a Venezuela como amenaza para la seguridad en EEUU[3].

Sin embargo, sobre Brasil hay un sospechoso perfil bajo por parte del gobierno estadounidense. Sólo se conoce lo publicado por el vocero de la Casa Blanca John Earnest: “Obama confía en la fortaleza de las instituciones brasileñas para soportar lo que está sucediendo”[4]. Lo que se conoce menos es que Michel Temer, quien quedó como sustituto de Dilma Rousseff, es un ex informante de la CIA; y que la embajadora estadounidense en Brasil Liliana Ayalde, cumplía esa misma función en Paraguay en vísperas del “golpe institucional” a Fernando Lugo[5]. Este vínculo se extiende además al ámbito de los negocios, sabiendo que la derecha brasileña tiene una histórica y fluida relación con las elites estadounidenses.

Durante el gobierno de Joao Goulart a inicios de los ‘60, los mecanismos de desestabilización previos al Golpe se nutrieron de campañas de prensa que buscaban mostrar al mundo un Brasil en caos, perdido, además de la aplicación de presión económica de todo tipo. Un elemento clave de aquel proceso fue la estrecha relación entre empresarios brasileños y el gobierno estadounidense. Tal como lo muestran documentos desclasificados, el gobierno estadounidense envió a Brasil algunos funcionarios que se reunieron con grupos de la Cámara de Comercio de Estados Unidos en Río de Janeiro y San Pablo, y con buena parte de los hombres de negocios y banqueros importantes de Brasil y Estados Unidos; asimismo, tuvieron la oportunidad de intercambiar opiniones con los gerentes de la American Foreign Power y la Brazilian Light and Power, que constituían uno de los objetivos del programa de nacionalización del gobierno de Goulart[6]. El Departamento de Estado destacaba en aquel momento la necesidad de “mantener un clima favorable en Brasil para las inversiones estadounidenses y para asegurar la máxima participación de capital norteamericano en los programas de la Alianza para el Progreso implementados en Brasil”[7]. Goulart fue derrocado por un golpe cívico-militar en 1964, inaugurando una “nueva modalidad” de Golpe, según funcionarios de EEUU[8].

El periodista estadounidense Glenn Greenwald, desde Brasil, es uno de los que vincula la situación actual con lo sucedido en 1964: “soy testigo del modo en que se está desmantelando la democracia –que es lo que está sucediendo– por parte de la gente más rica y poderosa de la sociedad, que utiliza los medios masivos para hacer propaganda a favor de una minoría de familias extremadamente ricas, muchas de las cuales apoyaron el Golpe militar [de 1964], da realmente miedo”[9].

La diferencia es que en la actualidad son los políticos Brasileños los que se toman la molestia de viajar a EEUU, pero los intereses que se resguardan parecen ser los mismos. Aunque poco trascendió en la prensa, al día siguiente del impeachment en la Cámara Baja, el Senador Aloysio Nunes del PSDB (principal partido opositor) fue a EEUU por tres días. Es fundamental señalar que gente del PSDB como Nunes apoyó con su presencia las primeras manifestaciones en Sao Paulo contra el resultado a favor de Dilma Rousseff en las Urnas, elecciones en las que Nunes se candidateaba como vicepresidente, manifestaciones que fueron catalogadas en su momento como golpistas. Además, entre los fundadores del PSDB encontramos a Franco Montoro, Sérgio Motta y José Serra[10]. Serra acaba de ser nombrado Canciller del nuevo gobierno de “transición” de Temer y es conocido por su acérrima oposición al gobierno venezolano[11].

Volviendo al viaje de Aloysio Nunes, apenas llegó a Washington un grupo de brasileños se acercó a preguntarle por qué estaba apoyando un golpe en Brasil[12]. Pasado ese mal rato, se ocupó de lo importante: se entrevistó con funcionarios, lobistas y gente cercana a Clinton. Se reunión con Bob Corker y Ben Cardin del Comité de Relaciones Exteriores del Senado. También se hizo un tiempito para ver al ex embajador de EEUU en Brasil, Thomas Shannon y comer con el lobby del grupo empresarial Albright Stonebridge, dirigido por la ex secretaria de Estado de Bill Clinton, Madeleine Allbright y por Carlos Gutiérrez, ex secretario de comercio de Bush y ex CEO de Kellogg[13]. Conociendo estos detalles, surge la pregunta de qué tipo de “negocios” fue a realizar Nunes a EEUU.

Un indicio nos lo proporciona el tipo de gente con la que se reunió Nunes, como Thomas Shannon. Shannon es actualmente Subsecretario de Estado del Departamento de Estado para Asuntos Políticos. Se desempeñó como embajador en Brasil hasta septiembre de 2015, fue Secretario Asistente del Departamento de Estado para el Hemisferio Occidental (2005-2009); fue asesor especial del presidente Bush ante el Consejo de Seguridad Nacional y Director de Asuntos Inter-Americanos en el mismo Consejo entre 1999 y 2000; también estuvo de “consejero” en la embajada de EEUU en Caracas, desde 1996 hasta 1999[14]. Shannon fue un acérrimo defensor de los TLCs y de las políticas neoliberales de Chile y México, en el contexto en el que surgían y se consolidaban otras propuestas de integración a nivel regional[15].

Otro dato es que en ocasión de las elecciones de la Asamblea Nacional en Venezuela (diciembre 2015) un grupo de legisladores de América Latina y EEUU pidieron al presidente Maduro permitir la presencia de Observadores Electorales –porque en aquella ocasión en lugar de la OEA la observadora fue la UNASUR, la cual aparentemente no era “fiable” para los solicitantes– y que diera fin a los procesos penales de los “presos políticos” de la oposición. Curiosamente, los que encabezaron la lista de los 157 firmantes fueron Ben Cardin y Aloysio Nunes[16], de modo que la relación entre ambos ya viene aceitada desde su lucha contra la democracia en Venezuela.

Teniendo como guía los procesos históricos y datos contundentes como el hecho de que Temer es ex informante de la CIA, es difícil sostener que no hay vínculo alguno entre lo que está sucediendo en Brasil y el gobierno estadounidense. El perfil bajo mostrado hacia Brasil parece ser una estrategia de legitimación de lo que está sucediendo en ese país.

 

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