Hay una razón por la que, en el primer minuto de la ceremonia de los Emmy, Jimmy Kimmel dijo en el escenario: “Si en vuestro show no hay un dragón ni un Bronco blanco, os podéis ir a casa ya”. En otras categorías estaba más reñido, pero Juego de tronos y The People v. OJ Simpson son los dos fenómenos del año y así lo reconoció la Academia de Televisión. Los 68º premios Emmy, celebrados este domingo en Los Ángeles, aportaron caras nuevas entre los ganadores, algo difícil en televisión, y confirmaron el reinado del drama fantástico de HBO.
Poco se puede discutir ya sobre la categoría de Juego de tronos como la serie de la década. Es el programa que ha extendido el dominio de HBO en los grandes dramas de televisión que empezó en el siglo pasado con Los Soprano. Está por derecho propio en esa vitrina que la familia de mafiosos comparte con The Wire, Breaking Bad o Mad Men. Los 38 premios Emmy acumulados en seis temporadas la convierten en la serie más premiada de la historia por encima de Frasier. Su virtuosismo técnico le ha dado 106 nominaciones hasta ahora. Solo dos veces, el año pasado y este, ha ganado el premio como mejor serie dramática, el premio grande que se da al producto completo. El récord en la categoría más grande de los Emmy, con cuatro premios, lo comparten series como Canción triste de Hill Street, La ley de Los Ángeles, El ala Oeste de la Casa Blanca y Mad Men.
Los Emmy se permitieron enseñar caras nuevas al público en esta edición. Dos actores nominados por primera vez se llevaron las categorías principales en drama. Rami Malik, por Mr. Robot y Tatiana Maslany, por Orphan Black, dejaron sentados en sus asientos a los Underwood de House of Cards, a Cookie de Empire, a la pareja de The Americans o a la agente Carrie Mathison de Homeland.
En las categorías de comedia, los dos gigantes en los que se han convertido Netflix y Amazon Studios dejaron pronto su huella en la ceremonia con dos premios de peso. Jill Solloway ganó el premio de dirección por Transparent, la historia autobiográfica de un padre de familia que se revela como transexual pasados los 60. Jeffrey Tambor logró su segundo premio consecutivo por el papel de Maura Pfefferman en Transparent. Aziz Anzari y Alan Yang se llevaron el premio al guion de comedia por Master of None, la comedia romántica urbana de este año. Ninguna de ellas pudo con Veep, que es una vez más la comedia del año. HBO se llevó los dos mayores premios de la noche, en drama y comedia.
Mención aparte merece Julia Louis-Dreyfus, con su quinto Emmy consecutivo por el papel de Selina Meyer en Veep. Louis-Dreyfus consiguió este domingo el estatus de leyenda con su premio. Empata con Candice Bergen (Murphy Brown) en número de Emmys por un mismo papel. Ha ganado ocho premios de 22 candidaturas.
The People v. OJ Simpson: American Crime Story, que en España se verá en Netfix a principios del año que viene, es uno de los fenómenos televisivos del año en Estados Unidos, y especialmente en Los Ángeles. La estupenda dramatización en 10 capítulos del juicio contra OJ Simpson ha tenido un gran impacto en una ciudad donde todos los implicados en aquella historia son famosos y todo el mundo recuerda exactamente qué estaba haciendo cuando las cámaras de televisión enfocaron aquel Bronco blanco por la autopista. Sarah Paulson se presentó en la gala acompañada por la fiscal Marcia Clark, a la que interpreta. Las 22 nominaciones, solo una por debajo de Juego de tronos, dan una idea del éxito de esta producción del canal de pago FX.
Paulson se llevó el Emmy por su interpretación de la fiscal Clark. Courtney B. Vance, el de mejor actor en una miniserie por interpretar al abogado principal de Simpson. Sterling K. Brown ganó por el papel del fiscal ayudante. También estaban nominados Cuba Gooding Jr, por el papel de Simspon, y David Schwimmer y John Travolta como abogados. No había competición. The People v. OJ Simpson terminó por ganar el premio a mejor miniserie del año, un género en el que solo le faltó el premio de dirección.
En otro orden de cosas, el británico John Oliver ganó con su telediario irreverente el premio al mejor programa de variedades frente a los clásicos late night shows de Kimmel, James Corden y Jimmy Fallon. The Voice es, una vez más, el mejor concurso de la televisión (el premio lo recogió, por cierto, el productor de The Apprentice). Key and Peele le quitó el premio a mejor programa de sketches a Saturday Night Live.
En las que se pueden considerar elecciones más televisivas de la historia de Estados Unidos, la política tuvo su sitio en la ceremonia. Durante el vídeo inicial, Jimmy Kimmel intenta que le lleve a la gala la caravana presidencial de la presidenta Selina Meyer, de Veep. Cuando le dicen que se puede sentar en el asiento de delante de la limusina se encuentra con que el conductor es Jeb Bush. El de verdad, con gorra de chófer. “¿Estás nominado, verdad? ¿Qué tal es eso?”, le dice Bush a Kimmel. Bush, el hombre al que todo el establishment daba por seguro como nominado republicano para la presidencia, fue arrasado por la extemporánea candidatura de Donald Trump. “Si haces una campaña positiva, al final los electores tomarán la decisión correcta”, dice Bush en el vídeo. A continuación añade: “Es una broma”.
El magnate inmobiliario reconvertido en líder de la derecha tuvo su sitio en el monólogo de Kimmel, que señaló entre el público a Mark Burnett, productor de The Apprentice, el reality show que hizo famoso a Trump en todo Estados Unidos. Kimmel le hizo directamente responsable de que Trump esté en la carrera por la presidencia. “Si Trump gana y construye ese muro, Burnett será el primero que tiraremos al otro lado”. Todavía quedaban más referencias a Trump, y la actriz Kate McKinnon dio las gracias al recoger su premio a Hillary Clinton, a quien imita en Saturday Night Live y que ha sido su gran éxito de esta temporada.
El año pasado, Andy Samberg hizo una divertida presentación en la que necesitaba aislarse durante meses en un zulo para poder ver todos los programas nominados. El público ya ha asumido que la televisión es infinita, que no se puede ver todo y que los shows populares lo son por algo y esos son los que hay que ver. Además, pueden ver esos programas cuando quieran y donde quieran. Ya no existe el concepto de perderse algo en la tele. En ese escenario, los premios de televisión como los Emmys o los Globos de Oro han cobrado una relevancia como palancas promocionales que antes no tenían.
Los premios de televisión tienen un problema en su mayor virtud. Los buenos shows duran años, y van acumulando audiencias fieles a las que les gusta verlos premiados una y otra vez. Al mismo tiempo, al contrario que los premios de cine o de música, los premios de televisión trasladan una sensación de repetición. ¿Julia Louis-Dreyfuss mejor actriz? Eso ya lo he leído antes. Sí, concretamente cinco veces. Premiar las nuevas ideas en televisión y al mismo tiempo reconocer a los grandes shows que cautivan a la audiencia durante años es el gran reto de estas ceremonias. Los Emmy van a ser criticados tanto si premian a los de siempre como si no. Este domingo, se volvió a demostrar que en televisión premiar lo mejor y dar sorpresas es casi imposible. Casi.