La humillante derrota y fracaso político de los golpistas en Nicaragua.

Las echaron todas, hicieron hasta lo imposible. Recibieron millones de dólares de la misma potencia que desde 1855 agrede e interfiere en los asuntos internos de Nicaragua. Contrataron la basura moral de la sociedad como son las pandillas, los lumpen proletarios, para agredir al pueblo.

Hicieron un “plus” esfuerzo por derrocar al gobierno legítimamente constituido del presidente Daniel Ortega, siguiendo el libreto del golpe suave del ideólogo de la Agencia Central de Inteligencia, C IA, Gene Sharp y fracasaron.

Alguien tendrá que responder por los 85 mil empleos perdidos en la fiesta de los “autoconvocados”, apodo que utilizaron para esconder la carencia total de una dirigencia con autoridad para convocar a los “así mismos convocados”. Alguien, no solo el gobierno, tendrá que responder por los centenares de muertos, alguien tendrá que ir a la cárcel por el terrorismo.

Alguien tendrá que responderles a los ancianitos jubilados, porque ya nadie del sector golpista ni siquiera los menciona y los han lanzado al más cruel de los olvidos. ¿Por qué tanto escándalo para luego ignorarlos olímpicamente?

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos, CIDH, alegremente se lava las manos y se hace la sueca, con el argumento que ellos solo investigan violaciones a los Derechos Humanos cometidos por el gobierno, no por los ciudadanos “autoconvocados.” Para eso están las instancias policiales y judiciales del estado nicaragüense para hacerlo.

Pero entonces aquí intervienen los obispos de la Conferencia Episcopal para ir a las estaciones policiales a exigir les devuelvan a sus muchachos, considerados como “la reserva moral de la patria” por el obispo golpista del romanismo, Silvio José Báez Ortega. Pero eso no es lo peor. Pudimos ver con horror los videos en donde un sacerdote católico y un pastor evangélico, aparentemente estaban presentes durante las sesiones de tortura en la ciudad de León.

La oposición antisandinista nicaragüense ha cometido el más grave, el más serio y vergonzoso error estratégico de los últimos 30 años al saltar etapas y pretender derrocar mediante un golpe suave, al presidente Daniel Ortega, siguiendo al pie de la letra el mismo guion mediático aplicado sin éxito en la hermana república de Venezuela.

Lo que los golpistas vandálicos de Nicaragua no entienden es que Estados Unidos no tiene ni amigos ni enemigos, sino solo intereses. Esa fue la triste lección que aprendieron demasiado tarde muchos dictadores de derecha, como Anastasio Somoza, Ferdinando Marcos en Filipinas, Hosni Mubarak en Egipto y Otto Perez Molina en Guatemala, solo para mencionar a los más conocidos.

Aunque a largo plazo, Estados Unidos está embarcado en una gigantesca contra revolución continental para revertir los procesos revolucionarios, tal esfuerzo se está convirtiendo en una misión imposible. El arrollador triunfo electoral de Andrés Manuel López Obrador en México es solo el último ejemplo de lo que afirmo.

Los pueblos de Brasil, Argentina, Colombia, Perú y demás naciones latinoamericanas, tarde o temprano elegirán gobiernos de izquierda revolucionaria porque esa es la tendencia histórica de los últimos 100 años, comenzando con el triunfo de la Revolución campesina en México en 1910, pasando por la gesta heroica de Sandino en 1927, el gobierno revolucionario del coronel Jacobo Arbenz Guzmán en Guatemala, derrocado por la CIA en 1954, la Revolución cubana de Fidel Castro en 1959, la victoria popular en República Dominicana en 1965, cuando miles de adolescentes dominicanos conocidos como “los tigres” salieron de todos los barrios de Santo Domingo y obligaron a retirarse a 42 mil “marines” estadounidenses, incluyendo a 150 guardias nacionales somocistas, hasta llegar al 19 de Julio de 1979 con el triunfo de la Revolución Popular Sandinista y el triunfo de Hugo Rafael Chávez Frías en Venezuela.

Las revoluciones las hacen los pueblos y los pueblos son invencibles. Del mismo seno de los oprimidos salen los dirigentes carismáticos como Benjamín Zeledón, Augusto Sandino, Carlos Fonseca y Daniel Ortega Saavedra, cuyas madres fueron cortadoras de café y obreras de la costura.

Irónicamente en el caso de la Nicaragua del 2018, el hombre que más conviene a moros y cristianos es José Daniel Ortega Saavedra, líder indiscutible de la Revolución Popular Sandinista de los últimos 40 años. Ortega tiene en su haber, una victoria militar aplastante contra la tiranía somocista, otra victoria demoledora contra la Contra, la cual se desarmó y una impresionante victoria social y económica a partir de 2008. Los plumíferos criollos olvidan que aunque perdió 3 elecciones seguidas, Ortega ganó la guerra

En el contexto actual, los intereses estratégicos de Estados Unidos buscan garantizar 3 cosas: 1- El control firme y efectivo del narcotráfico que fluye de Colombia a Estados Unidos; 2- El control del flujo migratorio de inmigrantes indocumentados hacia Estados Unidos y 3- un clima favorable a las inversiones norteamericanas en Nicaragua que garantice paz, seguridad y estabilidad a las corporaciones estadounidenses en el país.

La ironía política de este siglo es que el único que está en la capacidad de garantizar esos 3 elementos que tanto necesitan los Estados Unidos es el presidente Ortega. El triángulo del Norte (Guatemala, El Salvador y Honduras) son la más sonora evidencia de tal cosa. Los países del triángulo del Norte se han convertido virtualmente en narco estados fallidos, mientras Nicaragua fue, hasta el 18 de Abril un oasis de paz, estabilidad y progreso social.

Solo el gobierno de Ortega puede garantizar un alto al tráfico de cocaína procedente de Colombia. Solo Ortega ha demostrado que niños nicaragüenses no llegan a la frontera del Rio Grande sin sus padres. Solo Ortega ha sido capaz de garantizar un clima ideal para las inversiones norteamericanas.

El núcleo golpista claramente identificado como el verdadero “cerebro” del vandalismo criollo es el mal llamado Movimiento Renovador Sandinista, MRS, fundado por el ex -vicepresidente Sergio Ramírez Mercado y su principal “operadora” político-militar Dora María Téllez, inspirado más en ajustar cuentas con la pareja presidencial, por rencillas personales y amarguras de derrotas electorales a lo interior del partido gobernante en décadas pasadas, que en promover la democracia.

Pero junto con este núcleo de dirección, existe también en el resto del grupo golpista toda una amalgama de intereses y grupos disimiles, ninguno de los cuales se destaca ni por tener cuadros de liderazgo nacional capaces de competir con el presidente Ortega, ni por tener un plan de nación.

A todos les une un solo denominador común, derrocar a Daniel Ortega. Aparte de violentar la voluntad popular expresada en una elección presidencial reconocida por la OEA, no tienen nada que ofrecer. No hablan de ningún plan de nación, porque no lo tienen, nadie lo conoce.

La presencia en el país de organismos internacionales de toda forma, color y tamaño, sirve únicamente para bajarle un poco la elevada temperatura basal al paciente golpista, el cual se niega a admitir que ya perdió la partida. Los organismos internacionales no les van a hacer el mandado que los golpistas mismos no han podido lograr.

El grupo golpista se aferra con desesperación a los tranques, como forma de compensar su raquítico apoyo popular. Las multitudes pagadas o amenazadas de perder sus empleos por el COSEP (de todos modos los están perdiendo por miles cada día), jamás tuvieron las agallas de lanzarse a marchar contra El Carmen para “apresar al dictador o hacerlo huir” como sucedió ya en Egipto y en Guatemala, donde medio millón de manifestantes plantados día y noche lograron derrocar a Hosni Mubarak y Otto Pérez Molina, respectivamente.

Que lo intentaron, lo intentaron y lo han intentado varias veces. Pero el pueblo no ha salido a bailar a las calles a como salió en León cuando entró la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional a la primera capital de la Revolución, el 19 de Julio de 1979, o cuando esa misma Junta, encabezada por José Daniel Ortega Saavedra entró triunfante a la plaza de la Revolución en Managua al día siguiente, el 20 de Julio.

Los jefes contras Adolfo Calero, Arístides Sánchez, Azucena Ferrey, el ex vicepresidente de Somoza, Alfonso Callejas Deshon, Indalecio Rodríguez, Lucia Salazar y Marcos Zeledón, soñaron con entrar triunfantes a Managua. Jamás lo hicieron. Hasta la fecha, el único líder todavía en funciones que ha entrado triunfante a Nicaragua en los últimos 40 años es el comandante Daniel Ortega Saavedra.

Los golpistas de 2018, vieron con amargura como el pueblo no se insurreccionó masivamente, ni marchó contra El Carmen multitudinariamente, como deseaban los golpista y tuvieron que proceder al contrato de mercenarios y pandilleros de los barrios pobres de Managua, quienes lo único que lograron fue sembrar el terror en la población civil y tomar al pueblo de Nicaragua como rehén. O renuncia Ortega o matamos de hambre al pueblo y torturamos a quien se oponga.

El resultado fue el más rápido y relampagueante desempleo masivo para el pueblo de Nicaragua y la quiebra de centenares de empresas pequeñas y grandes. Lo más ridículo de todo fue que culparon al gobierno de Nicaragua por la obra de sus propias manos esperando que el pueblo les creyera semejante disparate.

Tomado inicialmente por sorpresa, el presidente Ortega hizo de tripas corazón y pacíficamente resistió la embestida. Pasando por alto el artículo 97 de la Constitución, Ortega replegó a sus cuarteles a las fuerzas policiales, por insolente exigencia de la conferencia episcopal.

Simultáneamente con el anticonstitucional acuartelamiento de la policía, las fuerzas golpistas tejieron de tranques arterias urbanas y carreteras en abierta violación del artículo 31 de la Constitución que garantiza la libre circulación de la ciudadanía. A diferencia de Somoza, jamás vimos los temidos bombarderos T-33, ni los push and pull de fabricación israelí, ni las ametralladoras Galil, provenientes de Galilea, la tierra de nuestro Señor Jesucristo.

La oposición golpista inauguró niveles de barbarie jamás vistos en Nicaragua, ni siquiera en la época de la tiranía Somocista. Las redes sociales dieron cuenta de prácticas de tortura realizadas públicamente ante las cámaras de los teléfonos celulares en donde la crueldad de jóvenes bajo el efecto de las drogas, desnudaban y latigaban a indefensos pobladores, sospechosos de ser Sandinistas, mientras los tenían atados de pies y manos, tal como sus madres los echaron al mundo.

Los tranques se constituyeron en el sustituto del apoyo popular. El pueblo se “encuevó” en sus viviendas y no salió. Cerraron mercados, pulperías, escuelas, pequeños negocios, mientras la oposición, mostrando su torpeza política decía “el dictador esta c. y alista maletas para huir a Cuba.” Pero la tan ansiada huida de Ortega jamás ocurrió, ni la entrada triunfal, como la gloriosa entrada del 20 de Julio de 1979 a la plaza de la Revolución tampoco jamás ocurrió.

Desesperada, la oposición junto con los obispos católicos, quienes cometieron suicidio pastoral al parcializarse descaradamente contra el gobierno, se aferró con terror a los tranques como única tabla de salvación. El masivo y multitudinario apoyo popular para “dar al traste con la dictadura” jamás se materializó. Entonces había que castigar al pueblo, había que maltratarlo por no unirse en la aventura golpista y eso si lo lograron con creces, ultrajar al pueblo.

Simultáneamente, la oposición cosechó derrota tras derrota en el plano de la diplomacia internacional. Subestimando la astucia y sabiduría política del comandante Ortega, los golpistas creyeron que con el fuerte cabildeo y respaldo político de Estados Unidos, lograrían aislar a Ortega y conseguirían una condena de parte de la Organización de Estados Americanos, OEA, contra Ortega, pero fracasaron.

Estados Unidos prácticamente dejo solos a los ineptos “diplomáticos” de la oposición nicaragüense y por el contrario emitió una declaración conjunta con el gobierno de Nicaragua. La oposición golpista vandálica nicaragüense fue a Washington por lana y volvió trasquilada. Sus esfuerzos de cabildeo en el congreso igualmente fracasaron, solo los congresistas y senadores Cubano-Batistianos los recibieron y otros senadores incluso republicanos se negaron a recibirlos.

La amarga respuesta de la oposición ante su escandaloso fracaso diplomático en Washington fue tranques y más tranques, torturas y más torturas a jóvenes desnudos, flagelándolos al mejor estilo del narcotráfico colombiano y las maras mexicanas y salvadoreñas. Las ejecuciones de Sandinistas con un tiro en la cabeza y las sesiones de tortura filmadas por celulares que terminaban en las redes sociales, fueron un fiasco de relaciones públicas para los golpistas.

Así las cosas, perdiendo terreno tanto en el plano internacional como en el campo doméstico, la oposición cifró entonces sus esperanzas en la presencia de organismos internacionales como la CIDH, la Unión Europea y la Comisión de Derechos Humanos de la ONU y la Misión Especial de Seguimiento e Investigaciones, MESENI de la OEA.

Pero a pesar de una falsa victoria mediática con la lectura en Washington de una mera lista denuncias de la oposición, los organismos internacionales, rápidamente bajaron de las nubes a la oposición dejando claro que ni eran mediadores, ni fiscales, ni procesadores para judicializar la lucha de los golpistas en el plano internacional.

Los organismo internacionales, quizás sin proponérselo, reivindicaron la vigencia de las autoridades nacionales y ratificaron la relevancia de los organismos policiales y judiciales nicaragüenses para resolver los asuntos de delitos y crímenes cometidos en el territorio nacional.

Igualmente se hizo relevante que Nicaragua no es signataria del Estatuto de Roma (tampoco lo es Estados Unidos), razón por la cual los sueños de la oposición de ver a Ortega esposado y enfrentado a un proceso judicial internacional, se han visto ensombrecidos al carecer la Corte Penal Internacional de jurisdicción sobre Nicaragua.

A lo anterior se suma el hecho que la OEA no aprobó el informe de la CIDH sobre la lista de quejas de la oposición por ser un informe amañado como lo denunció en el mismo seno de la OEA, la embajadora de Venezuela, dejando a la oposición como una serpiente desdentada. La amarga oposición golpista quedó entonces sin ninguna fuerza de imponer su virulento discurso incendiario de tierra arrasada.

La única capacidad que les queda es la de martirizar, hostigar y hacerle la vida miserable al pueblo en los tranques e incendiar las casas d los Sandinistas y a cuanto ciudadano ose no someterse a su violenta dictadura fascista.

El diálogo tutelado por la Conferencia Episcopal, la que sufre el mayor de los descréditos porque de mediadora no tiene nada, se ha convertido en un ejercicio simbólico irrelevante en donde la oposición solo llega a lucirse y robar cámara, con la esperanza de acumular puntos ante sus jefes políticos de la embajada Americana.

No lograron derrocar al presidente Ortega, no tienen fuerza política, ni tranquera, ni pandilleril para forzar su salida. Eso sí, han maltratado al pueblo, han asesinado al pueblo, han flagelado ante las cámaras a un pueblo pobre y humilde, han secuestrado a un pueblo pacífico pero este sufrido pueblo, les pasará la cuenta en las próximas elecciones presidenciales.

Como lo dijera el presidente Ortega en su discurso del Sábado 7 de Julio, si quieren alcanzar el poder, que se organicen de acuerdo a tiempo y forma como lo mandata la constitución, formen sus partidos políticos y oferten su visión ante el pueblo, ya que no lo han hecho, solo saben repetir el barato estribillo de “que se van se van”, torpe slogan fracasado que no constituye ningún plan de nación y luchen por sacar a Ortega del poder, (ya lo han derrotado electoralmente antes), pero no a trancazos ni morterazos sino con el ejercicio civilizado del voto popular.

Así las cosas, lo mejor que puede hacer la oposición es retrotraerse, volver a sus cuarteles donde dibujaron su estrategia, hacerse un profundo, pero verdaderamente profundo examen de conciencia, tratar de reinventarse, pedirle perdón públicamente al pueblo por tanta sangre derramada, tanta pobreza y tanto desempleo provocado por ellos y reconocer que este poder es del pueblo, este poder es Sandinista y que en Nicaragua siempre será 19 de Julio.

 

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