Ladridos

En contra de lo que sostiene la historiografía eurocéntrica, nuestras tribus eran guerreras por antonomasia. Recordemos la gesta de Túpac Amaru en Perú y en México, a Cuauhtémoc, “el águila que descendió”, quien luchó denodadamente contra Hernán Cortés.

Nuestra América está marcada por una permanente confrontación con las metrópolis del poder. Desde el mundo precolonial, a estos pueblos les correspondió guerrear y hacerlo de verdad. No eran simples amagos. De nuestras etnias decía el europeo conquistador: “Era muy difícil luchar contra ellos para controlarlos, ya que eran dueños de las alturas”. Y así fue, en Venezuela, Colombia, el Alto y el Bajo Perú, por la particular topografía de estos territorios, las colinas eran los mejores aliados de nuestros indígenas.

Los aztecas, los mayas (México, Centroamérica), los incas (Alto y Bajo Perú) y los caribes (islas y norte de América del Sur) lucharon contra el invasor. Por algo la conquista duró 150 años. Los caminos que se construyeron –en las alturas– en el Tawantinsuyu tenían varias funciones, entre ellas, el ataque y el contraataque para el enemigo y la comunicación rápida e intercambio de información en ese flujo de mensajeros (chasquis) que recorrían los intrincados caminos. Todo al servicio de la guerra.

En contra de lo que sostiene la historiografía eurocéntrica, nuestras tribus eran guerreras por antonomasia. Recordemos la gesta de Túpac Amaru en Perú y en México, a Cuauhtémoc, “el águila que descendió”, quien luchó denodadamente contra Hernán Cortes. Esta historia que precede a la llamada guerra larga –la guerra de nuestra independencia de la corona española– estuvo marcada por infinidad de insurrecciones indígenas y criollas; de negros y esclavos que adelantaron la lucha por la libertad en el siglo XIX.

Por ende, el relato de Kuczynski, del perrito dócil y sumiso, echado en la alfombra, no cuadra con la aguerrida tierra de Bolívar, San Martín, Sucre, Francisco de Miranda, Miguel Hidalgo, José Martí, Nariño, Santander, libertadores de las tierras americanas. Sus luchas, sus voces, sus ejércitos, resonaron no solo en este continente, replicaron en Europa y el norte de aquél.

Esas voces, fuertes e intrépidas, se reeditaron en este tiempo histórico en la generación de Hugo Chávez, Lula, Kirchner, Correa, Pepe Mujica, Evo Morales, Cristina Fernández, Daniel Ortega, quienes han jugado roles estelares en cada uno de sus países en defensa de la soberanía e independencia. Ya Estados Unidos les puso el letrero de: Cuidado, “perros bravos”.

* Profesora de la UCV.

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