Las ovejas se volvieron contra los pastores

Nicaleaks

No pasó jamás por la mente de los obispos de la Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN), el recibimiento espontáneo y nada amistoso que les brindó la población de Diriamba el lunes 9 de julio. En realidad creemos que nadie lo esperaba. Es que han sido tantos los siglos de sumisión al poder religioso representado en las sotanas, y sobre todo, ante el solideo obispal.

¿Cuándo se había escuchado en Nicaragua –e incluso en América Latina-, que gente humilde del pueblo les gritara “¡Asesinos!” “¡Golpistas!”, “¡Carroñeros!” y otras linduras parecidas a los presuntos representantes de Jesucristo en la tierra?

¿Qué pasó para que gran parte de los católicos nicaragüenses se atrevieran a repudiar a los hasta hace unos meses respetados miembros de la Jerarquía Católica?

Lo cierto es que el pueblo no se volvió anticatólico de la noche a la mañana. Los mismos obispos y muchos de sus subordinados sacerdotes se encargaron de derrumbar su propia imagen ante su rebaño. El pastor se volvió lobo de repente.

¿Cuándo se había visto que un obispo se parcializara tanto ante un enfrentamiento político, al extremo de permitir que supuestos católicos torturaran, vejaran y asesinaran a otros católicos que no pensaban como ellos?

Es grave lo que hicieron los religiosos católicos de Nicaragua, en particular si se toma en cuenta que algunos sacerdotes estuvieron presentes en muchas de las sesiones de tortura, algo que conocían perfectamente sus obispos de la CEN.

Y más grave aún, fue la complicidad de la jerarquía eclesiástica de nuestro país al ponerse en el bando de grupos golpistas que pretendieron terminar de facto con la constitucionalidad de Nicaragua, mediante el uso ilimitado de la violencia que incluyó todo tipo de atrocidades contra el pueblo sandinista, aupados por el obispado.

El involucramiento de los obispos en el fallido golpe de Estado alcanzó niveles tan altos, que uno de ellos, Abelardo Mata, se atrevió a amenazar de muerte al mismísimo presidente de la República de Nicaragua, Daniel Ortega Saavedra. A partir de ahí, ¿qué podía esperar el resto del pueblo que piensa diferente a Mata y a sus compinches de sotana?

Desde sus inicios, la religión ha sido un medio de opresión y control del ser humano. Millones de personas han sido asesinadas a través de los siglos por culpa del catolicismo, que en su época de apogeo, la Edad Media, se convirtió en uno de los más terribles horrores que han sufrido hombres y mujeres a través de las Cruzadas y la Santa Inquisición.

Silvio Báez, Rolando Álvarez y Abelardo Mata, se develaron ante los ojos espantados del pueblo cristiano de Nicaragua como tres modernos émulos de Tomás de Torquemada, el malvado inquisidor y confesor de Isabel La Católica en el siglo XV.

Los tres se erigieron en parte del “estado mayor” de los golpistas, y aparte de alentarlos a través de sus homilías, los armaron, los escondieron, los asesoraron y los liberaron cada vez que la Policía Nacional los capturó en flagrante delito.

Si Daniel Ortega fuese realmente un dictador a como los obispos y resto de golpistas han intentado hacer creer, estos señores de sotana estarían presos o en el peor de los casos muertos o desaparecidos, a como ha ocurrido en naciones presididas por verdaderos déspotas asesinos.

Viendo todo lo malo que han hecho, el pueblo tiene sobradas razones para despreciarlos. En el ideario religioso se considera que para consagrar a un sacerdote como obispo, deben exigírsele las cualidades siguientes:

Célebre por la firmeza de su fe, buenas costumbres, piedad, celo por las almas, sabiduría, prudencia y virtudes humanas, y dotado de las demás cualidades que le hacen apto para ejercer el oficio de que se trata.

De buena fama, de al menos, treinta y cinco años, ordenado presbítero al menos cinco años antes, doctor, o al menos licenciado en Sagrada Escritura, teología o derecho canónico por un instituto de estudios superiores aprobado por la Sede Apostólica, o al menos verdaderamente experto en esas disciplinas.

En todo caso, el juicio definitivo sobre la idoneidad del candidato corresponde al Papa.

Preguntamos: ¿Son, las anteriores, cualidades propias de los obispos de Nicaragua? ¿Han mostrado piedad alguna por sus ovejas golpeadas, torturadas, humilladas y hasta asesinadas?

 ¿Han dejado ver algún celo por las almas de los policías, niños, mujeres y demás personas asesinadas por sus presuntos estudiantes?

Ni que hablar de las otras cualidades como sabiduría, prudencia y virtudes humanas. Los obispos de Nicaragua han demostrado ser la antítesis de todos los requisitos que demanda la iglesia a la que pertenecen.

En vista de lo anterior, ¿qué otra cosa podían esperar de parte del pueblo de Nicaragua?

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