El cuestionario de Mueller, revelado por ‘The New York Times’, presenta al presidente más como sospechoso que como testigo.
Las cartas ya están sobre la mesa. El fiscal especial, Robert Mueller, tiene preparada una batería de 49 preguntas destinadas a conocer la implicación en la trama rusa del presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Las cuestiones, avanzadas esta noche por The New York Times, recorren cuchillo en mano los puntos cardinales del caso. Desde los oscuros manejos del destituido consejero de Seguridad Nacional, Michael Flynn, y el abrupto despido del director del FBI, James Comey, hasta las comunicaciones con el fiscal general, Jeff Sessions, y los supuestos vínculos y negocios con Moscú. Todo aquello que ha galvanizado a Estados Unidos en los últimos 15 meses queda retratado en este cuestionario. Una radiografía que presenta al presidente más como sospechoso que como testigo, pero que aún debe ser llevada a la práctica.
Las preguntas no han sido oficialmente presentadas ni tienen por qué ser respondidas. El presidente sigue sin haber sido declarado formalmente “objetivo de la investigación”. Tampoco se están preparando, de momento, cargos en su contra. Las cuestiones, más que un resultado final, son la antesala de una toma de testimonio.
Su origen es el tira y afloja que en los últimos meses ha mantenido Mueller con los abogados de Trump. Aunque eran renuentes, la insistencia del presidente en prestar declaración en público, les llevó a explorar qué buscaba el fiscal especial. A raíz de estos contactos y tras un largo ping-pong jurídico, la oficina de Mueller suministró las preguntas a la Casa Blanca. Tras analizarlas, el letrado jefe, John Dowd, recomendó no responder. Un consejo que disgustó a Trump y que acarreó su sustitución por el exfiscal y antiguo alcalde de Nueva York Rudolph Giuliani, un hombre de la máxima confianza del presidente.
Los próximos pasos que vaya a dar el Despacho Oval se desconocen. Pero si Trump acepta contestar, se enfrentará a la partida más importante de su presidencia. De su testimonio, en caso de contradicción o falsedad, puede derivar un impeachment. Este proceso se dirimiría en el Congreso. De momento, está bajo mayoría republicana, pero en noviembre hay elecciones legislativas. La Cámara de Representantes se renueva por completo, y el Senado, en un tercio. La posibilidad de que los demócratas logren mayoría aterra a la Casa Blanca.
La investigación de Mueller tampoco parece destinada a salvar a Trump. Que en estos meses no haya apuntado directamente al jefe de Estado se explica, según medios jurídicos, por su intento de acumular el máximo de evidencias y testimonios en su contra. Lejos de ser inane, el fiscal ya ha imputado a seis personajes de la órbita de Trump y ha logrado que cuatro de ellos colaboren, entre ellos el exconsejero de Seguridad Nacional Michael Flynn.
Con estos antecedentes, las preguntas representan un riesgo evidente. En ellas afloran las sospechas de connivencia y obstrucción a la justicia. Se le interroga al presidente sobre sus vínculos con Rusia, sus posibles intentos de reunirse con Vladímir Putin, las comunicaciones de sus asesores con Wikileaks y su conocimiento mismo de la campaña de intoxicación masiva lanzada durante las elecciones por Moscú contra la candidata demócrata, Hillary Clinton. En este repaso no quedan fuera ni los intentos de su yerno de abrir canales extraoficiales con el Kremlin ni sus contactos con satélites de Putin durante el concurso de Miss Universo celebrado en 2013 en Moscú.
Otro apartado fundamental lo ocupa el despido del director del FBI. “¿Cuándo y por qué tomó en la decisión? ¿Quién jugó un papel? ¿Por qué dijo a los diplomáticos rusos que el despido de Comey le había quitado presión de encima?”, le inquiere el fiscal. A lo largo de 18 preguntas, que incluyen desde sus tuits hasta sus intervenciones en televisión sobre la destitución de Comey, se vislumbra el intento de establecer un nexo entre sus tormentosas relaciones con el director del FBI y el hilo de la trama.
El cuestionario dista de ser inocente. Pregunta a pregunta, se advierte que Mueller no trata con un testigo normal. No busca aclarar los aspectos dudosos del caso, sino que pone en duda al propio presidente. Teje a su alrededor de una telaraña interrogativa encaminada a atraparle.
Trump, amante de los saltos en la cuerda floja, considera que la forma más rápida de enfrentarse a este desafío es bajo los focos. Sus abogados son más reticentes, pero en las últimas semanas, con la entrada de Giuliani, esta posibilidad ha tomado cuerpo. En caso de ocurrir, sería un momento crucial de la presidencia. El todo o nada ante las cámaras. Un reto al que Trump difícilmente se resiste.