Lo que va de Guardiola a Xavi

Xavi Hernández está tan obcecado en restar méritos al eterno rival que no parece consciente del castigo que se inflige a sí mismo

 

 

A los ídolos conviene llevarles la contraria de vez en cuando, aunque solo sea por defenderlos de sus propias afirmaciones. Es lo que nos sucede a algunos culés con Xavi Hernández, tan obcecado en restar méritos al eterno rival que no parece consciente del castigo que se inflige a sí mismo. Y es que, por si alguien no se había dado cuenta, es precisamente el centrocampista de Tarrassa uno de los grandes responsables del último ciclo victorioso del Real Madrid, de un cambio de paradigma que ha desterrado de la plantilla merengue a los Pablo García, Gravesen o Diarra de antaño para sustituirlos por Modric, Isco o Toni Kroos. La sombra proyectada por su fútbol es tan alargada que parece haber inundado la terraza del vecino, el único lugar del planeta donde Xavi se niega a reconocerla.

Desde que Xavi abandonó el fútbol de élite para irse a Qatar -todavía con el triplete de Luis Enrique refulgiendo en las pupilas- el aficionado del Barça sueña con verlo conquistar ese vacío rumoroso que se clavó en las entrañas del Camp Nou tras la marcha de Pep Guardiola. Es un destino al que ya se vio abocado como jugador y que se le presenta de nuevo en el horizonte, esta vez como entrenador, portavoz, director técnico y presidente in pectore del club de sus amores. A base de corazón y pelopinas fue capaz de desterrar esa melancolía de los terrenos de juego; ahora debe demostrar que también puede hacerlo fuera de ellos, una tarea que se presenta titánica si no empieza a corregir el más grosero de los errores: despreciar las verdaderas cualidades del rival.

Si a Xavi le resulta inexplicable que el equipo de Zidane derrotase al PSG la pasada semana, como ha declarado, no se me ocurre mejor motivo para llamar a Houston o a la Seu d’Urgell y anunciar que tenemos un problema. Parece evidente que no fue el mejor partido de la nueva dinastía blanca pero basta con atender a los nombres alineados por el entrenador francés para comprender a qué juega su Madrid. Bien lo saben la Juventus, el Sevilla, el Atleti y hasta el propio Barça, atropellados en algún partido reciente por ese equipo que cuida la pelota a su manera y te mata al mínimo descuido: el Madrid de Zidane juega y gana, diga lo que diga nuestro adorado Hernández.

Va, de Guardiola a Xavi, un modo diferente de afrontar la misma obsesión: ganar al Madrid, destronar al rey, descabezar al dragón. Al de Santpedor lo acusaron de mear colonia cuando advertía en sus rivales aquellas cualidades que nadie veía, también las de un Real Madrid al que todos nos acostumbramos a dar por muerto menos él, por eso lo mataba casi siempre. Escuchar a Xavi preguntarse cómo lo hicieron, en referencia a la última victoria europea de los blancos, se agradece como ejercicio de opinión pero preocupa a quienes vemos en él a la reencarnación del viejo Mesías. Las opiniones son siempre respetables, especialmente las de los mitos vivientes y veteranos de mil batallas, pero también aquellas que se encargan de desmenuzar e incluso parodiar las ajenas.

Ese es el reto futuro que, se me antoja, reserva el destino para Don Xavier Hernández Creus: desmenuzar y aprovechar las enseñanzas de Guardiola u ocupar un lugar preferente, eso sí, entre sus otras muchas parodias.

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